Esta historia le pertenece a María en su blog “Letras de hielo yfuego”
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios.
Este capítulo contiene algo de LEMON
HAMBRIENTOS DE DESEO
Summary: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él... que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan.
CAPITULO 10
Adaptación
El aire de la montaña era fresco, y la respiración de Jacob formaba nubes blancas de vaho mientras caminaba en círculos, lentamente, observando la escena con su agudeza de Cazador y sintiendo la ira de su parte humana por la crueldad del crimen.
Todo estaba lleno de sangre y pedazos de carne, como en una película de terror. Y sin embargo, había un orden extraño en los restos.
Jacob había visto mucha muerte y destrucción a lo largo de su vida, pero aquello era distinto; una especie de crimen ritual, sin el frenesí habitual de la ferocidad de un lobo. Conocía a los de su raza y sabía lo que podían hacer cuando se dejaban llevar por sus instintos animales. Sin embargo, la escena del bosque no tenía nada que ver con eso.
Aquello respondía a un plan desarrollado y ejecutado minuciosamente. Había algo más que el simple anhelo de carne humana; algo oscuro y tan terrorífico que hasta él se asustó. Y por la expresión de Carlisle y de Charlie, supo que sentían lo mismo.
Se arrodilló, alcanzó un puñado de tierra y se lo acercó a la nariz. El olor ácido era tan fuerte que los ojos le empezaron a llorar.
—¿Es el mismo olor que encontrasteis en los otros cadáveres?
Charlie se frotó la nunca.
—No exactamente, pero por lo que he podido comprobar, aquí tenemos un grupo entero. Hay huellas de licántropos por todas partes —explicó—. Parece que la mataron hace varias horas, en algún momento de la tarde.
—Entonces, ya conocemos a los culpables. Son los únicos que pueden transformarse de día —dijo Jake.
—Sí, pero no la mataron entre todos. Fue uno, uno solo —declaró el irlandés, que se había apoyado en el tronco de un pino—. Y no tiene las características típicas de un festín, sino de una carnicería calculada.
Charlie asintió y respiró a fondo.
—Eso significa que los demás se limitaron a mirar…
—En efecto —dijo Carlisle—. Lo cual nos lleva a otra pregunta: ¿James fue el ejecutor o un simple espectador de la matanza?
Jacob se levantó y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.
—Seguro que fue el ejecutor. ¿Habéis encontrado algún tipo de identificación? ¿El bolso de la víctima? ¿Quizá una cartera?
—No, nada de nada —respondió Charlie—. Hemos registrado la zona mientras te esperábamos, pero sólo hemos encontrado su ropa.
Carlisle contempló los restos de la mujer. Su sonrisa generalmente sarcástica había desaparecido, sustituida por un gesto que se parecía a la compasión.
—Sospecho que era una monada —dijo el irlandés.
Jacob sacó su paquete de cigarrillos.
—Me pondré en contacto con Jason y veré si se ha dado parte de alguna persona desaparecida —comentó Charlie.
Jason era humano, un agente del FBI. Colaboraba con ellos desde que su hermana se había casado con uno de los Crestas Plateadas, y su ayuda había sido determinante en muchos casos.
—En fin, me vuelvo a casa —dijo Jacob.
En ese momento, sonó su teléfono móvil. Jacob lo sacó de la chaqueta y frunció el ceño al ver la pantalla.
—¿Qué diablos quieres, James?
—Era una chica preciosa. Ojala hubieras estado presente cuando todavía respiraba… fue todo un espectáculo.
James soltó una carcajada cruel.
—Toda la zona apesta a ti, James. Deberías bañarte de vez en cuando.
—Ja, ja, ja —se burló—. Esto debe de ser duro para ti, Black, pero no puedes salvarlas a todas.
—¿Por qué huyes, miserable cobarde? —dijo, intentando provocarlo—. ¿Tienes miedo de enfrentarte a mí?
James hizo caso omiso de la provocación.
—Era una chica tan dulce… sabía a miel. Me recordó a tu mujercita.
El silencio de Jacob fue tan revelador que James volvió a reír.
—Ah, vaya, así que la quieres de verdad. Me alegro sinceramente, Black. Ahora que lo sé, matarla será mucho más satisfactorio.
—Para eso, tendrás que pasar por encima de mi cadáver, James. Y si yo caigo, tú caerás conmigo.
—Tu arrogancia será tu caída, Black. Ni puedes controlar el destino ni me puedes controlar a mí. Ella ya es mía. ¿No se te ha ocurrido que podría estar delante de tu cabaña, mirándola a través de las ventanas? Es muy delicada, pero estoy seguro de que se puede comportar como un animal. Hay algo verdaderamente salvaje en ella… Aunque supongo que tú lo sabes de sobra.
Jacob sintió un pánico repentino. Cortó la comunicación, se guardó el móvil y se concentró en encender un cigarrillo, protegiendo la llama del viento, mientras intentaba controlar el temblor de sus manos.
El aroma del tabaco llenó sus sentidos. Dio una calada larga, con la intención de que le tranquilizara un poco. Pero fue inútil. Tenía miedo por Renesmee. Un miedo feroz, profundo.
Dio una segunda calada y se giró hacia sus compañeros.
—Era James —dijo.
Charlie señaló el cadáver y preguntó:
—¿Te ha dicho si ha sido él?
—Ya conoces a James. Le encantan los juegos psicológicos —respondió—. Pero sí, seguro que ha sido él.
—¿Sabéis lo que creo? —intervino Carlisle.
—Lo vas a decir de todas formas, así que suéltalo —dijo Jacob, impaciente.
—Ya habrás notado que la víctima tenía el pelo rojo —murmuró el irlandés—. James está tan obsesionado contigo, que deberías dejar a tu mujer en nuestras manos.
—No sigas por ese camino, Carlisle —bramó Jacob, con ira—. Éste no es momento para estupideces.
El irlandés lo miró con seriedad.
—No me malinterpretes, Black; sólo intento ayudar. Si te alejas de Renesmee y la dejas a nuestro cuidado, cabe la posibilidad de que James se olvide de ella. Además, estarías menos preocupado y te podrías concentrar en la persecución de ese cerdo. Si no recuerdo mal, es lo que siempre has querido… relaciones fáciles, sin ninguna atadura emocional.
—Carlisle… —le advirtió Charlie.
Jacob apagó el cigarrillo contra el musgo de un árbol y dijo:
—Una palabra más, Carlisle, y lo lamentarás amargamente.
—Sólo es una propuesta amistosa, Black, de un colega a otro. Te diría que la dejaras al cuidado de Charlie, pero la mataría de un susto si le diera por transformarse; y en cuanto a Clerwater, no está en condiciones de cuidar de nadie. Yo soy la mejor opción —afirmó con una sonrisa maliciosa—. Y francamente, no me importa en absoluto. Parece una mujer muy… divertida.
—Tú lo has querido, maldito canalla…
Charlie intentó interponerse entre los dos, pero Jacob se movió con tanta rapidez que derribó al irlandés antes de que pudiera impedirlo.
Cayeron al suelo y rodaron sobre la hierba. El bosque se llenó con el sonido feroz de la batalla.
Casi una hora después, Jacob aparcó el todo terreno delante de la cabaña. Le dolía todo el cuerpo.
El cielo nocturno estaba despejado, sin más luz que la de la luna amarilla que se alzaba a poca altura, alargando de tal modo las sombras de los árboles que parecían gigantescos. Era una noche preciosa, que habría preferido pasar con Renesmee en lugar de dedicarla a la investigación de un crimen y a una pelea con Carlisle.
Albergaba la esperanza de relajarse al llegar a casa, pero todavía estaba enormemente preocupado cuando salió del vehículo. Además, tenía la inquietante sensación de haber dejado un cabo suelto en algún lado.
Molesto, se recordó que no podía permitirse el lujo de dejarse dominar por las emociones. No tenía tiempo para eso. James estaba tan loco que era capaz de hacer cualquier cosa. Sabía que atacaría más tarde o más temprano, y también sabía que, cuando atacara, él estaría allí para detenerlo, para acabar de una vez por todas con la vida de aquel desgraciado.
Desgraciadamente, James sólo era una pieza menor del rompecabezas. Alguien lo estaba utilizando para conseguir un objetivo que Jacob desconocía, lo cual le sacaba de quicio. Había demasiadas posibilidades. Y el riesgo era enorme.
Después de una noche tan sucia, necesitaba algo limpio, algo puro. Necesitaba a Renesmee. Necesitaba su frescura, la llama que ardía en su interior.
La deseaba con todo su ser. Quería introducirse en ella y aprender todo lo que pudiera de sus gustos; que la hacía reír, qué la excitaba, qué la hacía llorar. Quería saberlo todo. Hasta el último de los detalles.
Pero alguien se la quería arrebatar.
Y no lo permitiría.
La encontró tumbada, de lado, en la cama del dormitorio. Tenía la cabeza apoyada en una mano mientras con la otra sostenía un libro. Su largo cabello caía sobre el almohadón y sus rizos rojizos brillaban bajo la luz de la lámpara de la mesita.
Al oírlo entrar, ella se movió, lo miró con aquellos ojos verdes y se quedó horrorizada.
—¿Qué te ha pasado?
Renesmee se levantó, pero no caminó hacia él. Dudó, como si no supiera si abrazarlo o mantener las distancias.
Jacob se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de una silla.
—Nada, una pequeña diferencia con el irlandés.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Te has peleado con Carlisle?
—No ha sido para tanto. Sobreviviré.
Renesmee miró la herida que tenía en el pómulo, la hinchazón de un ojo y la sangre en la comisura de la boca.
—¿Que no ha sido para tanto, dices? —preguntó, arqueando una ceja—. ¿Os habéis vuelto locos?
—Las peleas son relativamente habituales entre los nuestros. Alivian la tensión y evitan que nos matemos.
—Bueno, dime al menos que Carlisle ha quedado tan mal como tú…
Jacob rió.
—Creo que Charlie se lo ha tenido que llevar a casa —dijo.
—Hombres… —declaró ella, con exasperación.
Jacob se apoyó en la cómoda y empezó a desatarse los cordones de las botas.
—Me sorprende que sigas despierta.
Renesmee dejó el libro y sus gafas en la mesita de noche.
—Por supuesto que sigo despierta —murmuró—. ¿Cómo iba a dormir estando tan preocupada? Te marchaste sin despedirte y Seth no sabía cuándo ibas a volver, así que…
—Lo siento, Ness. No pretendía preocuparte. Debería haberte llamado.
Jacob se estremeció. La idea de que Renesmee se hubiera quedado despierta por él le emocionaba profundamente.
—Me alegra que hayas vuelto de una pieza. Bueno, casi de una pieza —ironizó.
—Necesito una ducha.
Jacob la miró un momento y añadió:
—¿Quieres ducharte conmigo?
Ella se quedó en silencio. Jacob esperó la respuesta durante unos segundos que se le hicieron eternos. Por fin, Renesmee sonrió con timidez y habló.
—Sí.
Aquel monosílabo bastó para dejar a Jake sin aliento. Parpadeó, sorprendido, y tuvo que controlarse para no abalanzarse sobre ella. Se giró y caminó hacia el cuarto de baño. Encendió la luz y ajustó la intensidad hasta que quedó en un destello dorado que borró las sombras.
Fue dolorosamente consciente de la presencia de Renesmee a sus espaldas, cada vez más cerca. Se sintió como el Lobo Feroz engañando a Caperucita Roja.
—Sigo sin entender qué ha podido decir el irlandés para que os pelearais —dijo ella, en voz baja.
Jacob abrió el grifo de agua caliente de la ducha. Renesmee llevó las manos a su camiseta y tiró hacia arriba, para quitársela.
—¿No te lo imaginas? —preguntó él.
Cuando él se quitó la prenda del todo, ella le acarició el pecho y los músculos del abdomen. Lo miraba con tanta admiración que Jacob pensó que sus largas y agotadoras horas de ejercicio habían merecido la pena.
—¿Ha sido por lo que ha pasado esta tarde en la cocina?
—Olvídalo, Ness. Carlisle disfruta molestándome. Sólo es eso.
Jacob supo que Renesmee no se lo había creído; pero afortunadamente, dejó de insistir.
—¿Seguro que te sientes cómoda en esta situación? Haremos lo que quieras hacer, Ness, nada más. Sólo quiero estar contigo.
—Jacob…
—No pretendo que hagamos el amor. Es que esta noche necesito dejar de pensar en cosas terribles… quiero estar a tu lado, sentir el calor de tu cuerpo y saber que te encuentras bien, que estás viva.
—De acuerdo.
Renesmee se empezó a desnudar.
Él se quedó hechizado mientras ella se llevaba las manos al primer botón de los vaqueros, que desabrochó. El corazón de Jacob se fue acelerando, poco a poco, con cada botón. Se aceleró tanto que tuvo miedo de desmayarse y hacer un ridículo espantoso.
Renesmee se quitó después los brazaletes, el sostén y, por último, el vaquero ya desabrochado y las braguitas, de color oscuro. Todo en ella lo excitaba, hasta los dedos de sus pies. Quería llevar la boca a sus tobillos, a sus pantorrillas, a sus muslos, a todas partes. Ardía en deseos de probar todas sus texturas y sus sabores.
Renesmee era la suma de todas las fantasías de Jacob.
Y era suya.
Con dedos temblorosos y respiración entrecortada, Renesmee le ofreció la visión de su cuerpo desnudo, sintiéndose como si estuviera vendiendo su alma al diablo. Había tenido mucho tiempo para pensar, muchas horas para preocuparse por él y preguntarse si volvería a casa sano y salvo.
Su aparición había eliminado hasta el último resto de sus dudas e incertidumbres. Ya no le importaba nada salvo él y su propio deseo. Por fin, había comprendido que debía dar un paso adelante; y aunque tenía miedo, lo hizo. Pero ahora tenía un problema; en ese mismo instante, supo sin lugar a dudas que se había enamorado de Jacob.
No lo amaba porque fuera guapo y sexy y la protegiera de monstruos como James. Lo amaba porque era él, tal cual, todo fuerza y energía por fuera y sensibilidad por dentro; una combinación irresistible de caos y tranquilidad, de complejidad y sencillez. No era un hombre perfecto, ni falta que hacía.
Dio un paso adelante y puso las manos en su pecho. La voz de Jacob sonó levemente quebrada.
—Te deseo más que a nada en mi vida. Te deseo con toda mi alma, Renesmee.
Renesmee se limitó a mirarlo, embriagada por su mirada de deseo.
—Quiero nadar en tus pensamientos, Ness, saberlo todo de ti. Y me da miedo, porque sé que nunca sabré lo suficiente. Es como una adicción… aumenta con el tiempo y no hay cantidad que le satisfaga. ¿Qué diablos puedo hacer?
Renesmee se preguntó cómo era posible que un hombre pareciera tan bello y tan duro a la vez.
—¿Crees que nos gustamos por una simple cuestión de química?
—Olvídate de la química, Ness. Es por ti. Me vuelves loco.
—¿Y no te gusta?
—Lo que no me gusta es otra cosa… Pensar que huirás de mí a la menor oportunidad que se te presente.
Renesmee se sobresaltó. Nunca habría imaginado que Jacob, aquel hombre seguro, dominante, firme, se sintiera vulnerable por su culpa. Tenía miedo a perderla; y eso significaba que debía de sentir algo por ella.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque sabes lo que soy y, más tarde o más temprano, lo verás. Dudo que un monstruo encaje en tu ideal de perfección.
—No me hagas esto, Jacob, no retuerzas mis palabras de ese modo. Sabes muy bien que yo no me refería al aspecto físico de alguien, sino a los sentimientos de su corazón. Quiero un hombre que me ame —declaró, estremecida—. Un hombre que no tenga miedo de admitir su amor.
Jacob tragó saliva.
—¿Y si no puedo ser ese hombre?
Jacob la miró con una expresión tan torturada que ella tuvo que cerrar los ojos por miedo a perder el control y romper a llorar. Aquel hombre tenía la extraña habilidad de conjurar sus emociones más profundas.
Abrió los ojos, le puso una mano en la mejilla y respondió:
—Entonces, me contentaré con saber que te pertenezco, Jacob, que soy tuya.
«Soy tuya».
Jacob esperó, imaginando que le preguntaría si él también era de ella; pero no se lo preguntó.
Su plan de evitar un compromiso emocional con Renesmee estaba saliendo bien; lamentablemente, en lugar de sentirse contento por ello, sentía una mezcla de incomodidad y pánico. Se había llegado a convencer de que sólo necesitaba una relación sexual y en ese momento tenía la impresión de estar destrozando algo precioso; como si le hubieran puesto un objeto cálido, suave y bello en la palma de la mano y él lo estrujara sin darse cuenta.
Renesmee se le iba a entregar aquella noche, pero Jacob quería más, necesitaba más, ansiaba mucho más. No tenía más anhelo que el de abrirla por dentro, metafóricamente, y dejarla tan desnuda ante él que pudiera ver todas sus emociones, todos sus pensamientos y todos sus secretos.
Pero había algo más importante. Quería oírle decir que estaba enamorada de él.
—Quiero hacer el amor contigo, Ness. Quiero tenerte debajo de mí y demostrarte cuánto… cuánto me importas.
Ella le dedicó una sonrisa trémula.
—Acércate, Jacob, por favor. Acércate a mí.
Él gimió y se acercó a ella.
—Te haré sentir tan bien… —le prometió—. Siempre cuidaré de ti, Renesmee, te lo prometo.
Jacob quería decir muchas otras cosas; pero de momento, no era capaz de atreverse a más.
Se ducharon juntos. Estaban nerviosos, ansiosos por terminar y dirigirse a la cama, porque él se había negado a tomarla contra la fría pared de la ducha. No quería que su primera experiencia fuera así. No aquella noche. Ya tendrían más ocasiones en el futuro.
Quería que la primera vez fuera especial para ella.
Contempló su rostro bajo el agua, hechizado por su belleza, y le acarició la mejilla y el hoyuelo de la base de su garganta. Le maravillaba tanto y estaba tan perdido en ella que no la entendió cuando Renesmee rompió el silencio.
—¿Qué has dicho?
—Te he preguntado si siempre me sentiré así contigo.
—No lo sé. Sólo sé que te deseo tanto que casi no puedo respirar. Te quiero más que a mi propia vida.
Jacob cerró el grifo de la ducha y la llevó a la cama. Quería ser dulce con ella, pero no era fácil. Su deseo era demasiado urgente y visceral. Quería darle tanto placer como pudiera sentir. Quería rendirla de deseo, contemplar su rubor y su boca entreabierta mientras la penetraba.
En cuanto llegaron, la posó sobre las frescas y tersas sábanas.
—Ness, te prometo que tendré cuidado. Pero ya no puedo esperar más.
—Me alegro, porque no quiero que esperes.
Renesmee lo abrazó y se estremeció cuando se movió sobre ella, le separó los muslos y sintió el roce de los senos contra su pecho.
Jacob aspiró el aroma de su cabello y le introdujo una mano entre las piernas para situar su sexo, duro y grande, contra la abertura hinchada del cuerpo de Renesmee. Al sentir su humedad, sintió un placer inconmensurable. Después, apretó los dientes para controlar la exquisita sensación, flexionó los músculos y empujó.
Mantuvo los ojos abiertos, contemplando la cara de su amante. Por fin, rompió su resistencia y la penetró. Renesmee soltó un suspiro que lo volvió loco de placer.
Jacob se movió de nuevo, entrando un poco más en ella.
—Renesmee…
Renesmee le oyó pronunciar su nombre mientras echaba la cabeza hacia atrás y se dejaba llevar por la oleada de sensaciones. Era tan increíblemente hermoso que le parecía casi imposible. En ese preciso momento, Jacob formaba parte de ella, parte de su ser. Pero, por increíbles que fueran las sensaciones, Renesmee fue consciente de los esfuerzos de Jacob por mantener el control.
Notaba la tensión de su cara y de sus hombros. Era evidente que tenía miedo de hacerle daño. Quería ser cuidadoso con ella, pero ella no quería que lo fuera.
—Jacob —murmuró—. Basta…
Él gimió y se quedó muy quieto.
—¿Te estoy haciendo daño? —preguntó, preocupado.
Ella rió con dulzura.
—No, no, sólo quiero que dejes de contenerte. Relájate. Te aseguro que no estoy hecha de cristal.
Él le dedicó una mirada llena de hambre.
—¿Quieres más? —preguntó con voz ronca—. Dilo entonces, Renesmee. Dímelo.
—Sí —susurró, estremecida—. Quiero más, Jacob. Te quiero a ti, Jacob. Te quiero entero, todo.
—Esto puede ser peligroso, Ness.
—Pero sé que me voy a sentir tan bien…
—Desde luego.
Jacob se movió en el interior de su cuerpo y contempló sus reacciones.
—Sabía que contigo sería diferente —añadió.
Bajó la cabeza y la besó en la boca, haciéndole sentir la fuerza de su deseo. Ella soltó un gemido de placer y le acarició la piel de los hombros antes de llevar las manos a su cabello.
—No me alejaré nunca de ti, Ness. Nunca.
Le agarró las manos, le puso los brazos por encima de la cabeza y le acarició las muñecas con los pulgares mientras la miraba a los ojos. Estaba tensa, pero también muy húmeda. Jacob se empezó a mover con más fuerza, completamente dentro de su cuerpo.
Se detuvo unos segundos, haciéndole sentir la solidez y la potencia de su sexo; después, retrocedió y le regaló otra acometida profunda. Repitió los movimientos una y otra vez, hasta que la llevó al límite y Renesmee soltó un grito y alcanzó el orgasmo. Entonces, Jacob emitió un sonido casi animal y aceleró el ritmo.
La estaba volviendo loca. Seguía adelante sin pausa, provocándole espasmos incontrolables. Renesmee abrió las piernas tanto como pudo, dividida entre el deseo de pedirle más y el de rogarle que se detuviera, porque ya no tenía fuerzas, porque el placer era tan intenso que no podía resistirlo.
—Aún no —dijo él—. Dame otra vez tu placer, Ness. Deja que vuelva a sentirlo.
—No puedo… —dijo ella, casi sollozando—. No puedo…
—Sí, por supuesto que puedes.
—Jacob…
Renesmee pronunció su nombre como un ruego, aunque no sabía qué estaba rogando.
Clavó los dedos en su espalda y admiró la belleza de su piel, que le pareció de color dorado bajo la luz de la lámpara.
—Jacob… —repitió.
—Lo sé. No te resistas, Ness. Dame tu placer.
Él cambió de posición y subió un poco para acceder mejor a ella, apretándose contra sus senos y sujetándole las piernas. Renesmee no podía hacer nada salvo dejarse llevar. No tenía refugio, lugar donde esconderse.
Las sensaciones se fueron sucediendo, una tras otra, profundizando capa a capa, como pinceladas de pintura en un lienzo, creando algo brillante, nuevo y completamente sorprendente.
Algo que era suyo, de Renesmee.
Algo que ya amaba con todo su ser.
—¡Renesmee!
El grito de Jacob sonó ronco y animal, como surgido de las profundidades de su alma. El orgasmo había sido tan intenso que se sentía, al mismo tiempo, destrozado y más entero que nunca. Y un segundo después, cuando ella volvió a alcanzar el clímax y le hizo sentir la fuerza de sus convulsiones, creyó que la cabeza le iba a estallar.
—Dios mío —dijo—, un poco más y me matas…
Ella rió, feliz.
—Eres increíble, Renesmee. Me has dejado sin fuerzas, pero quiero hacerlo otra vez… aunque antes tendré que recuperar el resuello.
Le soltó las piernas y se tumbó sobre ella, sonriendo. Había sido la experiencia sexual más satisfactoria de su vida, pero lo que sucedió después le dejó una huella mucho más profunda: cuando admiró su cuerpo, cuando aspiró su aroma y contempló toda la belleza de su ser, se dio cuenta de que la quería con locura, por dentro y por fuera.
—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó ella.
—Necesito… necesito que confíes en mí, Ness —dijo él, mirándola con una expresión casi solemne—. Puedes confiar en mí. Eres mi pareja.
—¿Ser tu pareja significa que debo confiar en ti, Jacob?
—Yo no te traicionaría nunca, Ness. Ni por nada ni por nadie.
Ella frunció el ceño.
—Ni me harías daño… —dijo.
—No, por supuesto que no te haría daño.
Jacob deseó que Renesmee pudiera ver en su interior. Lo que ella buscaba estaba allí, dentro de él, pero no sabía cómo expresarlo.
Sin embargo, se lo podía demostrar. Y durante aquellas horas largas, oscuras, excitantes, presentó su caso con el argumento de la piel contra la piel, del deseo contra el deseo.
Una y otra vez.
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Todo estaba lleno de sangre y pedazos de carne, como en una película de terror. Y sin embargo, había un orden extraño en los restos.
Jacob había visto mucha muerte y destrucción a lo largo de su vida, pero aquello era distinto; una especie de crimen ritual, sin el frenesí habitual de la ferocidad de un lobo. Conocía a los de su raza y sabía lo que podían hacer cuando se dejaban llevar por sus instintos animales. Sin embargo, la escena del bosque no tenía nada que ver con eso.
Aquello respondía a un plan desarrollado y ejecutado minuciosamente. Había algo más que el simple anhelo de carne humana; algo oscuro y tan terrorífico que hasta él se asustó. Y por la expresión de Carlisle y de Charlie, supo que sentían lo mismo.
Se arrodilló, alcanzó un puñado de tierra y se lo acercó a la nariz. El olor ácido era tan fuerte que los ojos le empezaron a llorar.
—¿Es el mismo olor que encontrasteis en los otros cadáveres?
Charlie se frotó la nunca.
—No exactamente, pero por lo que he podido comprobar, aquí tenemos un grupo entero. Hay huellas de licántropos por todas partes —explicó—. Parece que la mataron hace varias horas, en algún momento de la tarde.
—Entonces, ya conocemos a los culpables. Son los únicos que pueden transformarse de día —dijo Jake.
—Sí, pero no la mataron entre todos. Fue uno, uno solo —declaró el irlandés, que se había apoyado en el tronco de un pino—. Y no tiene las características típicas de un festín, sino de una carnicería calculada.
Charlie asintió y respiró a fondo.
—Eso significa que los demás se limitaron a mirar…
—En efecto —dijo Carlisle—. Lo cual nos lleva a otra pregunta: ¿James fue el ejecutor o un simple espectador de la matanza?
Jacob se levantó y se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros.
—Seguro que fue el ejecutor. ¿Habéis encontrado algún tipo de identificación? ¿El bolso de la víctima? ¿Quizá una cartera?
—No, nada de nada —respondió Charlie—. Hemos registrado la zona mientras te esperábamos, pero sólo hemos encontrado su ropa.
Carlisle contempló los restos de la mujer. Su sonrisa generalmente sarcástica había desaparecido, sustituida por un gesto que se parecía a la compasión.
—Sospecho que era una monada —dijo el irlandés.
Jacob sacó su paquete de cigarrillos.
—Me pondré en contacto con Jason y veré si se ha dado parte de alguna persona desaparecida —comentó Charlie.
Jason era humano, un agente del FBI. Colaboraba con ellos desde que su hermana se había casado con uno de los Crestas Plateadas, y su ayuda había sido determinante en muchos casos.
—En fin, me vuelvo a casa —dijo Jacob.
En ese momento, sonó su teléfono móvil. Jacob lo sacó de la chaqueta y frunció el ceño al ver la pantalla.
—¿Qué diablos quieres, James?
—Era una chica preciosa. Ojala hubieras estado presente cuando todavía respiraba… fue todo un espectáculo.
James soltó una carcajada cruel.
—Toda la zona apesta a ti, James. Deberías bañarte de vez en cuando.
—Ja, ja, ja —se burló—. Esto debe de ser duro para ti, Black, pero no puedes salvarlas a todas.
—¿Por qué huyes, miserable cobarde? —dijo, intentando provocarlo—. ¿Tienes miedo de enfrentarte a mí?
James hizo caso omiso de la provocación.
—Era una chica tan dulce… sabía a miel. Me recordó a tu mujercita.
El silencio de Jacob fue tan revelador que James volvió a reír.
—Ah, vaya, así que la quieres de verdad. Me alegro sinceramente, Black. Ahora que lo sé, matarla será mucho más satisfactorio.
—Para eso, tendrás que pasar por encima de mi cadáver, James. Y si yo caigo, tú caerás conmigo.
—Tu arrogancia será tu caída, Black. Ni puedes controlar el destino ni me puedes controlar a mí. Ella ya es mía. ¿No se te ha ocurrido que podría estar delante de tu cabaña, mirándola a través de las ventanas? Es muy delicada, pero estoy seguro de que se puede comportar como un animal. Hay algo verdaderamente salvaje en ella… Aunque supongo que tú lo sabes de sobra.
Jacob sintió un pánico repentino. Cortó la comunicación, se guardó el móvil y se concentró en encender un cigarrillo, protegiendo la llama del viento, mientras intentaba controlar el temblor de sus manos.
El aroma del tabaco llenó sus sentidos. Dio una calada larga, con la intención de que le tranquilizara un poco. Pero fue inútil. Tenía miedo por Renesmee. Un miedo feroz, profundo.
Dio una segunda calada y se giró hacia sus compañeros.
—Era James —dijo.
Charlie señaló el cadáver y preguntó:
—¿Te ha dicho si ha sido él?
—Ya conoces a James. Le encantan los juegos psicológicos —respondió—. Pero sí, seguro que ha sido él.
—¿Sabéis lo que creo? —intervino Carlisle.
—Lo vas a decir de todas formas, así que suéltalo —dijo Jacob, impaciente.
—Ya habrás notado que la víctima tenía el pelo rojo —murmuró el irlandés—. James está tan obsesionado contigo, que deberías dejar a tu mujer en nuestras manos.
—No sigas por ese camino, Carlisle —bramó Jacob, con ira—. Éste no es momento para estupideces.
El irlandés lo miró con seriedad.
—No me malinterpretes, Black; sólo intento ayudar. Si te alejas de Renesmee y la dejas a nuestro cuidado, cabe la posibilidad de que James se olvide de ella. Además, estarías menos preocupado y te podrías concentrar en la persecución de ese cerdo. Si no recuerdo mal, es lo que siempre has querido… relaciones fáciles, sin ninguna atadura emocional.
—Carlisle… —le advirtió Charlie.
Jacob apagó el cigarrillo contra el musgo de un árbol y dijo:
—Una palabra más, Carlisle, y lo lamentarás amargamente.
—Sólo es una propuesta amistosa, Black, de un colega a otro. Te diría que la dejaras al cuidado de Charlie, pero la mataría de un susto si le diera por transformarse; y en cuanto a Clerwater, no está en condiciones de cuidar de nadie. Yo soy la mejor opción —afirmó con una sonrisa maliciosa—. Y francamente, no me importa en absoluto. Parece una mujer muy… divertida.
—Tú lo has querido, maldito canalla…
Charlie intentó interponerse entre los dos, pero Jacob se movió con tanta rapidez que derribó al irlandés antes de que pudiera impedirlo.
Cayeron al suelo y rodaron sobre la hierba. El bosque se llenó con el sonido feroz de la batalla.
Casi una hora después, Jacob aparcó el todo terreno delante de la cabaña. Le dolía todo el cuerpo.
El cielo nocturno estaba despejado, sin más luz que la de la luna amarilla que se alzaba a poca altura, alargando de tal modo las sombras de los árboles que parecían gigantescos. Era una noche preciosa, que habría preferido pasar con Renesmee en lugar de dedicarla a la investigación de un crimen y a una pelea con Carlisle.
Albergaba la esperanza de relajarse al llegar a casa, pero todavía estaba enormemente preocupado cuando salió del vehículo. Además, tenía la inquietante sensación de haber dejado un cabo suelto en algún lado.
Molesto, se recordó que no podía permitirse el lujo de dejarse dominar por las emociones. No tenía tiempo para eso. James estaba tan loco que era capaz de hacer cualquier cosa. Sabía que atacaría más tarde o más temprano, y también sabía que, cuando atacara, él estaría allí para detenerlo, para acabar de una vez por todas con la vida de aquel desgraciado.
Desgraciadamente, James sólo era una pieza menor del rompecabezas. Alguien lo estaba utilizando para conseguir un objetivo que Jacob desconocía, lo cual le sacaba de quicio. Había demasiadas posibilidades. Y el riesgo era enorme.
Después de una noche tan sucia, necesitaba algo limpio, algo puro. Necesitaba a Renesmee. Necesitaba su frescura, la llama que ardía en su interior.
La deseaba con todo su ser. Quería introducirse en ella y aprender todo lo que pudiera de sus gustos; que la hacía reír, qué la excitaba, qué la hacía llorar. Quería saberlo todo. Hasta el último de los detalles.
Pero alguien se la quería arrebatar.
Y no lo permitiría.
La encontró tumbada, de lado, en la cama del dormitorio. Tenía la cabeza apoyada en una mano mientras con la otra sostenía un libro. Su largo cabello caía sobre el almohadón y sus rizos rojizos brillaban bajo la luz de la lámpara de la mesita.
Al oírlo entrar, ella se movió, lo miró con aquellos ojos verdes y se quedó horrorizada.
—¿Qué te ha pasado?
Renesmee se levantó, pero no caminó hacia él. Dudó, como si no supiera si abrazarlo o mantener las distancias.
Jacob se quitó la chaqueta y la dejó en el respaldo de una silla.
—Nada, una pequeña diferencia con el irlandés.
Ella ladeó la cabeza.
—¿Te has peleado con Carlisle?
—No ha sido para tanto. Sobreviviré.
Renesmee miró la herida que tenía en el pómulo, la hinchazón de un ojo y la sangre en la comisura de la boca.
—¿Que no ha sido para tanto, dices? —preguntó, arqueando una ceja—. ¿Os habéis vuelto locos?
—Las peleas son relativamente habituales entre los nuestros. Alivian la tensión y evitan que nos matemos.
—Bueno, dime al menos que Carlisle ha quedado tan mal como tú…
Jacob rió.
—Creo que Charlie se lo ha tenido que llevar a casa —dijo.
—Hombres… —declaró ella, con exasperación.
Jacob se apoyó en la cómoda y empezó a desatarse los cordones de las botas.
—Me sorprende que sigas despierta.
Renesmee dejó el libro y sus gafas en la mesita de noche.
—Por supuesto que sigo despierta —murmuró—. ¿Cómo iba a dormir estando tan preocupada? Te marchaste sin despedirte y Seth no sabía cuándo ibas a volver, así que…
—Lo siento, Ness. No pretendía preocuparte. Debería haberte llamado.
Jacob se estremeció. La idea de que Renesmee se hubiera quedado despierta por él le emocionaba profundamente.
—Me alegra que hayas vuelto de una pieza. Bueno, casi de una pieza —ironizó.
—Necesito una ducha.
Jacob la miró un momento y añadió:
—¿Quieres ducharte conmigo?
Ella se quedó en silencio. Jacob esperó la respuesta durante unos segundos que se le hicieron eternos. Por fin, Renesmee sonrió con timidez y habló.
—Sí.
Aquel monosílabo bastó para dejar a Jake sin aliento. Parpadeó, sorprendido, y tuvo que controlarse para no abalanzarse sobre ella. Se giró y caminó hacia el cuarto de baño. Encendió la luz y ajustó la intensidad hasta que quedó en un destello dorado que borró las sombras.
Fue dolorosamente consciente de la presencia de Renesmee a sus espaldas, cada vez más cerca. Se sintió como el Lobo Feroz engañando a Caperucita Roja.
—Sigo sin entender qué ha podido decir el irlandés para que os pelearais —dijo ella, en voz baja.
Jacob abrió el grifo de agua caliente de la ducha. Renesmee llevó las manos a su camiseta y tiró hacia arriba, para quitársela.
—¿No te lo imaginas? —preguntó él.
Cuando él se quitó la prenda del todo, ella le acarició el pecho y los músculos del abdomen. Lo miraba con tanta admiración que Jacob pensó que sus largas y agotadoras horas de ejercicio habían merecido la pena.
—¿Ha sido por lo que ha pasado esta tarde en la cocina?
—Olvídalo, Ness. Carlisle disfruta molestándome. Sólo es eso.
Jacob supo que Renesmee no se lo había creído; pero afortunadamente, dejó de insistir.
—¿Seguro que te sientes cómoda en esta situación? Haremos lo que quieras hacer, Ness, nada más. Sólo quiero estar contigo.
—Jacob…
—No pretendo que hagamos el amor. Es que esta noche necesito dejar de pensar en cosas terribles… quiero estar a tu lado, sentir el calor de tu cuerpo y saber que te encuentras bien, que estás viva.
—De acuerdo.
Renesmee se empezó a desnudar.
Él se quedó hechizado mientras ella se llevaba las manos al primer botón de los vaqueros, que desabrochó. El corazón de Jacob se fue acelerando, poco a poco, con cada botón. Se aceleró tanto que tuvo miedo de desmayarse y hacer un ridículo espantoso.
Renesmee se quitó después los brazaletes, el sostén y, por último, el vaquero ya desabrochado y las braguitas, de color oscuro. Todo en ella lo excitaba, hasta los dedos de sus pies. Quería llevar la boca a sus tobillos, a sus pantorrillas, a sus muslos, a todas partes. Ardía en deseos de probar todas sus texturas y sus sabores.
Renesmee era la suma de todas las fantasías de Jacob.
Y era suya.
Con dedos temblorosos y respiración entrecortada, Renesmee le ofreció la visión de su cuerpo desnudo, sintiéndose como si estuviera vendiendo su alma al diablo. Había tenido mucho tiempo para pensar, muchas horas para preocuparse por él y preguntarse si volvería a casa sano y salvo.
Su aparición había eliminado hasta el último resto de sus dudas e incertidumbres. Ya no le importaba nada salvo él y su propio deseo. Por fin, había comprendido que debía dar un paso adelante; y aunque tenía miedo, lo hizo. Pero ahora tenía un problema; en ese mismo instante, supo sin lugar a dudas que se había enamorado de Jacob.
No lo amaba porque fuera guapo y sexy y la protegiera de monstruos como James. Lo amaba porque era él, tal cual, todo fuerza y energía por fuera y sensibilidad por dentro; una combinación irresistible de caos y tranquilidad, de complejidad y sencillez. No era un hombre perfecto, ni falta que hacía.
Dio un paso adelante y puso las manos en su pecho. La voz de Jacob sonó levemente quebrada.
—Te deseo más que a nada en mi vida. Te deseo con toda mi alma, Renesmee.
Renesmee se limitó a mirarlo, embriagada por su mirada de deseo.
—Quiero nadar en tus pensamientos, Ness, saberlo todo de ti. Y me da miedo, porque sé que nunca sabré lo suficiente. Es como una adicción… aumenta con el tiempo y no hay cantidad que le satisfaga. ¿Qué diablos puedo hacer?
Renesmee se preguntó cómo era posible que un hombre pareciera tan bello y tan duro a la vez.
—¿Crees que nos gustamos por una simple cuestión de química?
—Olvídate de la química, Ness. Es por ti. Me vuelves loco.
—¿Y no te gusta?
—Lo que no me gusta es otra cosa… Pensar que huirás de mí a la menor oportunidad que se te presente.
Renesmee se sobresaltó. Nunca habría imaginado que Jacob, aquel hombre seguro, dominante, firme, se sintiera vulnerable por su culpa. Tenía miedo a perderla; y eso significaba que debía de sentir algo por ella.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque sabes lo que soy y, más tarde o más temprano, lo verás. Dudo que un monstruo encaje en tu ideal de perfección.
—No me hagas esto, Jacob, no retuerzas mis palabras de ese modo. Sabes muy bien que yo no me refería al aspecto físico de alguien, sino a los sentimientos de su corazón. Quiero un hombre que me ame —declaró, estremecida—. Un hombre que no tenga miedo de admitir su amor.
Jacob tragó saliva.
—¿Y si no puedo ser ese hombre?
Jacob la miró con una expresión tan torturada que ella tuvo que cerrar los ojos por miedo a perder el control y romper a llorar. Aquel hombre tenía la extraña habilidad de conjurar sus emociones más profundas.
Abrió los ojos, le puso una mano en la mejilla y respondió:
—Entonces, me contentaré con saber que te pertenezco, Jacob, que soy tuya.
«Soy tuya».
Jacob esperó, imaginando que le preguntaría si él también era de ella; pero no se lo preguntó.
Su plan de evitar un compromiso emocional con Renesmee estaba saliendo bien; lamentablemente, en lugar de sentirse contento por ello, sentía una mezcla de incomodidad y pánico. Se había llegado a convencer de que sólo necesitaba una relación sexual y en ese momento tenía la impresión de estar destrozando algo precioso; como si le hubieran puesto un objeto cálido, suave y bello en la palma de la mano y él lo estrujara sin darse cuenta.
Renesmee se le iba a entregar aquella noche, pero Jacob quería más, necesitaba más, ansiaba mucho más. No tenía más anhelo que el de abrirla por dentro, metafóricamente, y dejarla tan desnuda ante él que pudiera ver todas sus emociones, todos sus pensamientos y todos sus secretos.
Pero había algo más importante. Quería oírle decir que estaba enamorada de él.
—Quiero hacer el amor contigo, Ness. Quiero tenerte debajo de mí y demostrarte cuánto… cuánto me importas.
Ella le dedicó una sonrisa trémula.
—Acércate, Jacob, por favor. Acércate a mí.
Él gimió y se acercó a ella.
—Te haré sentir tan bien… —le prometió—. Siempre cuidaré de ti, Renesmee, te lo prometo.
Jacob quería decir muchas otras cosas; pero de momento, no era capaz de atreverse a más.
Se ducharon juntos. Estaban nerviosos, ansiosos por terminar y dirigirse a la cama, porque él se había negado a tomarla contra la fría pared de la ducha. No quería que su primera experiencia fuera así. No aquella noche. Ya tendrían más ocasiones en el futuro.
Quería que la primera vez fuera especial para ella.
Contempló su rostro bajo el agua, hechizado por su belleza, y le acarició la mejilla y el hoyuelo de la base de su garganta. Le maravillaba tanto y estaba tan perdido en ella que no la entendió cuando Renesmee rompió el silencio.
—¿Qué has dicho?
—Te he preguntado si siempre me sentiré así contigo.
—No lo sé. Sólo sé que te deseo tanto que casi no puedo respirar. Te quiero más que a mi propia vida.
Jacob cerró el grifo de la ducha y la llevó a la cama. Quería ser dulce con ella, pero no era fácil. Su deseo era demasiado urgente y visceral. Quería darle tanto placer como pudiera sentir. Quería rendirla de deseo, contemplar su rubor y su boca entreabierta mientras la penetraba.
En cuanto llegaron, la posó sobre las frescas y tersas sábanas.
—Ness, te prometo que tendré cuidado. Pero ya no puedo esperar más.
—Me alegro, porque no quiero que esperes.
Renesmee lo abrazó y se estremeció cuando se movió sobre ella, le separó los muslos y sintió el roce de los senos contra su pecho.
Jacob aspiró el aroma de su cabello y le introdujo una mano entre las piernas para situar su sexo, duro y grande, contra la abertura hinchada del cuerpo de Renesmee. Al sentir su humedad, sintió un placer inconmensurable. Después, apretó los dientes para controlar la exquisita sensación, flexionó los músculos y empujó.
Mantuvo los ojos abiertos, contemplando la cara de su amante. Por fin, rompió su resistencia y la penetró. Renesmee soltó un suspiro que lo volvió loco de placer.
Jacob se movió de nuevo, entrando un poco más en ella.
—Renesmee…
Renesmee le oyó pronunciar su nombre mientras echaba la cabeza hacia atrás y se dejaba llevar por la oleada de sensaciones. Era tan increíblemente hermoso que le parecía casi imposible. En ese preciso momento, Jacob formaba parte de ella, parte de su ser. Pero, por increíbles que fueran las sensaciones, Renesmee fue consciente de los esfuerzos de Jacob por mantener el control.
Notaba la tensión de su cara y de sus hombros. Era evidente que tenía miedo de hacerle daño. Quería ser cuidadoso con ella, pero ella no quería que lo fuera.
—Jacob —murmuró—. Basta…
Él gimió y se quedó muy quieto.
—¿Te estoy haciendo daño? —preguntó, preocupado.
Ella rió con dulzura.
—No, no, sólo quiero que dejes de contenerte. Relájate. Te aseguro que no estoy hecha de cristal.
Él le dedicó una mirada llena de hambre.
—¿Quieres más? —preguntó con voz ronca—. Dilo entonces, Renesmee. Dímelo.
—Sí —susurró, estremecida—. Quiero más, Jacob. Te quiero a ti, Jacob. Te quiero entero, todo.
—Esto puede ser peligroso, Ness.
—Pero sé que me voy a sentir tan bien…
—Desde luego.
Jacob se movió en el interior de su cuerpo y contempló sus reacciones.
—Sabía que contigo sería diferente —añadió.
Bajó la cabeza y la besó en la boca, haciéndole sentir la fuerza de su deseo. Ella soltó un gemido de placer y le acarició la piel de los hombros antes de llevar las manos a su cabello.
—No me alejaré nunca de ti, Ness. Nunca.
Le agarró las manos, le puso los brazos por encima de la cabeza y le acarició las muñecas con los pulgares mientras la miraba a los ojos. Estaba tensa, pero también muy húmeda. Jacob se empezó a mover con más fuerza, completamente dentro de su cuerpo.
Se detuvo unos segundos, haciéndole sentir la solidez y la potencia de su sexo; después, retrocedió y le regaló otra acometida profunda. Repitió los movimientos una y otra vez, hasta que la llevó al límite y Renesmee soltó un grito y alcanzó el orgasmo. Entonces, Jacob emitió un sonido casi animal y aceleró el ritmo.
La estaba volviendo loca. Seguía adelante sin pausa, provocándole espasmos incontrolables. Renesmee abrió las piernas tanto como pudo, dividida entre el deseo de pedirle más y el de rogarle que se detuviera, porque ya no tenía fuerzas, porque el placer era tan intenso que no podía resistirlo.
—Aún no —dijo él—. Dame otra vez tu placer, Ness. Deja que vuelva a sentirlo.
—No puedo… —dijo ella, casi sollozando—. No puedo…
—Sí, por supuesto que puedes.
—Jacob…
Renesmee pronunció su nombre como un ruego, aunque no sabía qué estaba rogando.
Clavó los dedos en su espalda y admiró la belleza de su piel, que le pareció de color dorado bajo la luz de la lámpara.
—Jacob… —repitió.
—Lo sé. No te resistas, Ness. Dame tu placer.
Él cambió de posición y subió un poco para acceder mejor a ella, apretándose contra sus senos y sujetándole las piernas. Renesmee no podía hacer nada salvo dejarse llevar. No tenía refugio, lugar donde esconderse.
Las sensaciones se fueron sucediendo, una tras otra, profundizando capa a capa, como pinceladas de pintura en un lienzo, creando algo brillante, nuevo y completamente sorprendente.
Algo que era suyo, de Renesmee.
Algo que ya amaba con todo su ser.
—¡Renesmee!
El grito de Jacob sonó ronco y animal, como surgido de las profundidades de su alma. El orgasmo había sido tan intenso que se sentía, al mismo tiempo, destrozado y más entero que nunca. Y un segundo después, cuando ella volvió a alcanzar el clímax y le hizo sentir la fuerza de sus convulsiones, creyó que la cabeza le iba a estallar.
—Dios mío —dijo—, un poco más y me matas…
Ella rió, feliz.
—Eres increíble, Renesmee. Me has dejado sin fuerzas, pero quiero hacerlo otra vez… aunque antes tendré que recuperar el resuello.
Le soltó las piernas y se tumbó sobre ella, sonriendo. Había sido la experiencia sexual más satisfactoria de su vida, pero lo que sucedió después le dejó una huella mucho más profunda: cuando admiró su cuerpo, cuando aspiró su aroma y contempló toda la belleza de su ser, se dio cuenta de que la quería con locura, por dentro y por fuera.
—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó ella.
—Necesito… necesito que confíes en mí, Ness —dijo él, mirándola con una expresión casi solemne—. Puedes confiar en mí. Eres mi pareja.
—¿Ser tu pareja significa que debo confiar en ti, Jacob?
—Yo no te traicionaría nunca, Ness. Ni por nada ni por nadie.
Ella frunció el ceño.
—Ni me harías daño… —dijo.
—No, por supuesto que no te haría daño.
Jacob deseó que Renesmee pudiera ver en su interior. Lo que ella buscaba estaba allí, dentro de él, pero no sabía cómo expresarlo.
Sin embargo, se lo podía demostrar. Y durante aquellas horas largas, oscuras, excitantes, presentó su caso con el argumento de la piel contra la piel, del deseo contra el deseo.
Una y otra vez.
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