sábado, 1 de octubre de 2011

RELATO DE VALNELIA PARA MI CONCURSO

Este es el relato con el que participa Valnelia en mi concurso.
Espero os guste y dejéis vuestros comentarios.Contiene Lemon

UNA NOCHE PARA EL RECUERDO

Había decido pasar un rato en la piscina interior de la Mansión, le gustaba nadar algunas noches cuando disponía de tiempo para disfrutarlo; hacer unos largos la relajaba, y la paz que aportaba el silencio de la sala también ayudaba a calmar su espíritu inquieto. Estaba descansando, apoyada en el borde, cuando Lyss entró con una toalla en la mano, preparada también para nadar durante un rato.

—¿Has comprobado que no están las mascotas de June? —le preguntó Lyss metiendo un pie y comprobando la temperatura del agua.
—Claro, ¿crees que me gusta nadar con esos bichos dentro? —replicó ella, mirándola con una sonrisa—. Vamos, entra ya, el agua está genial.

La loba se tiró de cabeza y comenzó a nadar a crol mientras ella la observaba desde el borde sin cambiar de postura. Tras unos largos, sacó la cabeza y se detuvo a su lado.

—¿En qué piensas? —le preguntó, observando la concentración reflejada en su rostro.
—En nada —respondió distraída.
—Esa expresión indica que estás maquinando algo —añadió Lyss, apoyándose en el borde junto a ella.

Después de unos segundos, le contestó:
—Pensaba en cómo han cambiado las cosas, en cómo eran nuestras primeras patrullas, y en cómo nos divertíamos después. —Miró a la loba con una sonrisa cargada de ingenuidad fingida a la que la otra hembra correspondió con una mueca irónica.
—¿Recuerdas la noche de los gemelos? —le preguntó Lyss de pronto, asomando un atisbo de sonrisa a sus labios.
—¿Cuál de ellas?
—La primera, la que los conocimos —aclaró, salpicándola con el agua. 
—¡Joder! Sí —reconoció, devolviéndole el gesto y recordando una noche del pasado de hacía casi 15 años.

Se quedó con la mirada perdida, con una sonrisa en su boca, y Lyss le dio un codazo bajo el agua, soltando una carcajada ante su mohín entre complacido y travieso.
La patrulla había comenzado como cada noche, les tocaba la zona sur y era una de sus favoritas; tenía buenos locales. Ellas preferían el Wonderful´s; tenía buena música, buen ambiente y buena compañía masculina. Sobre todo, abundaba de lo último. Llevaban un año patrullando juntas, o como ambas preferían llamarlo: "salir de cacería".
Tras un par de horas calle arriba calle abajo, escucharon sonidos procedentes del interior de un callejón. Se acercaron despacio, escudriñando entre las sombras, y descubrieron a un grupo de cinco humanos golpeando a alguien que yacía indefenso en el suelo.

—¿Entramos? —preguntó Lyss.
—Son humanos —le respondió.
—Al que están golpeando es un lobo —comentó su hermana.

Siendo mestiza, percibía con más claridad a los de su raza, igual que a ella le pasaba con los vampiros.

—Vamos, será fácil —le respondió, adentrándose en el interior del callejón seguida muy de cerca por su compañera.

Estaba oscuro, iluminado únicamente por una sola farola que no alumbraba demasiado, posiblemente por la suciedad de los cristales que protegían la bombilla. Sus ojos tardaron sólo un instante en acostumbrarse a la oscuridad que las cubría con su capa sombría.

—¡¡¡¡Hey!!!! —gritó, llamando la atención de los machos, que dejaron de golpear al tipo del suelo y fijaron la mirada en ellas.
—Mirad que tenemos aquí —dijo el que parecía ser el jefe—, esto no lo esperábamos, chicos.

El lobo que estaba en el suelo tardó unos segundos en levantarse, giró la cabeza de lado a lado haciendo crujir el cuello y después habló con voz calmada.

—Largo —le ordenó a los tíos de la banda que lo había estado golpeando.
—No, amigo, queremos participar en la fiesta. Nos corresponde un trozo de tan apetitoso pastel —respondió el jefe, relamiéndose los labios de pura anticipación.

Se miraron fijamente entre ellas, intuyendo qué sucedía y siendo conscientes inmediatamente del engaño. Entonces sonrieron ampliamente; la de Lyss daba miedo, era la sonrisa digna de una verdadera loba; la de ella dejó entrever fugazmente sus pequeños colmillos.
Después de todo, la noche iba a ser de lo más movida y entretenida.

—Que os larguéis de una puñetera vez, esto no os incumbe —indicó el lobo, fulminando a los humanos con una mirada salvaje que finalmente los hizo obedecer.
—Sabia decisión, chicos —apuntó ella con un deje divertido cuando pasaron a su lado.

Pero los idiotas, en vez de usar las pocas neuronas que tenían y salir de allí, se quedaron observando desde la entrada del callejón, creyéndose seguros a esa distancia. Si no podían participar y divertirse con la improvisada fiesta, al menos disfrutarían del espectáculo, más tarde buscarían por ahí con qué aliviarse. Quizás, después de todo, hasta pudieran probar la mercancía…
Ambas los ignoraron, y ninguna se giró para comprobar quienes se unían a la reunión cuando escucharon, detrás de ellas, los pasos de los nuevos recién llegados. Y en apenas unos segundos, estuvieron rodeadas; cinco lobos en total.

—Me han contado muchas historias sobre vosotras —dijo el que había sido golpeado, y que parecía ser el alfa, mientras giraba alrededor de ellas, estudiándolas detenidamente—. No creí que existierais, que fueseis reales, pero parece que esos cuentos para niños eran ciertos.
—Ya lo creo que existimos, y somos muy reales —contestó Lyss alargando mucho la «u» del «muy». Aunque parecía serena, había llegado a conocerla lo suficiente como para saber que la sangre hervía espesa por sus venas.

El hecho de que algunos especimenes de su raza se dedicaran a actos tan poco nobles era algo que no entraba dentro de sus principios. Ella misma sentía y reaccionaba igual cuando los cabrones que encontraban abusando de su fuerza superior eran civiles de su raza que no hacían honor al nombre de sus padres.

—Estáis muy cotizadas en el mercado negro —siguió diciendo el tipo—. Me quito el sombrero ante las dos —continuó, haciendo una exagerada reverencia cargada de ironía.
—¿En el mercado negro? —preguntó ella, totalmente sorprendida—. ¡Hay que joderse! Esta sí que es buena, ¿has oído, Lyss? ¡¡¡Estamos en el mercado negro!!! —Parecía tan complacida con la idea que sólo le faltaba dar saltitos de alegría.
—¿Qué? ¿Te hace feliz la noticia? —Lyss la fulminó con la mirada.
—¡Joder! Claro que sí. ¿Cuánto? —preguntó interesada, volviéndose de nuevo hacia el lobo.
—¿Cuánto qué? —preguntó desconcertado el tipo.
—Cuanto costamos… Qué valor tenemos… Si cotizamos al alza… esas cosas, tío —contestó exasperada, parecía tonto—. ¿Cuál es nuestro mejor precio? ¿Es muy alto? —tanteó esperanzada mientras que el alfa se quedaba boquiabierto ante su aluvión de preguntas.
—¿De verdad te interesa saberlo, Val? —le preguntó la loba, sin creer todavía lo que oía.
—Pues claro que sí, ¿a ti no?
—No puedo contigo, en serio —le respondió su hermana—. ¿Sabes en la posición tan peligrosa en la que nos sitúa eso?
—Vamos, Lyss, no seas aguafiestas… —se quejó.
—¿Pero qué coño hacéis? —las interrumpió el lobo.
—Chissssst, estamos manteniendo una conversación privada, ¿no te han enseñado modales? —lo acalló, señalándolo con un dedo a escasos centímetros de su rostro.
—¿Pero qué…? —soltó el tipo, mirando a los demás, que se encogieron de hombros.

Los ignoraron y siguieron hablando entre ellas.

—Me has hecho daño, Lyss, de verdad —insistió, dirigiéndose a su compañera sin prestar atención a los lobos que las rodeaban y que empezaban a mostrarse inquietos.
—A ver, ¿qué se supone que he dicho ahora para hacerle daño a tan susceptible y delicado ego? —gruñó la loba, con las manos en las caderas.
—Pensaba que éramos amigas —continuó, agitando un dedo ante la cara de su socia —, las amigas no se dicen estas cosas —finalizó cruzándose de brazos, con una mueca disgustada en sus labios.
—Val, céntrate.
—Me estoy centrando, Lyss. Ahora mismo estoy centrada… muy centrada en un tema enormemente importante. Nosotras. Tú y yo.

La loba hizo un ademán impaciente con la mano hacia los lobos, gesto que Val ignoró.

—¿Por qué lo has dicho? —le preguntó.
—¡Dios, Val! Me vuelves loca, ¿te quieres callar y centrar de una puñetera vez? Tenemos algo pendiente —y volvió a señalar hacia los lobos, con claras muestras de un incipiente cabreo.
—¡Que os calléis las dos! ¡Joder! —gritó el alfa, irritado.
—¿Ves lo que has conseguido, Lyss? Ahora van a pensar que no sabemos mantener la boca cerrada y bajaran nuestro precio.
—No lo dirás en serio, ¿verdad? —La loba la miró asombrada.
—¿Cuándo  me has oído hablar y que no haya sido en serio? —Hizo una pausa y sonrió sutilmente, los miró a todos y susurró, cambiando de tema inesperadamente—: Dos para ti y tres para mí —hizo otra pausa y los recorrió con la mirada—, o tres para ti y dos para mí, como prefieras —propuso, guiñándole un ojo.
—Tres para mí —respondió su hermana, haciendo rotar los hombros, preparándose para la lucha—, me lo debes.
—¿Has oído hablar de la distracción, querida? —Volteó de pronto, mirando fijamente al lobo que seguía ante ella sin entender nada y mucho menos esperaba lo que se le venía encima—. Ellos… creo que no tienen ni idea, pobres ilusos —concluyó, con una sonrisa ladeada—. No habéis hecho bien los deberes, chicos.

Metió las manos en el interior de su abrigo y aferró las empuñaduras de sus dagas, miró a su compañera un sólo segundo y ésta asintió. Las sacó con un movimiento rápido, y sin dudarlo, se lanzó a por el lobo pillándolo completamente por sorpresa.
Le hizo un primer corte trasversal en el pecho, el tipo bajó la vista, atónito, y se llevó una mano temblorosa allí. Sin darle tiempo a pensar, le lanzó una patada al estómago que lo tiró de espalda. Los humanos, que se habían mantenido a un lado, observando la escena como si de una peli de acción se tratara, decidieron que era el momento de marcharse. Lyss fue quien la avisó, señalándolos con la cabeza, asintió y dio un salto rápido y largo que les cortó la salida, dejándolos desconcertados a unos metros de ella.

—No, no y no, chicos —les soltó, moviendo la daga de izquierda a derecha ante sus rostros petrificados por la confusión—, dentro, no hemos acabado con vosotros. —Les señaló un rincón con la cabeza—. Sí, ahí estáis bien —indicó cuando se pegaron a la pared—, no os mováis y no resultaréis heridos, y sobre todo, no intentéis escapar —puntualizó, fulminándolos con la mirada—, no lo conseguiréis y me cabrearía mucho tener que correr detrás de vosotros. Soy muy rápida y tengo muy mala leche… —Se giró y se metió de lleno en la pelea, reclamando la atención de sus dos adversarios que también se habían unido a los que tenían a la loba rodeada.

El tiempo pareció detenerse en el callejón. Ocultos entre las sombras, se amparaban bajo la protección que ofrecía la oscuridad, absortos de todos y todo lo que ocurría en el exterior.
Fuera… el mundo seguía su ritmo frenético y ajeno a ellos.
Las dos hembras golpeaban con fuerza y precisión, destrezas adquiridas a base de mucho entrenamiento, y aunque estaban en clara minoría, tenían la situación controlada desde el principio.
Desde el mismo instante en que fueron conscientes de la trampa.
Los humanos ni siquiera respiraron durante la pelea, no terminaban de asimilar lo que registraban sus ojos, optando por permanecer pegados a la precaria seguridad que les ofrecía la pared, paralizados por el miedo que se había apoderado de ellos.
En cuestión de minutos habían acabado con los lobos, que yacían en el suelo; un par de ellos estaban inconscientes, los otros apenas podían moverse. Eran rápidas y estaban entrenadas, por algo seguían con vida a pesar de las intenciones de algunos enemigos que se habían granjeado a lo largo de ese año.
¿A quién se le ocurría salir a cazarlas y no estar mínimamente preparado?
Por supuesto, las habían vuelto a subestimar, algo de lo que los machos pecaban frecuentemente ante la apariencia femenina y delicada que jugaba a su favor.
 ¡Já! Necios.

—¿Qué vas a hacer con ellos? —preguntó Lyss, señalando hacia los humanos mientras limpiaba sus dagas sobre la ropa de uno de los lobos.
—Han visto demasiado, no podemos dejarlos ir así, pero…
—Val —la detuvo Lyss, aferrando la manga de su abrigo de cuero negro.
—Sólo voy a borrar un poco de sus recuerdos —le respondió con una expresión indignada al más puro estilo de: «¿es que todavía no me conoces?»—. Les obsequiaré con el maravilloso recuerdo de una pelea callejera de la que han sido testigos —explicó—. Llama a la policía, eso los mantendrá ocupados toda la noche —añadió divertida mientras se acercaba a ellos ofreciéndoles una de sus mejores sonrisas de vampira.
—No tientes al diablo, para cuando lleguen, esos idiotas puede que aún estén por aquí —indicó Lyss, señalando a los lobos.

Soltó un suspiro resignado y la llamó «aguafiestas» moviendo sólo los labios, después se concentró en los humanos que ya se encontraban bajo el influjo de su poder, adentrándose lentamente en sus mentes sustituyendo sus recuerdos.
Minutos más tarde se dirigían hacia la salida del callejón riendo y comentado divertidas los diferentes movimientos sincronizados que habían probado durante la pelea.

 —Te has adelantado en el paso, Val —insinuó su hermana.
 —Me ha salido perfecto, envidiosa, tú sí te adelantaste y casi me cortas con la daga. —Le señaló el brazo allí donde el arma de su compañera estuvo a punto de herirla y donde sí había dejado un fino corte—. Otro abrigo que se va a la mierda —suspiró—, y éste me gustaba.
 —Si fuiste tú quien se agachó antes de tiempo —se quejó su compañera.
 —Porque me hiciste con la mano la señal que acordamos —protestó, y se tomó unos segundos en realizar el mismo ademán, imitándola.
 —¡¡¡Me estaba rascando!!!
 —¡Joder! Eso se avisa… vamos a tener que cambiar la contraseña.
—La próxima vez te toca ser el poli serio, Val. No es tan divertido.
—Serio y aburrido… —apuntó—. No te quejes, que te he dejado a tres.
—Qué hacemos ahora, ¿seguimos? —preguntó Lyss cuando salieron a la calle, miró a ambos lados decidiendo qué dirección tomar.
—Nah, se acabó la fiesta, ya hemos tenido suficiente por esta noche. Vamos a tomarnos algo, tengo la garganta seca —respondió.
—Si no eres capaz de callarte ni en esas, coño —bromeó la loba, dándole un empujón.
—Ya me conoces, forma parte de mi encantadora personalidad —le contestó, siguiéndole el juego y soltando una carcajada.

Fueron hasta el lugar donde habían dejado aparcadas las motos —una BMW del 68 de Lyss y la Harley Davidson del 77 de ella—, después arrancaron en dirección al local. Se exasperaron como siempre por el tráfico, que no les permitía circular a la velocidad que les gustaba, pero al menos los semáforos estaban de su parte. Cuando llegaron al Wonderful´s todavía había cola en la puerta para entrar, aparcaron sus tesoros y dejaron parte de las armas bajo el sillín adaptado para ello, conservando sólo un par de dagas pequeñas.
Hembras como ellas siempre debían estar preparadas. Más les valía…
Como clientas habituales, Fred —el portero— las dejó pasar bajo las protestas de los que permanecían fuera esperando su turno, y ya en el interior, se dirigieron a la barra. La música era buena, y sonaba alta por todo el bar. Las luces giraban sobre la pista que a esa hora aún se encontraba llena, en su mayoría, de humanos bailando desenfrenados. Los Bee Gees y su Fiebre del Sábado Noche estaban causando furor ese año y solían ponerla varias veces a lo largo de la noche.

 —¿Qué os pongo, bellezas? —preguntó el barman cuando se apoyaron en la barra.
 —Tú siempre tan atento y halagador, Rick —le contestó con una sonrisa seductora que competía con la del macho—. Una cerveza, ya sabes —se acercó hasta él y le susurró —, la más fría que tengas.
 —Helada, especialmente para ti —respondió Rick, alias «soy el que mejores polvos hecho del local». Aunque con ellas dos no le había funcionado; trabajo y placer no se mezclaban—. ¿Y a ti, preciosa? —preguntó, dirigiéndose a la loba.
 —A mi puedes ponerme un zumo, Richi, ya sabes… el más frío que tengas, por favor —respondió imitando con una sonrisa burlona a su compañera y alzando varias veces una ceja.

El camarero soltó una carcajada y se alejó para preparar las bebidas.

 —Ja, ja, ja —rió con ironía—, que sepas que soy inimitable. —Se giró hacia la pista y apoyó los codos sobre la barra—. ¿Cuándo vas a pedir algo que no sea… «eso»? —demandó en un tono despectivo hacia el zumo.
 —¿No te cansas de preguntar cada noche lo mismo? —inquirió la loba cambiando de postura y quedando de cara a la pista.
 —Ya sabes que no, es parte de mi encanto. —Cogió la cerveza que Rick acababa de dejarle y le dio un trago largo.
 —Eres un coñazo —le respondió la loba mientras cogía su copa.
 —Soy todo dulzura. —Pestañeó con afectada candidez, enfatizando el significado de sus palabras.
 —Sí, tienes un irresistible atractivo —añadió Lyss con ironía y bebiendo de su zumo.
 —Eso también. Soy irresistible y encantadora, no te puedes resistir a mi arrolladora personalidad —contestó, siguiéndole el juego.
 —Irresistible y encantadora para los tíos, cielo —comentó la loba—, ya sabes que conmigo no funciona, te conozco —después le señaló con la cabeza a un grupo de machos humanos que la devoraban con la mirada—. Céntrate en ellos, ya sabes que me van las relaciones más… masculinas.
 —Hey, que puedo ser muy masculina si me lo propongo, no me subestimes, loba. —Miró al otro lado de la barra y le reprochó—: Saluda a tu grupo de admiradores, Lyss, no seas desagradable, mira cómo te observan.
 —¿¡Pero les has visto!? —exclamó su hermana, indignada—. Si se ponen de perfil, desaparecen. Demasiado quebradizos y debiluchos, no me durarían ni un asalto.
 —¿No tienen bastante carne para ti? —le preguntó, con una sonrisa pícara y a la vez comprensiva.
 —No la suficiente, necesito donde sujetarme, Val, con un par de movimientos se les rompe la cadera, ¿recuerdas lo que le pasó al último? —Y después de decir la última frase soltó un suspiro resignado.

De pronto, impulsada por la canción, agarró del brazo a la loba y tiró de ella hacia la pista, sacándola de sus profundos y desdichados pasamientos.

 —¡¡¡¡Val!!!! Mi zumo… —le gritó, intentando coger el vaso de la barra.
 —Te pides otro… ¡¡Vamos!! Me encanta esta canción —gritó a su vez ella, haciéndose oír por encima del sonido de la música y sin soltarle el brazo.

Fiebre del Sábado Noche volvía a sonar por todo el local, no entendía que les había dado a todos ese año con la canción, pero a ella también le gustaba y estaba encantada de que la pusieran cada dos por tres. Se hicieron un hueco entre la multitud de humanos que bailaban en la pista y al momento tenían todas las miradas puestas en ellas; los machos las contemplaban con deseo mal contenido, disfrutando de los movimientos sensuales de las dos; las hembras les lanzaban miradas cargadas de odio, desairadas al haberles robado la atención masculina.
Eran las típicas consecuencias a pagar por ser mestizas; provocaban ese tipo de reacciones en los humanos, cautivados irremediablemente por su atractivo natural. Poseían una alta carga erótica que los atraía como un imán, aunque el atuendo que cubría sus cuerpos esbeltos también tenía mucho que ver; el conjunto de camisa corta y pantalón ajustado en cuero negro ayudaba bastante cada vez que los abrigos se abrían con una velada provocación en cada uno de sus sugerentes movimientos.
Ambas bailaban sin prestar atención ni a unas ni a otros. Los tíos intentaban acercarse a ellas, rozarse solapadamente contra sus cuerpos en un intento mal disimulado, pero sin mucha suerte en su objetivo. Con movimientos sensuales y eficaces, esquivaban cualquier tentativa por parte de ellos. Después de unos minutos, volvieron riendo a la barra, cansadas por el baile y las múltiples intentonas de sobeo.

 —Esto es para vosotras —comentó Rick, cuando se acercaron para pedirle una nueva ronda, dejando sobre la barra un zumo fresco y una cerveza helada.
 —Gracias, Rick. —Lyss cogió su vaso y le dio un trago mientras ella hacía lo propio con su botellín.
 —No me la des a mí, nena, sino a ellos. —Le guiñó un ojo y señaló hacia una pareja de machos idénticos—. Son vuestros anfitriones, los que os invitan a estas consumiciones.

Miraron hacia donde Rick les había indicado y levantaron las copas sonriendo cortésmente a modo de saludo, los gemelos hicieron lo mismo, esbozando una amplia sonrisa complacida.

 —¿Qué te parecen? —preguntó la loba girándose hacia la barra.
 —¿Son iguales? —Miró el contenido de su botella y lo olisqueó, por si portaba algún tipo de alucinógeno.
 —Son gemelos —respondió Lyss dándole un codazo en las costillas.
 —Están… apetecibles. A pesar de ser humanos —añadió con un suspiro.
 —¿El de la derecha o el de la izquierda?
 —Me da igual —le respondió, encogiéndose de hombros—, seguro que comparten mismos gustos, mismas cualidades...

No les dio tiempo a seguir debatiendo ya que los humanos se les acercaron por detrás. Entablaron una conversación corta y convencional, hicieron las presentaciones de rigor y después los acompañaron a la pista cuando las invitaron a bailar.
¿Qué mal podía hacerles un baile?
Además, los chicos eran encantadores, poseían un enorme atractivo y un magnetismo salvaje y sexual. Tenían unos labios carnosos que esbozaban una tímida sonrisa idéntica que contrastaba con sus miradas pícaras y verdosas que no les quitaba el ojo de encima. Poseían una complexión fuerte, producto de un ejercicio continuo en el gimnasio, y un trasero enfundado en unos vaqueros ajustados que atraía irremediablemente sus miradas y las tentaba a rozarlos y verificar si estaban tan duros como parecían estarlo. 
Después de la segunda canción, uno de los gemelos rodeó su cintura y se pegó a su espalda. Animado ante su falta de negativa, deslizó lentamente las manos por sus muslos hasta dejarlas distraído sobre sus caderas, guiándola con sus movimientos lentos e insinuantes. El tío iba muy rápido, sí, pero esa noche no le importaba. Se lo merecía, ¿no? Y ya había cumplido con sus obligaciones… era el momento de pasarlo bien.
Cerró los ojos y se apoyó sobre el amplio pecho masculino. Sintió sus músculos ondear contra su espalda; el cosquilleo anhelante de su cálido aliento resbalando sobre su cuello, acariciándolo suavemente; sus manos hambrientas recorriendo su cuerpo con impaciencia.
Miró hacia atrás, por encima de su hombro, hacia donde se encontraba Lyss, y ésta estaba tan cómoda como ella misma acompañada por la otra mitad de la pareja, dejándose seducir complacida. Se planteó acercarse para preguntarle cualquier tontería, sólo para fastidiarla e interrumpirla por puro deleite personal, pero lo dejó correr con una leve sonrisa cuando vio como el tipo abrazaba su cintura y ella se dejaba hacer, por extraño que eso pareciera.
Se olvidó de la loba y se dejó embaucar por la música, que sedujo sus sentidos, arrastrándola hacia un mar de fondo revuelto y embriagado por la cálida melodía, envuelta de una palpable sensualidad suficiente para encender el fuego de su cuerpo. El macho no dejó de acariciarla con dedos suaves, rozándola deliberadamente, desnudando nuevos rincones bajo su ropa. La intensidad de sus caricias fue subiendo hasta exaltar su deseo, tranzado rastros ardientes en su piel.
Bien, era la hora de marcharse.
Estaba harta del cerco masculino que las rodeaba, esperando que el trofeo fuera soltado para ser disputado de nuevo. Aunque intentaba ignorarlo, sentía las miradas ansiosas puesta sobre ella y su acompañante. Muchas cargadas de envida, otras de deseo, y las más de expectación, esperando que se lo montaran allí mismo.
Debía ser algo habitual en el local, que alguna pareja se dejara llevar por la pasión del momento, pero a ella no le iba el sexo en público. Le guiñó un ojo a la loba, un signo de complicidad que compartían, y se separó del cuerpo del humano, recibiendo una protesta baja de su parte.

 —¿Te vas? —preguntó éste sujetándola suavemente de una mano.
 —Sí —le respondió con una sonrisa seductora, mordiéndose el labio inferior con fingida coquetería.
 —¿Sola?
 —¿Te atreves a acompañarme, Ross? —le contestó, llamándolo por su nombre. Esbozó una pícara sonrisa y pasó una mano por el duro pecho masculino.

Al chico se le iluminó el rostro de anticipación y la siguió en silencio cuando comenzó a andar hacia la salida del local. Llegó hasta la moto y se detuvo a su lado.

 —¿Es tuya? —preguntó admirado, pasando la mano por el carenado.
 —Haces muchas preguntas —protestó ella. Se acomodó sobre el asiento, arrancó el motor y la hizo rugir—. ¿Subes? O me largo…

El macho subió detrás y se agarró a su cintura, pegándose completamente a su espalda. Ella aceleró, provocando que se pegara más a su cuerpo, y salieron del aparcamiento. Tenía un apartamento en la ciudad que utilizaba para ese tipo de encuentros, y puso rumbo a él. 
Como hacía cada noche, gustaba de disfrutar del aire fresco acariciando suavemente su rostro y solía dar un pequeño rodeo para gozar de ese pequeño placer, pero si además era acompañada... se convertía en toda una delicia. Era agradable sentir ese peso sobre su espalda, el calor que traspasaba su ropa y el cosquilleo del cálido aliento contra su cuello. Con una grata sonrisa, tomó una de las carreteras secundarias que llevaba hasta el otro punto de la ciudad y a su nuevo apartamento, que había comprado después de un impulso momentáneo tras verlo en una revista de casas de lujo.
El humano, atrevido por la audacia que le confería el deseo, metió la mano por debajo de su abrigo y comenzó a recorrer su espalda lentamente con la yema de los dedos, descendió por la curva de su cadera buscando el interior de sus muslos y los recorrió suavemente sin llegar a rozar su entrepierna; centro del calor que hacía vibrar sus sentidos. Abrió los botones de su abrigo de cuero y subió por su estómago plano, deteniéndose al borde de su camisa negra y metió la mano por debajo hasta llegar al montículo de su pecho. Frotó con delicadeza la palma de su mano contra el pezón, disfrutando de su textura y suavidad, hasta endurecerlo. Sonrió cuando ella se estremeció y soltó un jadeo ahogado; la sensación de su mano fría contra su piel caliente era deliciosa y el contraste de temperatura la hizo excitarse más aún de lo que ya estaba.
Ross sonrió de nuevo, satisfecho, y abandonó la redondez bajo la prenda para descender hacia la cinturilla del pantalón, introduciendo la mano en el interior buscando el núcleo de su humedad.
«¡Joder!, si sigue así no voy a ser capaz de llegar a casa», pensó, exhalando un gemido ronco.
Aminoró la velocidad y se salió de la carretera, agradeciendo mentalmente su excelente visión nocturna. Apagó los faros, el motor y dejó deslizarse la moto bajo el efecto de la inercia. Frenó para detenerla cuando estuvieron lo suficientemente alejados de la calzada y se bajó del sillín, seguida de cerca por el humano.

—¿Aquí? —preguntó él, entre complacido y sorprendido.
—¿No te gusta el lugar? ¿O tienes frío? —respondió, mordiéndose el labio inferior mientras terminaba de abrir los botones de su abrigo.
—¿Me estás provocando? —Ross se acercó lentamente, con la mirada encendida y una sonrisa hambrienta.
—¿Lo estoy consiguiendo? —le preguntó, apoyándose contra una muralla vieja medio derruida y abriendo por completo su abrigo. Colocó las manos en las caderas y le permitió una panorámica perfecta de su cuerpo.

El macho reaccionó al instante —como esperaba —, se relamió los labios y acortó los metros que los separaba, esgrimiendo una mirada depredadora, hasta acabar pegado a su presa, recorriéndola con las manos mientras besaba su boca con urgencia. Mordisqueó sus labios, delineó su contorno y los lamió con firmeza, saboreando su sabor dulzón y extasiado por el sutil aroma de su piel.
«¡Mierda! Este tipo sabe cómo usar la lengua, espero que su gemelo sepa hacer los mismos trucos».
El pensamiento acudió a su mente como un ramalazo fugaz, suponiendo que la loba se encontraba en una situación muy parecida a la suya. Sonrió y le pasó las manos por el cuello, pegándolo más a ella e instándolo a deleitarse en su interior y recorrer con su lengua cada rincón. Pero el joven abandonó su boca para descender por su cuello, dejando un rastro húmedo de pequeños mordiscos sobre su piel. Llegó hasta la elevación de sus pechos, y haciendo saltar los botones la camisa de un tirón, pasó a devorarlos con avidez.

—Eh… Te has cargado mi camisa —protestó ella, recibiendo sólo un gruñido animal como respuesta.

Ross acalló sus protestas con su boca, lamiendo y mordisqueando el pezón erecto mientras deslizaba una mano por el interior del pantalón buscando el calor de su entrepierna. Sus dedos la hicieron jadear y se olvidó de todo lo que no tuviera que ver con los estragos que los labios y las manos de Ross provocaban en su cuerpo.
Tiró de su cazadora de piel hasta quitársela, le subió el jersey hasta la mitad del abdomen, apremiada por la necesidad de sentir su piel, y delineó con las uñas los músculos de su amplia espalda. El macho gimió, atrapando de nuevo su boca y abandonó la delicada figura femenina para desbrochar con impaciencia su propio pantalón. Con un movimiento rápido, ella se desprendió del suyo y tiró de él, acercándolo y quedando prisionera contra la fría pared y la calidez de su cuerpo. Un escalofrío recorrió su columna y la obligó a arquease contra su amante. Sintió la cálida humedad que mojaba su ropa interior, el calor pulsante y latente que sacudía su vientre bajo y la necesidad apremiante de sentirlo en su interior. Alzó los brazos con creciente urgencia para sacarle el jersey por la cabeza y una de sus dagas cayó al suelo rozándole el muslo desnudo.

—¡Joder! —masculló, contrariada por ese pequeño percance.
—¿Qué? —preguntó Ross, lamiendo la línea de su cuello.
—Nada —le respondió mientras intentaba llegar al arma y acercarla disimuladamente con un pie.
—¿Qué es eso? —preguntó él siguiendo con la mirada su ridículo movimiento.
—Nada —repitió de nuevo.
—¿Es un cuchillo? —La sorpresa sonó en el tono excitado y extraño de su voz.
—No, es mi… Hmmm, ¿quieres centrarte? —Metió la mano dentro de su pantalón y jugó con su palpitante virilidad, consiguiendo de inmediato toda su atención y obligándolo a olvidarse de la daga.

Ross alcanzó sus nalgas, las acarició y amasó con las manos, hasta que la alzó del suelo, y —apoyándola contra la piedra— la embistió con fuerza, disfrutando durante unos segundos de la estrecha cavidad que lo acogió con complacencia. Sin poder aguantar más el anhelo que lo sacudía,  arremetió con movimientos rápidos para hacer una pausa y continuar con suavidad, aumentando la intensidad para ajustarse a los deseos de ella, que lo apremiaba a ir más rápido para después volver a disminuir, disfrutando juntos del placer de las sensaciones que los dominaba y estremecía.
Echó la cabeza hacia atrás, arqueándose contra él, provocando una mayor unión y fricción. Se vio forzada a abrazarse a los hombros anchos del humano para resistir los duros envites, acarició su nuca y entremetió los dedos en su cabello oscuro mientras lo instaba a no abandonar las caricias que sus labios dedicaban a su cuello, erizándole la piel.
Tras unos minutos de ardiente desenfreno, el éxtasis recorrió sus cuerpos hundiéndolos bajo la fuerza de una ola de placer, dejándolos jadeantes y sudorosos el uno sobre la otra, obligándolos a permanecer quietos durante unos segundos, sumidos en el letargo provocado por el intenso orgasmo.
Después de unos minutos, cuando el ritmo agitado de sus corazones se tranquilizó, el macho la dejó sobre el suelo y se alejó de su cuerpo con una sonrisa satisfecha en la boca mientras se abrochaba los pantalones. Se agachó para recoger su jersey y la cazadora y ella aprovechó el momento para colocarse su pantalón de cuero con un movimiento tan rápido que fue imperceptible para el ojo del humano.

—¿Cómo has hecho eso? —preguntó él, sorprendido por segunda vez esa noche después de haberse puesto el jersey.
—No preguntes —le respondió mientras recogía su daga y la guardaba en el interior de su abrigo dándole la espalda.
—Pero…
—Chissss. —Se giró para encararlo, se acercó despacio a él y le puso un dedo sobre los labios—. Te he dicho que preguntas demasiado.
—¿Nos vamos? —preguntó Ross cuando la vio acercarse a la moto.
—Sí.
—¿A tu casa? —preguntó ilusionado pensando en otra sesión de sexo más cómoda, duradera y agotadora.
—No.
—¿Entonces? —inquirió decepcionado.
—A la tuya. —Arrancó la moto y montó sobre ella.
—¿A la mía? —preguntó sin entender—. No sé si es buena idea… Dijiste que íbamos a la tuya —protestó.
—Eso fue antes —contestó con un suspiro.

«¡Dios! ¿Este humano ha perdido todas las neuronas después del esfuerzo?», pensó con ironía.

—¿Subes? ¿O prefieres volver andando? —demandó, esperando su respuesta. Después de unos segundos, el macho subió detrás con resignación y se pegó a su cuerpo—. La dirección —le pidió—, y mantén las manos quietas si no quieres que te haga bajar —le advirtió.

Siguiendo las indicaciones del joven, condujo en dirección al centro de la cuidad. El tráfico se había reducido notablemente y sonrió agradecida. Algunos locales estaban cerrados, y los que no, estaban a punto de hacerlo.
Buena hora para volver a casa.
Sólo le llevó unos minutos llegar al lugar indicado, detuvo la moto ante el portal de un edificio de estructura moderna, alto y acristalado, y esperó a que Ross bajara. Lo hizo antes de que se lo dijera y aguardó esperanzado a que ella lo acompañara con una sonrisa ladeada en sus labios.

—¿Subes a mi casa? —preguntó finalmente, comprobando que ella no hacía nada por bajarse de la moto. Quizás Brian, el chico que compartía apartamento con ellos, no estuviera en casa con sus amigotes.
—Esta noche no… quizás la próxima vez —le contestó.

Lo sujetó por el cuello del jersey y lo atrajo hacia ella, atrapó su boca y le regaló un beso suave y sensual mientras le borraba los recuerdos, permitiéndole conservar los de la apasionada cita. Cuando se volvieran a encontrar, no la recordaría, pero ella sabía que ese no iba a ser su único encuentro. Para ser humano, tenía fuerza y resistencia, aunque hiciera demasiadas preguntas. Pero lo suplía con entusiasmo, ardor, ímpetu, fogosidad…
Todas excelentes cualidades que ella apreciaba.
Aceleró un poco la moto dejando allí a Ross con una expresión de felicidad en el rostro, pero incapaz de recordar por qué y con quien había tenido tan grato intercambio. A través del espejo retrovisor lo vio caminar lentamente y entrar en el interior del edificio, entonces dio más puño, perdiéndose inmediatamente en la noche en dirección a la Mansión.
Sin duda, ese polvo había sido lo que necesitaba para terminar una noche perfecta; la adrenalina de la lucha, el calor de la música y el desenfreno del sexo.
Una combinación insuperable y altamente adictiva, y que esperaba repetir en la mayor brevedad posible.

7 comentarios:

  1. El relato está genial, como todo lo que escribe Val. Soy su fan nº1, así que ya tiene mi voto y mi comentario.

    Mucha suerte, preciosa!

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  2. Muchisimas gracias por subir la historia, wapa, besotessssssssss, y suerte al resto de participantes ;)

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  3. Me gustó este relato, aunque al principio como que no encontraba el hilo :s pero en el intermedio me tenías prendada al ordenador, pese a su arrogancia, Val me encantó, debería haber una continuación!!!
    Suerte!!!

    ^_^

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  4. Graciassssss, me alegro que os haya gustado, jejeje

    Ainnnnns, que ilu, jijiji


    Nina-Neko, para entender el carácter de Val, habría que leer el resto de historias que tengo escrita con ella, es un personaje con el que llevo escribiendo tres años, jajaja, ésta era solo una de las muchas situaciones que he escrito en ese tiempo, jaja

    Me alegra mucho que te haya tenido agarrada al ordenador, no sabes como me emocionan tus palabras... ;)

    Si quieres leer algo mas de ella, estás invitada a pasar por mi blog, allí tiene sección propia y puedes encontrar mas cosillas, jeje

    Besotessssssssssss

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  5. Guauuuu está genial!!! me encantó y más saber que los gemelos al final siguen con ellas ;D
    que dialogos mas entretenidos! las dos chicas son estupendas!:D

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  6. Graciassssssssssss, Nenina, siento no haber pasado antes a agradecer tu comentario.

    Besotesssssss

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