lunes, 16 de julio de 2012

HAMBRIENTOS DE DESEO CAPITULO 11

Esta historia le pertenece a María en su blog “Letras de hielo yfuego”
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios.
Antes de leer tenéis que saber que este capítulo tiene algo de LEMON, aunque la autora lo encuentra bastante suave. Es mi deber informar

HAMBRIENTOS DE DESEO
SUMMMARY: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él.. que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan

CAPÍTULO 11

Jacob estaba junto a la ventana de la cocina, contemplando los pálidos rayos que intentaban abrirse camino en el cielo del alba. Las sombras de la noche todavía dominaban la arboleda. Todo estaba muy tranquilo. Todo excepto él, sumido en un caos.

Renesmee había dormido plácidamente. En cambio, él había soñado.

No recordaba cómo había empezado su sueño. De repente, se vio corriendo por el bosque, con un suelo húmedo bajo sus pies y un ambiente cargado, como si se avecinara una tormenta. Estaba agotado y le dolía todo el cuerpo, pero no se podía detener. Tenía que llegar a alguna parte, aunque desconocía su objetivo. Las ramas y las piedras le hacían daño en los pies porque iba descalzo, y no llevaba nada salvo unos vaqueros.

Súbitamente, alguien lo agarró de un hombro y lo obligó a detenerse en seco. Él se dio la vuelta para enfrentarse a su enemigo y se encontró con su hermano. Edward era tan alto y tenía un aspecto tan orgulloso como siempre; incluso seguía con la pequeña cicatriz junto a la boca, un recuerdo de sus peleas de niños.

Estaba abrazando a una mujer pequeña y delicada, de cabello negro, que llevaba un camisón y parecía enormemente pálida y frágil en comparación con él.

Jacob la reconoció al instante. Era Bella. Y también reconoció el camisón, el mismo que se había puesto la noche en que un incendio acabó con su vida.

En el sueño, Jacob cerró los ojos con fuerza e intentó contener el horror y la angustia del pasado.

—La estás perdiendo, hermano —dijo Edward.

—¿Cómo?

—Escúchame, Jacob, hazme caso. ¡La estás perdiendo! —exclamó.

Jacob sacudió la cabeza, confundido.

—¿Te refieres a Renesmee? —preguntó.

—No sientas lástima de mí. Yo tengo a Bella… me está esperando en casa y seguirá conmigo para siempre. El amor no nos debilita, Jacob. El amor nos hace más fuertes. Recuérdalo.

—Edward —gimió Jacob—. Edward…

—Abre tus ojos antes de que sea demasiado tarde. Abre los ojos y mira. No quiero que termines solo.

Antes de que pudiera reaccionar, Edward empujó a Bella a sus brazos y Jacob vio que ya no era Bella, sino Renesmee. El impacto del descubrimiento fue tan fuerte que cayó de rodillas al suelo. Ella alzó la cabeza y le dedicó una sonrisa de pura felicidad.

—Te amo, Jacob.

Apenas había pronunciado esas palabras cuando se levantó una ráfaga de viento tan feroz que le arrancó a su amada de los brazos y se la llevó volando. Jacob intentó alcanzarla, pero descubrió que sus pies estaban hundidos en el suelo, como si hubiera caído en unas arenas movedizas.

—¡Te amo! —gritó ella—. ¡No me abandones! Te amo…

Jacob despertó un momento después, aterrorizado y empapado en sudor. Cuando se giró, vio que Renesmee seguía en la cama, durmiendo tranquilamente, apretada contra él.

Tras pasar unos minutos en la cocina, contemplando el paisaje, sintió la necesidad de volver al dormitorio. En cuanto se sentó en la cama, ella se despertó.

—¿Qué haces levantado? —preguntó.

—He tenido una pesadilla.

—Oh, yo sé mucho de pesadillas… Si vuelves a la cama, me encargaré de que te sientas mejor —le prometió.

Jacob le acarició la sien y le apartó un mechón de la cara.

—No lo dudo en absoluto, pero creo que debes descansar un poco después de lo de anoche. Seguro que todavía no te has recuperado.

Ella se ruborizó de tal modo que lo hizo reír.

—¿Has preparado café? —preguntó.

—Más que una pregunta, eso parece una petición desesperada… —bromeó él—. Casi tengo miedo de admitir que no lo he preparado.

—Oh, Dios mío —dijo, con un gemido exagerado—. Eres terriblemente cruel.

Jacob sonrió y la besó en la frente.

—¿Cómo puedes decir que soy cruel después de lo que hemos hecho? —murmuró, mordiéndole el lóbulo de la oreja—. Sabes que sólo quiero cuidar de ti, que quiero tenerte completamente satisfecha.

Renesmee suspiró.

La noche anterior, cuando lo vio llegar lleno de magulladuras y cortes, pensó que la vida era tan frágil que se le podía escapar de entre los dedos y decidió que ya no quería perder el tiempo.

Sabía que había tomado la decisión adecuada. Y la noche había resultado absolutamente perfecta.

—¿Sabes una cosa? Seth estaba en lo cierto.

—¿A qué te refieres? —preguntó él.

Jacob le acarició el estómago.

—A esto —murmuró ella—. Este asunto de ser compañeros, del amor a primera vista, es una maravilla.

—¿Del amor a primera vista?

Ella se quedó helada. Lo había dicho sin darse cuenta.

—No, no, eso no es lo que quería decir… me refería al deseo, sí. Al deseo a primera vista —puntualizó, nerviosa.

Los dos se quedaron en silencio. En el fondo de su corazón, Renesmee esperaba que lo sucedido aquella noche hubiera cambiado las cosas; sin embargo, Jacob parecía tener la misma actitud.

—No te preocupes tanto, Jacob, no le des importancia —dijo con suavidad—. Dijiste que sólo es algo físico. Lo comprendo.

—Renesmee, lo siento mucho. Me gustaría que fuera de otro modo, pero…

—Fuiste sincero conmigo. No tienes por qué disculparte.

—Sí, pero de todas formas…

Renesmee sacudió la cabeza.

—¿No has oído lo que acabo de decir?

—Sí, lo he oído, pero no me siento mejor por eso… Lo de anoche no ha cambiado nada entre nosotros.

Renesmee sabía que hablar de amor, cuando sólo llevaban tres días juntos, era sumamente arriesgado. Pero aquello era diferente. Había encontrado el mundo mágico de sus sueños y no quería salir de él. Sin embargo, Jacob sólo le había prometido cariño y fidelidad, no amor.

Sacó las piernas de la cama, alcanzó la camiseta grande que Jake le había prestado el día anterior y se la puso con brazos temblorosos. Lo último que deseaba en ese momento era estar desnuda delante de él.

—Necesito ducharme —murmuró.

Él se levantó y se dirigió hacia ella, pero Renesmee lo detuvo antes de que llegara a tocarla. Estaba tan emocionada que tenía miedo de romper a llorar.

—No, por favor.

El ambiente se cargó de repente.

—Lo solucionaremos, Renesmee. Sé que puedo hacerte feliz, lo sé. Y no quiero perderte —le confesó—. Nunca habría imaginado que llegaría este día, que encontraría a una mujer que fuera mía y sólo mía. Nunca habría imaginado que llegaría a sentir algo tan fuerte como este lazo que nos une. ¿No podríamos dejarlo así, sin complicarlo más?

Renesmee parpadeó y deseo poder aceptar su oferta.

—No, no es posible, Jacob. Te deseo con locura, pero sé que sin amor, te alejarás de mí y me abandonarás.

—Pero anoche dijiste que eras mía… y yo no te voy a abandonar.

—Lo harás —insistió.

—Duda de mí todo lo que quieras, Renesmee, pero no me llames mentiroso. Te he dicho que eres la mujer de mi vida, la única mujer, y es verdad.

—¿En serio?

Jacob cerró los ojos y maldijo en voz baja.

—Jacob, por favor, dime de una vez lo que te pasa. Porque es evidente que algo te preocupa.

Jacob alcanzó una camiseta, de color verde, y se la puso.

—No te he hablado de mis padres, ¿verdad?

—No —contestó ella.

—Vendrán hoy. Quieren conocerte —la informó—. Y conociéndolos, sé que llegarán estúpidamente temprano y que traerán el desayuno. Viven en las montañas, a veinte minutos de aquí.

—¿Tus padres? —preguntó ella, sin saber qué decir.

—Sí, mis padres; mi padre y mi madre, para ser exactos —dijo con humor—. Aunque te resulte difícil de creer, no soy la creación de un demonio.

—Pero… ¿Por qué? ¿Por qué quieren conocerme?

—Porque si no los hubiera llamado para hablarles de ti, se habrían enterado de otra forma y me habrían retorcido el pescuezo por no decirles nada. Créeme, es mejor que nos enfrentemos a ellos cuanto antes.

—Esto es una locura… —dijo ella, confusa.

—Yo que tú, me daría prisa.

Jacob salió de la habitación sin pronunciar una palabra más.

Renesmee se sentó en la cama, miró el suelo y se preguntó qué podía hacer.

La esperanza, que la había calentado tan dulcemente durante las horas pasadas, le empezaba a quemar.

Una hora más tarde, cuando se dirigió a la cocina al oír voces, Renesmee seguía hecha un lío.

Se detuvo en el arco de la entrada y miró a la pareja que se había sentado a la mesa. Jacob estaba sirviendo unos rollitos de canela que, evidentemente, debía de haber llevado su madre. Seth se encontraba en su sitio de siempre, junto a la pila, y la pareja reía por algo que él acababa de decir.

Eran el señor y la señora Black. Los padres de Jacob. En carne y hueso.

Por fin, sacó fuerzas de flaqueza e hizo ademán de entrar en la cocina; pero se quedó helada, como un ciervo sorprendido por los faros de un coche, al ver que todos la estaban mirando.

Jacob la observaba con inquietud, como si no supiera cómo iba a reaccionar.

—Mamá, papá… os presento a Renesmee.

Su madre se levantó y le dio dos besos. Sus ojos, marrones como los de Jacob, brillaron con calidez.

—Encantada de conocerte…

Billy y Sara Black resultaron ser dos personas maravillosas, con las que congenió inmediatamente. Seth llevó una silla del salón y desayunaron entre historias sobre las aventuras juveniles de Jacob.

Sara le contó que una vez, de niño, se había subido a un árbol de diez metros de altura y que luego no se atrevía a bajar. También le contó que, a los trece años, se dedicó a ahorrar durante meses para poder regalarle el medallón que siempre llevaba encima; de hecho, se inclinó hacia delante y lo abrió: llevaba una foto de Edward y otra de Jacob.

Al cabo de un rato, cuando ya habían retirado los platos y los cubiertos, Seth se excusó.

—Disculpadme un momento. Tengo que ir a ver a Riley.

La mención del joven le recordó a Renesmee que todavía estaban en mitad de una pesadilla.

Billy, un hombre distinguido y tan atractivo como su hijo, aunque en una versión más adulta, se recostó en la silla, frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el jersey gris que llevaba.

—Nos dijiste que tenías más cosas que contarnos, Jacob.

—Así es, me temo.

—¿Quién es Riley? —preguntó Sara.

—Es una larga historia…

Jacob se frotó la nuca.

—Entonces, empieza de una vez —lo instó su padre.

Durante los diez minutos siguientes, Jacob se dedicó a explicarles todo lo sucedido. Sara escuchó con expresión de absoluto espanto; su padre, con una expresión tan sombría y terrible que habría aterrorizado a Renesmee en cualquier otra circunstancia.

—Como veis, ahora se dedican a manipular a adolescentes como Riley —dijo Jacob—. Alimentan sus deseos naturales, los dominan con ellos y los obligan a hacer cosas que no habrían hecho por sí mismos. Nos enfrentamos a algo que rompe todas las normas de los clanes. Seth y yo luchamos con James a plena luz del día, y estaba completamente transformado. Pero eso no es lo peor… sus seguidores también pueden transformarse del día; y por si fuera poco, han aprendido a ocultar su olor. No sabemos cómo lo hacen.

—Yo, sí —dijo Billy.

Jacob miró a su padre con asombro.

—¿Lo sabes?

—Sé cómo se hace y cómo enseñar a alguien a transformarse de día. Es una de las primeras cosas que se les revela a los ancianos. Pero ese tipo de transformación sólo se usa para fines militares, como arma de guerra… por eso no lo habías oído hasta ahora, porque no se ha utilizado desde hace siglos.

—Comprendo…

—Cuando un hombre lobo se transforma de día —continuó su padre—, deja de producir su aroma normal y deja un olor ácido que trastorna el olfato de sus perseguidores y le da ventaja.

Jacob sacudió la cabeza.

—¿Y lo has sabido todo el tiempo? ¿Por qué no me lo habías dicho?

Billy suspiró con pesadez.

—Lo siento, Jacob. No te lo he dicho antes porque no me estaba permitido.

—¡Maldita sea! —exclamó Jacob, profundamente irritado—. ¡Otra vez tu lealtad a la Liga de los Ancianos! No puedo creer que sigas con eso después de que dieran la espalda.

Renesmee lo miró con expresión de sorpresa, así que Jacob explicó:

—Sí, el hombre que estás viendo fue miembro de la Liga. Hasta que se enamoró de mi madre, por supuesto… como tenía un gran sentido del honor, informó a sus colegas y éstos premiaron su sinceridad con su expulsión del clan. Creen que ningún hombre lobo puede servir al clan si su corazón pertenece a una humana. Y aunque mi padre sabe que eso es una estupidez, sigue siendo fiel a los canallas que lo apuñalaron por la espalda.

—¿Qué pretendes, Jacob? ¿Qué malgaste mi vida odiando a todo el mundo? —preguntó Billy—. ¿Para qué? Tengo amor y una familia a la que adoro… tu enfado no me honra en modo alguno, hijo. ¿Cómo podría quejarme, si soy uno de los hombres más afortunados que conozco?

—Padre…

—Jacob, sé que es difícil para ti —intervino Sara—, pero tienes que superar tu ira. Ya basta… mira a esta joven tan maravillosa. Has recibido un gran regalo. No lo desaproveches.

Jacob miró a su madre y la comprendió perfectamente. Pero no podía hacerlo.

—Renesmee no tiene nada que ver con esto —afirmó.

—Creo que ese comentario es una insinuación para que me marche —dijo Renesmee—. Si me perdonáis, tengo cosas que hacer…

—No, no te marches, Renesmee —dijo Billy—. Quédate, por favor. Eres parte de este asunto y la conversación te concierne.

—No creo que sea necesario…

—No digas tonterías —dijo Sara, sonriendo—. Es obvio que estáis emparejados, Renesmee, pero hay algo que me extraña un poco… ¿Por qué no has hecho el pacto de sangre con ella, Jacob? Deberías hacerlo. Sobre todo si es verdad que vuestra vida está en peligro por culpa de ese James.

—Madre… —dijo Jacob, en tono de advertencia.

—¿Pacto de sangre? —preguntó Renesmee.

—¿No te lo ha explicado? —preguntó Billy.

Renesmee sacudió la cabeza.

—Cuando dos personas se emparejan en el mundo de los licántropos —explicó Jacob—, pueden hacer un pacto de sangre. Uno muerde al otro en el cuello, hundiéndole los colmillos… es una metáfora de los lazos que los unen.

—Oh… —dijo ella, en voz baja—. Yo creía que si un hombre lobo mordía a una humana, la transformaba en hombre lobo…

—No, eso no pasa en la pareja. Un hombre lobo no puede transformar a su compañera si es humana. Pero el pacto los une para siempre, Renesmee. Potencia de tal forma la conexión que los une, que pueden sentirse el uno al otro incluso en la distancia.

—¿Por qué no me lo habías dicho, Jacob? ¿Por lo de mis pesadillas?

—En parte; sé lo que piensas de los licántropos y supuse que nunca te prestarías a ello —respondió—. Pero hay algo más… hace tiempo, me prometí que no sellaría un pacto de sangre con mi compañera, por mucho que la quisiera. El pacto crea un vínculo emocional, un vínculo basado en…

—¿En el amor, Jacob?

Jacob la miró a los ojos durante unos segundos y contestó:

—Sí.

Ella asintió.

—Ahora lo entiendo todo.

—Renesmee, no eres consciente del peligro que implica —se defendió él—. El vínculo que tenemos se haría más fuerte, sí, pero hay un precio: si me matan, tú también morirías. No puedo arriesgarme a eso. No puedo hacerte eso.

—Seth me contó lo que le ocurrió a tu hermano, pero no imaginé que… —dijo Renesmee, entre lágrimas—. A eso se refería Carlisle, ¿verdad? A que no hemos hecho el pacto. Y todos lo saben.

Jacob asintió.

—Sí, lo saben. Los licántropos notamos esas cosas.

—No sólo los licántropos —intervino su madre—. Yo soy humana y noto perfectamente que estás…

Antes de que pudiera terminar la frase, Renesmee la interrumpió.

—Disculpadme. Tengo que salir de aquí —dijo.

—Renesmee… —le rogó Jacob.

Renesmee no hizo caso; se sentía enferma.

Antes de salir, miró al señor y a la señora Black y dijo:

—Me alegro de haberos conocido.

Billy miró a su hijo con disgusto. Jacob sabía que le había hecho daño otra vez, pero se alegró de que se marchara con la cabeza alta y sintió una honda e intensa admiración por ella.

—No me había sentido tan decepcionada en toda mi vida —declaró Sara—. No te crié para que te comportaras de esta forma, Jacob. Le estás rompiendo el corazón. ¿Qué demonios te pasa?

—No me pasa nada —contestó, apretando los dientes—. Salvo que tengo miedo de perderla porque hay un psicópata que me la quiere arrebatar.

—A veces, el miedo es saludable —intervino Billy—; y a veces, es una excusa para alejarnos de las cosas que más deseamos. Asume la verdad de tu corazón. Haz el pacto de sangre. Y no temas a la muerte, hijo mío… todos tenemos que morir. Lo único que cabe hacer es disfrutar de la vida mientras podamos.

—Y el amor nos da fuerzas para afrontar las dificultades —declaró su madre—. Lo que le pasó a Edward fue una tragedia, pero no permitas que el dolor te domine hasta ese punto. Eres muy valiente, Jacob, y estamos muy orgullosos de ti. Sin embargo, tienes que confiar en lo que sientes. Si no aprendes a confiar en el amor, la perderás. No conviertas algo hermoso en algo feo. El pacto de sangre podría llegar a salvarla. El amor puede…

—¿Protegerla? ¿El amor la va a proteger? ¿De verdad? —ironizó Jacob—. ¡El amor no la mantendrá a salvo!

Su padre lo miró y se levantó lentamente.

—Vámonos a casa, Sara. Hablar con Jacob cuando se encuentra en este estado no nos llevará a ninguna parte.

Sara besó a Jacob en la mejilla y se marchó con su esposo. Jacob abrió uno de los armarios, sacó una botella de whisky y se sirvió una copa. Poco después, cuando ya había echado el primer trago, apareció Seth en compañía de Carlisle y de Charlie.

—Acabamos de cruzarnos con tus padres. ¿Qué te ha dicho Billy? —preguntó Carlisle, que se sentó a la mesa—. ¿Alguna noticia?

Jacob miró al irlandés. Tenía un ojo morado.

—Oh, ya lo creo que sí. Por lo visto, lo de transformarse a plena de luz del día es un truco que se les enseña a todos los integrantes de la Liga de los Ancianos. Se usa como arma de guerra, y el olor acre que notamos es una forma de tener ventaja en el combate.

—Por todos los diablos —dijo Seth.

—Dios mío…

—Sí, Dios mío —dijo Jacob—. Porque eso significa que James tuvo que aprender el truco de…

—De un miembro de la Liga —concluyó Carlisle—. Esto se está complicando cada vez más.

Seth se sirvió una copa de whisky y les ofreció a Carlisle y a Charlie, que lo rechazaron.

—¿Por qué no te lo había dicho antes? Es una información demasiado importante para mantenerla en secreto. No entiendo que tu padre se la haya callado hasta ahora.

—Mi padre sigue siendo leal a los mismos idiotas que lo traicionaron. Creo que tenía la esperanza de que no lo llegáramos a saber.

—Pues lo hemos sabido —dijo Seth—. Y por las malas.

—¿Pero te ha contado cómo se hace? —preguntó Charlie.

—No, ni yo he preguntado. Por lo que a mí respecta, que la Liga tenga tantos secretos como le venga en gana. Sólo quiero encontrar al responsable de todo esto y matarlo.

—Me pregunto quién será —dijo Carlisle.

—Lo desconozco, pero creo que podemos descartar Aro —observó Jacob—. Es el mejor amigo de mi padre y prácticamente crecí con él. Además, no tiene carácter para hacer algo así.

—Jane es una amargada —declaró Seth, refiriéndose a la única mujer de la Liga—. Me la imagino perfectamente en el papel de dominatrix maligna.

—No digas esas cosas, Clerwater… Qué horror —dijo Carlisle—. Jane, como dominatrix. Creo que voy a tener pesadillas.

—Vamos, vamos, irlandés, pensaba que te gustaban las mujeres con carácter… —bromeó Seth.

—Al contrario. Me gustan dulces y facilitas.

Jacob echó un trago de whisky y bramó:

—¿Os importa que volvamos al asunto?

—Podrían ser el viejo Marco y Elezar —murmuró Charlie, frotándose la barbilla—. Son un par de reaccionarios.

—No os olvidéis del más evidente de todos —dijo Seth, cruzándose de brazos—. Stefan es un racista que odia a los humanos. No me extrañaría nada que se tratara de él.

—Estoy de acuerdo en lo de Stefan —dijo Jacob—. En cuanto al resto de los miembros de la Liga, no sé qué pensar… llevan poco tiempo en el cargo y no los conocemos bien.

—Eso es verdad. No los conocemos bien —afirmó Carlisle—. No podemos saber si son capaces de hacer algo así.

—¿Qué tal si preguntamos a Embry Call? —intervino Charlie.

—Buena idea —dijo Seth—. Quizá pueda ayudarnos.

—Por desgracia, está ilocalizable —explicó Jacob—. Además, es tan leal a la Liga como a nosotros. Necesitamos a otra persona… y sólo se me ocurre una: Kate.

Seth miró a su amigo con incredulidad y dijo:

—No, eso nunca. Tendrás que pasar por encima de mi cadáver.

—Si no conseguimos ayuda, lo de tu cadáver podría ocurrir muy pronto —afirmó Jacob—. Necesitamos hablar con alguien que conozca bien el clan y la Liga. ¿Y quién mejor que Kate?

—No querrá —dijo su compañero—. No le importamos nada.

—En eso no estoy de acuerdo —contraatacó—. Kate siempre ha querido lo mejor para la gente. En primer lugar, no sería capaz de involucrarse en un asunto tan turbio; y en segundo, Embry y ella son los miembros más progresistas del clan de los Crestas Plateadas. Si le pedimos ayuda, nos la prestará. Y necesitamos su ayuda.

Seth sacudió la cabeza.

—No me gusta nada…

—Ya lo sé. Pero ¿por qué no aprovechas la ocasión para preguntarte por qué te molesta tanto esa mujer?

—No me preocupa —mintió—. Simplemente, sé que no saldrá bien.

—¿Tienes una idea mejor?

Seth abrió la boca para contestar, pero Carlisle interrumpió su discusión.

—Se me ocurre que uno de nosotros debería volver a Shadow Peak, aceptar el puesto que un día nos ofrecieron los Crestas Plateadas en su clan y buscar al traidor desde dentro.

Charlie, Seth y Jacob miraron a Carlisle con tanto asombro y solemnidad que el irlandés soltó una carcajada.

—Si os vierais las caras ahora… —se burló.

Charlie frunció el ceño.

—Maldito canalla. Es un plan diabólico —afirmó.

—Pero brillante —observó el irlandés.

—Y supongo que estás dispuesto a presentarte voluntario, por supuesto —dijo Seth, entrecerrando los ojos.

—¡Por nada del mundo! —exclamó Carlisle, sacudiendo la cabeza—. No estoy tan mal de la cabeza.

Charlie asintió como si acabara de tener una idea.

—Podríamos echarlo a suertes —propuso.

—No me gusta esa idea —dijo Seth.

—A mí tampoco, Seth, pero es lo mejor que podemos hacer —comentó Jacob—. Si tuviéramos a un hombre dentro, podríamos acceder a todos los medios del clan; podríamos trabajar con Kate y llegar al fondo de este asunto antes de que nos estalle en la cara.

—Dios mío —dijo Seth—, y yo que pensé que tu propuesta de hablar con Kate era una locura…

En ese momento oyeron un ruido fuerte, procedente del sótano.

—Es Riley —dijo seth

Los cuatro amigos se levantaron a la vez.

—¡Black! ¡Clerwater! —exclamó el chico.

Cuando Jacob abrió la puerta que daba al sótano, encontró a Riley en lo alto de la escalera, cubierto de sudor.

—¿Qué ocurre, Riley?

—Yo… estaba soñando… he tenido una pesadilla —acertó a responder, entre jadeos—. Me he acordado de aquella noche… sé dónde está el lugar. Había agua y un precipicio… creo que se oía una catarata.

—Es la descripción de Fiat Rock —afirmó Seth—. Está al oeste de aquí.

—Pues vayamos a comprobarlo —ordenó Charlie, que ya se dirigía a la salida—. Pero tendremos que cubrir toda la zona.

Carlisle asintió y dijo:

—Nosotros iremos por el norte.

—Yo iré por el sur —dijo Jacob.

—No puedes ir solo, Black —protestó Charlie.

—Seth no está en condiciones de acompañarme. Además, necesito que se quede aquí, con Renesmee —declaró—. Si me busco algún problema que no pueda solventar yo solo, os llamaré al móvil.

—Eso espero.

Charlie y su compañero salieron de la casa.

—Lo has hecho muy bien, Riley —dijo Jacob al joven.

Riley asintió con expresión de pesadumbre y Jacob sintió lástima de él. Si se había acordado de lugar, también habría recordado los detalles de la muerte de aquella mujer.

—No te preocupes, se recuperará —dijo JSeth—. Venga, márchate de una vez, a ver si averiguas algo.

—Dile a Renesmee que me he marchado.

—Se lo diré. Y hagas lo que hagas, mantén la calma.

Seth se llevó a Riley al sótano. Jacob se disponía a marcharse cuando oyó que lo llamaban.

—¿Te marchas?

Era Renesmee. Estaba en la entrada del salón.

—Puede que tengamos una pista sobre el paradero de James —explicó—, pero debemos actuar con rapidez. Seth te lo explicará todo.

Ella asintió. Se había quedado pálida.

—Ten cuidado, Jacob.

—Lo tendré —le prometió.

Al mirarla, Jacob sintió la necesidad de tumbarla en el suelo y hacerle el amor apasionadamente.

—Si no fuera tan importante, no me iría —añadió.

Ella asintió, pero permaneció en silencio.

—Riley está bastante alterado. Tal vez deberías bajar a hablar con él. Le vendría bien un poco de compañía.

—Por supuesto.

Jacob contempló la cara de Renesmee y pensó que tenía muchas cosas que decirle. Pero no era el momento más adecuado.

—¿Me esperarás? —preguntó.

Ella dudó un momento y dijo:

—Claro.
 
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