lunes, 2 de julio de 2012

HAMBRIENTOS DE DESEO CAPITULO 9

Esta historia le pertenece a María en su blog “Letras de hielo yfuego”
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios.
El capitulo puede ser fuerte en algunas partes.

HAMBRIENTOS DE DESEO
Adaptación
Summary: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él... que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan.

CAPITULO 9

Renesmee dio vueltas y más vueltas al asunto, pero seguía sin saber si estaba haciendo lo correcto al mantener las distancias con Jacob o si, por el contrario, estaba destrozando su mejor posibilidad de ser feliz.

Ni siquiera sabía si había tomado la decisión por motivos de peso o por simple y puro miedo. Para empeorarlo todo, la atracción que sentía era tan fuerte que no la dejaba pensar con claridad. Allí estaban, compartiendo la misma casa; y sin embargo, en algunos sentidos, no podían estar más lejos.

Por enésima vez, se preguntó por qué era incapaz de disfrutar del presente. Y siguió preguntándoselo mientras sacaba sus cosas de la maleta y las cajas y las guardaba en los cajones vacíos de la cómoda y el armario que, por suerte, tenían espacio de sobra.

Tardó un buen rato en guardarlo todo. Cuando terminó, puso el teléfono móvil a cargar. Después, decidió que ya era hora de salir de su escondite.

Se cepilló rápidamente el pelo, se puso un poco de carmín y se dirigió a la cocina. Al asomarse, se quedó asombrada por la escena que se abría ante ella: era una especie de fiesta de testosterona. No es que Jacob, Seth y los dos desconocidos estuvieran haciendo nada en particular; es que eran tan grandes, tan fuertes y tan masculinos que llenaban la habitación con su energía.

La presencia física de los Cazadores habría afectado a cualquier mujer; y más aún si, como ella, se encontrara delante de cuatro. En algún momento de la mañana, habían aparecido dos más.

Tomó aliento, se secó las palmas en los pantalones y entró en la cocina, iluminada por la luz del sol. La conversación de los hombres se detuvo en seco y todos los ojos se volvieron hacia ella. Renesmee sintió una timidez repentina, como una niña a quien hubieran pillado in fraganti mientras miraba los regalos del día de Navidad antes de tiempo.

—Hola… —dijo.

Seth le dedicó la mejor de sus sonrisas.

—Hola, muñeca.
—Renesmee… —dijo Mason, más cauto y más cómplice a la vez—. Te presento a Charlie y Carlisle. Viven aquí, en el callejón, y trabajan con Seth y conmigo.

Renesmee saludó a los recién llegados, bastante incómoda por ser el centro de atención.

—Vaya, un bocado de lo más suculento —dijo Carlisle, mirándola de la cabeza a los pies—. Qué calladito te lo tenías, Jake… con ese rubor tan dulce y esa sonrisa tan inocente, casi estoy por olvidar que es tu chica.

Carlisle se detuvo un momento, la miró mejor y añadió:

—Veo que no has dado el paso definitivo. Interesante.
—¿El paso definitivo? ¿Qué paso es ése? —preguntó ella.

Por lo visto, todavía le ocultaban cosas.

—No le hagas caso —dijo Jacob—. Déjala en paz, Carlisle.
—Hoy estás de mal humor, ¿verdad? —Murmuró Carlisle, arqueando una ceja—. Sé reconocer a un colega comprometido cuando lo veo, y tú no lo estás.
—¿Qué significa eso de comprometido? —insistió ella.
—¿Acaso no se lo has…?
—Te lo explicaré más tarde, Renesmee —dijo Jacob, molesto con Carlisle—. No es una conversación que quieras mantener delante de todos. Créeme.

Ella frunció el ceño, pero supuso que tenía razón. Si la conversación era demasiado personal, no quería compartirla con el resto de los hombres.

Se acercó a Jacob y vio que Carlisle le dedicaba una mirada seductora, que seguramente no le fallaba nunca con las mujeres.

—Si todavía no eres de Black, cariño mío —dijo—, tal vez quieras ser mía…

Renesmee consideró la posibilidad de responder con algún comentario que lo pusiera en su sitio, pero su atrevimiento le sacó una sonrisa irónica.

—Veo que te has ganado tu fama a pulso, Carlisle.

Él inclinó la cabeza con elegancia.

—Llámame Carl, amor.
—No es tu amor, payaso irlandés —intervino Jacob.
—Lo será si ella quiere.
—Me temo que de momento prefiero seguir sin hombres —dijo ella.

Renesmee caminó hasta los armarios, sacó una taza y se sirvió un café. Al girarse, vio que Jacob y Carlisle se miraban con cara de pocos amigos.

Se sentó en la encimera, junto a la pila de metal. Segundos después, intervino Charlie.

—¿Y bien? ¿Qué ha dicho nuestro invitado? —preguntó, refiriéndose al joven del sótano.
—Ha dicho —respondió Seth— que James se ha dedicado a reclutar un pequeño ejército de seres desesperados, oprimidos, sin esperanza…
—Por Dios, déjate de tonterías y responde de una vez —dijo el irlandés, impaciente.

Seth rió. Era evidente que les estaba dando largas a propósito.

—Está bien, está bien… Parece que nuestro amigo James ha decidido organizar un club de psicópatas para destruir a la especie humana.
—¿Para destruirla? Más bien, para comérsela —puntualizó Renesmee.
—Sí, también para eso —dijo Jacob.
—Bueno, ya sabéis lo que dicen por ahí… —intervino Seth—. Que la carne humana es la más sabrosa.
—Eres un enfermo. ¿Lo sabías? —dijo Carlisle.
—No, sólo soy un pervertido —bromeó Seth.
—Un pervertido, no; un desquiciado —dijo Jacob.
—Claro, últimamente no hago otra cosa que trabajar y trabajar —se defendió Seth—. Nunca tengo tiempo de animar a las damas con mi encantadora presencia. Eso desquiciaría a cualquiera…
—Y hay tantas mujeres y tan poco tiempo… —intervino Carlisle.
—Por Dios, Carlisle, deja ese rollo a lo Julio Iglesias —gruñó Charlie, frunciendo el ceño—. Como insistas con él, te las verás conmigo.
—Vaya, parece que ya he vuelto a molestar a Charlie otra vez…

Renesmee se giró hacia Seth y preguntó:

—¿Siempre están así?
—No, hoy tienen un día bueno. Cuando lo tienen malo, no se soportan.
—Si tuvierais que estar con este tipo todo el tiempo, lo entenderíais —dijo Charlie—. Anoche, Carlisle se dedicó a cantar canciones de Julio Iglesias durante cuatro horas… estuve a punto de matarlo.

Carlisle se encogió de hombros.

—No le hagáis caso. Ya conocéis a Charlie… Mi influencia es magnífica para su presión arterial. Impido que le dé vueltas y más vueltas a la cabeza y lo centro en lo negativo.

Jacob soltó una carcajada.

—Oh, sí, lo centras tanto que sólo piensa en matarte.
—¿Para qué están los amigos? —bromeó Carlisle—. Pero dime una cosa, Black… ahora que has encontrado a tu pareja, ¿vas a seguir cazando?
—Por supuesto. Sin mí, no sabríais encontrar ni vuestra propia sombra. Pero a partir de ahora, Seth y yo nos quedaremos cerca de casa.

Carlisle arqueó una ceja.

—Claro, para que nosotros nos ocupemos de esos salvajes mientras tú te quedas con tu mujercita. Maravilloso.

Jacob lo miró con dureza y declaró:

—Tómalo como una oportunidad de ampliar tu círculo de mujeres.

El irlandés echó la silla hacia atrás, manteniéndola en un equilibrio altamente inestable, y alzó su taza.

—Brindo por eso —dijo.
—¿Habéis averiguado algo nuevo en Delaine? —preguntó Jacob.
—No, nada —contestó Carlisle—. Nada de nada. No sé lo que han hecho con su olor, pero es imposible de seguir.
—A Carlisle y a mí nos dio mala espina —dijo Charlie, que se encogió de hombros—. Y cuando me hablaste del olor extraño de James, no supimos qué pensar. Es lo mismo en todas partes… ese fondo raro, ácido, como a vinagre.

Jacob frunció el ceño y comentó:

—Parece que el truco no les funciona del todo bien. No pudimos captar el olor de Jacob en la distancia, pero lo notamos al acercarnos. Evidentemente, sólo ha aprendido a disimularlo.
—Él y todos los demás —murmuró Charlie.
—En efecto —dijo Carlisle.
—Si las cosas se complican, puedo pedir ayuda a algún clan de otro condado. Nos deben muchos favores.
—No, no pidas ayuda todavía, Black —dijo Carlisle—. Ya habrá ocasión si la cosa llega hasta el punto de que no podamos solucionarlo por nuestros propios medios. Entretanto, creo que deberíamos mantenerlo en secreto; cuantos menos lo sepamos, mejor.
—Estoy de acuerdo.
—Por cierto, ¿qué te dijo James? Antes nos comentabas que te llamó por teléfono cuando apareció esta muñeca…
—Esta muñeca tiene un nombre. Me llamo Renesmee —dijo ella.
—James sólo dijo tonterías. Su basura narcisista habitual sobre el bien, el mal y esas cosas —explicó Jacob.
—¿Y su número de teléfono? —preguntó Charlie—. Supongo que no fue tan amable como para dejarnos un número donde lo podamos localizar.

Seth sacudió la cabeza.

—Era un número privado. Es demasiado listo para cometer un error así. Tendremos que esforzarnos un poco.
—Nos vendría bien un especialista en informática y comunicaciones —dijo Charlie—. Ya sabéis, uno de esos tipejos que viven encerrados en sus sótanos y sólo salen a respirar cuando necesitan otro disco duro.
—¿Y para qué lo necesitamos? —preguntó Carlisle, girándose hacia su compañero.
—¿Para qué? Carlisle, si tuviéramos a un especialista, podríamos haber localizado ese número de teléfono.
—Pues si vamos a empezar a reclutar gente, propongo que reclutemos a un cura —dijo seth—. Tal vez pueda salvar su alma inmortal…

Todos estallaron en carcajadas. Todos menos Renesmee, que tuvo la impresión de que en el chiste había algo más de lo que parecía a simple vista. Sin embargo, se sentía como en casa. Allí estaba ella, tomando café tan tranquilamente con cuatro hombres lobo. Dos días antes, se habría asustado con cualquier cosa; pero su vida había cambiado de un modo tan radical que nada era lo mismo.

—Hay algo que no entiendo. ¿Por qué James, precisamente? —preguntó Charlie—. ¿Y por qué ahora?

Seth tomó un sorbo de café, sostuvo la taza entre las dos manos y dijo:

—Si quieres declarar una guerra, empieza por los jefes. Jacob es el Cazador más antiguo de nosotros. James sabía que si se pasaba al otro lado, sería Jacob quien lo seguiría.

Charlie asintió.

—Comprendo. Intenta cortar la cabeza a la serpiente.
—¿Cortar la cabeza a la serpiente? —preguntó Renesmee.
—Es estrategia militar —explicó Seth—. Si quieres acabar con una unidad, empieza por los oficiales y será más fácil. Como Jacob es el Cazador más antiguo del clan, James habrá supuesto que también es el más fuerte…
—Pero eso sólo es una suposición, cariño —le dijo Carlisle, guiñándole un ojo.
—Además, cualquier Cresta Plateada sabría que Jacob sería el encargado de acabar con él —concluyó Charlie.
—Así que quiere atraer a Jake, eliminarlo, debilitarnos a todos y vengarse al mismo tiempo por la muerte de su hermano —dijo Seth—. Eso es lo que se llama matar dos pájaros de un tiro. Pero ¿estamos seguros de que James es el cerebro de la operación? ¿O hay alguien más, alguien por encima?
—Sea como sea, es evidente que se encarga de los reclutamientos —intervino Charlie, que se frotó la mandíbula—. ¿Quién mejor para manipular a chicos como Riley que un hombre dispuesto a darles lo que quieren? Mujeres, drogas… nombrad cualquier cosa y James puede conseguirla.
—¿Crees de verdad que sólo es un subalterno? —preguntó Jacob.
—Sí, lo creo. Me parece que aquí hay algo más grande, más ambicioso que una simple venganza personal.

Jacob asintió.

—¿Y quién podría ser el jefe?
—¿Quién sabe? —murmuró Seth—. La estructura social de los Crestas Plateadas hace aguas por todas partes.
—Puede que el chico que atrapasteis nos pueda sacar de dudas —observó Carlisle.
—Lo hemos intentado —dijo Seth, que suspiró—. Es obvio que nos oculta algo, pero se niega a hablar.
—Carlisle podría convencerlo —intervino Charlie.

Seth sacudió la cabeza.

—Asustarlo no serviría de nada —afirmó.

Carlisle volvió a mirar a Renesmee con expresión libidinosa y Jacob perdió la paciencia con él.

—Ya basta, Carlisle —gruñó.
—¿Ah, sí?
—Eh, nada de peleas —intervino Charlie—. Dejad vuestras diferencias para otro momento. Tenemos un enigma que resolver.

Renesmee carraspeó y habló.

—Tengo una idea. Dejad que tenga una pequeña conversación con Riley.
—¿Cómo? —preguntó Jacob, asombrado.
—No os ofendáis, pero vosotros intimidaríais a cualquiera. Estoy segura de que se sentirá más cómodo conmigo.

Carlisle la miró un momento y asintió.

—Tiene razón —dijo—. Puede que se sienta más cómodo si habla con una mujer. Si el asunto le preocupa tanto como parece, es posible que sólo se necesite un poco de tacto para animarlo a cantar.
—No, no, de ningún modo —protestó Jacob.
—¿Por qué no? —preguntó ella.
—¡Porque no quiero que te acerques a él! —respondió, frustrado—. Es demasiado peligroso, Ness.
—Oh, vamos, ya me ha salvado la vida una vez. ¿Qué crees que me puede hacer? —dijo ella.

Jacob permaneció en silencio.

—Por favor, Jake… Deja que hable con él. Quiero ayudar.
—De ninguna manera.

Jacob insistió por insistir. Sabía perfectamente que Renesmee no iba a dar su brazo a torcer. Y mucho menos, cuando los demás parecían estar de acuerdo.

Momentos después, se encontró acompañándola al sótano mientras el resto esperaba en la cocina. Renesmee se metió las manos en los bolsillos porque no quería mostrar nerviosismo delante de un hombre lobo. Pero cuando entró en la habitación, su valentía se desvaneció al instante; aunque Riley le hubiera salvado la vida, era uno de los tipos malos.

Sorprendentemente, se sintió bastante mejor cuando lo miró a la cara. Era un joven muy guapo; con su nariz aguileña, su pelo de color caramelo, sus pestañas largas, su mandíbula cuadrada y su mirada solemne y algo triste, parecía una especie de ángel caído. No se podía decir que fuera un niño, pero tampoco un hombre hecho y derecho, acostumbrado a los aspectos más duros de la vida.

Se acercó a él y se sentó en la cama.

—Hola, Riley. Me llamo Renesmee.
—Hola —dijo, mirándola con cierta desconfianza.

Jacob se mantuvo en el fondo de la habitación.

—Quiero darte las gracias por haberme salvado la vida. Fuiste muy valiente al enfrentarte a tu compañero…
—Renesmee…
—Cállate, Jacob —protestó ella—. Si insistes en entrometerte, será mejor que salgas de aquí.

Jacob gruñó, pero no dijo nada más.

—Sé lo que se siente al encontrarte en mitad de algo que escapa a tu control —continuó Renesmee—. Hasta hace unos días, yo tenía una vida tranquila y sencilla… y luego, de repente, todo cambió.
—Sí, bueno… —dijo el chico, mirándola con pesadumbre.
—Sé que le has hablado de James a Jacob y a Seth, pero también sé que hay algo más, ¿verdad?

El joven trago saliva y se mantuvo en silencio.

—¿Ha pasado algo malo? —le preguntó—. ¿Le ha pasado algo a alguien que te importe?
—No… en realidad, no la conocía.
—Te sentirás mejor si me lo cuentas, Riley.
—No puedo —dijo el chico, cerrando los ojos con expresión de angustia—. Yo… no puedo, en serio.
—Si no lo dices, si no pides ayuda, podría volver a ocurrir.
—Es que no quiero pensar en eso —se defendió—. Yo no quería hacerlo… pero él me dijo que, si no aprendía a mantener el control, podría hacer daño a Irina.

Renesmee supo que había roto sus defensas y que el chico iba a hablar. También supo que su historia sería terrible y que la destrozaría por dentro. Pero no había otra solución.

Respiró hondo y preguntó:

—¿Quién es Irina? ¿Es la chica que te gusta, Riley?
—Sí, ella es… Por Dios, qué importa eso —murmuró, mirando la pared—. Ya no querrá saber nada de mí.
—¿Es de tu clan?
—Yo ya no tengo clan.

Renesmee decidió esperar y darle tiempo.

—Es humana —continuó el chico—. La conocí en un concierto. Es pequeña, como tú… pero de cabello rubio, casi blanco, y grandes ojos azules. Parece una muñequita. Yo tenía tanto miedo de hacerle daño si me dejaba llevar… Tenía miedo de transformarme mientras hacíamos el amor.

Riley suspiró y Renesmee miró a Jacob, que contemplaba la escena con gesto impasible.

—No conocía a nadie a quien pudiera preguntar sobre las relaciones con una mujer humana. Hablé con un amigo y me dijo que conocía a un tipo que me podía ayudar —explicó—, así que fui a verlo.
—Y era James, claro.
—Sí, estaba en un almacén de Covington, con otros licántropos jóvenes, chicos de mi clan y de otros clanes de la zona. James nos dijo que si confiábamos en él, nos enseñaría a controlar a la bestia que llevamos dentro; nos prometió que nos ayudaría a controlar a las mujeres humanas sin hacerles daño, incluso a plena luz del día.
—¿Y qué pasó?
—Estuve allí varias veces. Una noche, me dijo que tenía una sorpresa para mí y me pidió que lo acompañara.
—¿Adónde? —preguntó Renesmee.
—Yo no lo sabía cuando me lo pidió. De hecho, lo único que recuerdo de aquella noche fue lo que pasó más tarde.

El chico dejó de hablar.

—No te preocupes, Riley. Puedes decirnos lo que pasó. Te prometo que te ayudaremos.
—James dijo que me ayudaría a controlarme y que así podría estar con chicas como Irina. Fui tan estúpido… le hablé de ella y le confesé por qué necesitaba aprender más de mi condición. Él prometió ayudarme, pero afirmó que primero debía aprender a hacer el amor con una mujer más experimentada y que debía hacerlo con mi forma de lobo.
—¿Y lo intentaste?

Riley se ruborizó.

—Sí, pero…

La habitación quedó en silencio durante unos segundos. Sólo se oía el tictac del reloj de la pared.

—¿Qué pasó?

Riley sacudió la cabeza.

—No te lo puedo decir. Pensarás que soy un monstruo.
—Pasara lo que pasara, no fue culpa tuya, sino de James. Te manipuló porque quería que trabajaras para él. Si me lo cuentas, te sentirás mejor.
—¿En serio? No dirás lo mismo si te lo cuento.
—Confía en mí…
—La maté.

Renesmee sintió una punzada en el estómago, pero mantuvo la calma.

—¿Por qué? —preguntó.

El chico respiró hondo, esperó un momento y soltó la verdad de golpe, con voz quebrada por la emoción.

—James dijo que tenía experiencia, pero no era verdad. Yo creí que podría controlarme, que podría contener la transformación… Supongo que James la había drogado o algo así, porque parecía disfrutar de verdad conmigo. No se comportaba de forma inocente. Pero luego, cuando entré en ella y sangró… no sé lo que pasó, en serio, no lo sé…
—Sigue hablando, Riley, te escucho.
—Sólo sé que perdí el control y me transformé. Había sangre por todas partes. En la cama, en las paredes, en mi boca. Y ella estaba… Oh, Dios mío, fue una pesadilla. Me volví loco. Alguien me golpeó y me dejó inconsciente… un tipo que se llamaba Laurent, si no recuerdo mal. Cuando recobré el conocimiento, me dijeron que la había matado y que ya no podría volver a mi clan, que James se había pasado al lado oscuro y que yo debía unirme a ellos.

Renesmee se inclinó sobre el joven y lo tomó de la mano.

—Lo siento mucho, Riley.

El chico la miró con una tristeza infinita.

—¿Por qué lo sientes? —preguntó
—Porque te utilizaron, igual que tú utilizaste a esa chica —respondió—. ¿Sabes dónde está Irina ahora?

Elliot cerró los ojos un momento.

—No, no lo sé. Debieron de decirle algo malo de mí, porque dejó de contestar a mis llamadas y no volvió a ponerse en contacto conmigo.
—¿Estabais en las montañas? —intervino Jacob—. ¿O seguíais en la ciudad?

Riley lo miró.

—No lo sé. No quiero recordar.
—Entonces, te quedaste con James porque no tuviste elección… —dijo Renesmee.
—Me dijeron que me había convertido en uno de ellos, que tendría que matar y afrontar las consecuencias, que las normas…
—Olvídate ahora de las normas, Riley —dijo Jacob con voz tranquila.
—¿Me vais a matar?
—Nosotros no matamos a niños.
—Yo ya no soy un niño —dijo el joven, desafiante.
—Mira, Riley, tardarás un tiempo en superar lo que ha pasado, pero no ha sido culpa tuya. James te manipuló y obtuvo exactamente lo que quería.
—Pero yo la maté… la asesiné —afirmó—. Debería pagar con mi vida.
—Eso no es verdad —intervino Renesmee con convicción—. Hicieras lo que hicieras, no te ha cambiado. Sigues siendo una buena persona. ¿O acaso no recuerdas que me has salvado la vida? No me hiciste daño, Riley.
—No, claro, no podía…

Riley la miró, se estremeció y añadió:

—Te pareces demasiado a Irina.

Salieron del sótano enseguida, sabiendo que el chico necesitaba estar a solas. Jacob tendía aprovechar la ocasión para hablar con ella, pero Renesmee se dirigió inmediatamente al cuarto de baño con la excusa de que quería ducharse y él lo comprendió: la historia de Riley le había deprimido mucho.

En circunstancias normales, Jacob nunca habría confiado en nadie que hubiera caído bajo la influencia de James. Sin embargo, estaba convencido de que el chico había dicho la verdad. Su dolor y su sentimiento de culpa eran demasiado intensos para ser fingidos. Y la tragedia del joven lo reafirmó en la necesidad de encontrar a James y acabar con él.

Sus compañeros lo estaban esperando en la cocina. Tras contarles la historia de Riley, fue al despacho y comprobó el correo electrónico, pero no había ninguna noticia nueva; sólo tenía una llamada perdida de Dimitri, que respondió.

Salió del despacho y caminó hacia la habitación. Antes de abrir la puerta, notó que Renesmee estaba dentro y supo dos cosas: que hablaba con alguien por teléfono y que parecía alterada.

—No sé qué estoy haciendo aquí, Em. Todo es tan confuso… lo quiero con locura, pero tengo miedo de acostumbrarme demasiado a él. Sé que no se va a enamorar de mí y sé que debería mantener las distancias, pero este asunto de las relaciones amorosas con hombres lobo… es tan intenso que sólo quiero arrojarme a sus brazos.

Renesmee se detuvo un momento, probablemente para escuchar algún comentario de su amiga, y continuó.

—No, no, le agradezco que haya sido sincero conmigo, pero duele terriblemente y no creo que él vaya a cambiar. Me está destrozando, Em. No sé si hago bien al alejarme de él o si lo estoy estropeando todo con mi actitud.
—Maldita sea… —murmuró Jacob.

Las palabras de Renesmee habían conseguido que se sintiera culpable. Tres días antes, la suya había sido una vida sencilla, sin complicaciones, que giraba alrededor de su familia y sus amigos. Cuando tenía hambre, comía; y cuando quería acostarse con una mujer, la buscaba. Sabía lo que tenía que hacer y sabía cómo conseguir los resultados que deseaba. Pero en ese momento se sentía incapaz de relacionarse con aquella humana hermosa y pequeña.

Se metió las manos en los bolsillos y se alejó por el corredor. Ya había oído bastante. Si se quedaba en la puerta del dormitorio, se rendiría al impulso de entrar y ni siquiera sabría qué hacer ni qué decir.

Además, no era el momento para enfrentarse a ese problema; primero tenía que acabar con James y asegurarse de que la vida de Renesmee no corría peligro. Ya tendría tiempo, después, para pensar en ella. No quería perder su corazón. Sólo quería tenerla, tenerla entera, y protegerse a sí mismo a la vez.

Al darse cuenta de lo que había pensado, se detuvo en seco. Acababa de tener una revelación. Y fue tan desconcertante que se tuvo que apoyar en la pared para mantener el equilibrio.

La deseaba, sí, pero no quería sólo su cuerpo: también quería su corazón. Quería que lo amara.

Nervioso, se dirigió a la cocina con intención de tomar algo que le tranquilizara. Seth estaba junto a la pila, tomándose un café mientras contemplaba el bosque por la ventana.

—¿Te sirvo una taza? —le preguntó su amigo.
—No, gracias —contestó, haciendo un esfuerzo para disimular su inquietud—. Si sigues tomando tanto café, terminarás siendo un adicto. ¿Cuántos te has tomado ya? ¿Diez?
—Ya soy cafeinómano —bromeó Seth, sin apartar la mirada del paisaje—. Ahora me limito a alimentar la adicción.
—Pues yo necesito algo más fuerte. Por cierto, ¿dónde están Charlie y Carlisle?

Jacob abrió un armario y sacó una botella de whisky.

—Se han ido a su casa, a dormir. Anoche estuvieron en el bosque, llevándose los cadáveres que les dejamos, y no pudieron descansar mucho.

Jacob se sirvió dos dedos de whisky y echó un buen trago. Después, se sentó en una de las sillas.

—Que duerman mientras puedan. Tengo la sensación de que las cosas se van a complicar —dijo.

Seth se apartó de la ventana y miró la copa de su amigo con expresión crítica.

—¿Tan desesperado estás con ella que te das a la bebida?

Jacob rió sin humor.

—Sí, me está volviendo loco.

Seth se sentó en la encimera y tomó otro sorbo de café.

—¿Sabes cuál es tu problema, Jake?

Jacob conocía perfectamente su problema: una humana irresistible de un metro sesenta y dos de altura.

—Algo me dice que tú me lo vas a explicar —ironizó.
—Exacto. Y te lo voy a explicar porque te quiero como a un hermano… No voy a permitir que destroces tu vida sólo porque eres un miedica, Jake. ¿Te fijaste en todos los libros que tenía en su piso?
—Sí. ¿A qué viene eso?

Seth sonrió.

—No había ni un solo ensayo, amigo. Todo eran novelas. Novelas románticas.
—¿Adónde pretendes llegar?
—A que es una soñadora, Jake.
—Eso ya lo sabía —dijo, echando otro trago—. Ella es una soñadora y nosotros los monstruos.

Seth sacudió la cabeza.

—No me refiero a eso.

Jacob lo miró con frustración.

—Pues si no te refieres a eso, déjate de tonterías y habla claro.
—Renesmee cree en el amor. Cree en los finales felices y en las relaciones de por vida —le explicó—. Pero al margen de lo que crea, deberías dejar de castigarte. Esa mujer te adora, Jake; está loca por ti. Y si intentas controlar lo que sientes, fracasarás… el amor tiene sus propias normas; no se puede manipular a nuestro antojo para hacerlo más conveniente.
—No me estás diciendo nada que yo no sepa.
—Por todos los demonios, Jacob… Acepta un buen consejo por una vez en tu vida. Olvida el pasado, olvida lo que le pasó a Edward, acepta lo que la vida te ofrece. No des la espalda al amor. Si lo haces, te devorará por dentro como un cáncer. Y al final, la perderás a ella.
—¿Como tú? —preguntó Jacob, muy irritado.

Seth lo miró con dureza, pero asintió.

—Sí, como yo —murmuró.
—Clerwater, sabes que más tarde o más temprano tendrás que…

El teléfono móvil de Jacob empezó a sonar.

—Será mejor que contestes —dijo Seth.

Jacob miró la pantalla y reconoció el número. Era Carlisle.

—¿Qué pasa, irlandés? ¿Ya nos echas de menos?
—Si Clerwater está contigo, pon el manos libres para que me pueda escuchar.

Jacob pulsó el botón adecuado y dejó el móvil en la mesa.

—Ya está, Carliesle. ¿Qué ocurre?
—Al llegar a casa me he encontrado un mensaje de Esme. Es profesora en Shadow Peak —explicó.

Seth se acercó al teléfono para intervenir en la conversación.

—¿Esme? ¿No es la purasangre con quien estuviste el año pasado?
—No fue el año pasado, sino hace seis meses —puntualizó Carlisle—. Y lo creas o no, seguimos siendo amigos… Pero bueno, resulta que estaba cerca, en Clausen Ridge, cuando encontró algo que le pareció que podría interesarnos. Charlie y yo decidimos ir a echar un vistazo.
—¿Qué era? —preguntó Jacob.
—Otro cadáver. Las circunstancias coinciden con los asesinatos que estábamos investigando.
—Oh, no… —intervino Seth—. ¿Quieres decir que le habían arrancado el corazón?
—Sí, pero eso no es todo. La escena era terrorífica, verdaderamente terrorífica —respondió el irlandés—. Sé que no quieres dejar sola a tu chica, Black, pero creo que deberías verlo en persona.
—Maldita sea… De acuerdo. Estaré ahí en quince minutos.
—Te esperaremos.

Jacob cortó la comunicación y se pasó una mano por el pelo. Sabía que aquello no le iba a gustar.

—Tengo un mal presentimiento —murmuró Seth—. Lo digo muy en serio, amigo. Clausen Ridge está muy cerca de aquí.
—Por eso necesito que te quedes en casa, Seth.
—Vamos, Jake, sabes que detesto hacer de niñera…

Jacob se levantó, dejó el vaso vacío en la pila y guardó la botella de whisky en el armario.

—Lo sé, pero todavía no te has recuperado de esa herida. Además, eres la única persona a quien confiaría la vida de Renesmee.

Seth suspiró.

—Está bien, como quieras. Pero me debes una, canalla…

Jacob arqueó una ceja.

—Ya no sé ni cuántas te debo —observó.
—Yo tampoco llevo la cuenta, pero esta vez te la voy a cobrar. Ten cuidado, o la próxima vez te obligaré a comprarme un juego de llantas nuevas para mi camioneta. De último modelo, amigo.
—Me sales muy barato, Clerwater —bromeó—. Yo estaba dispuesto a pagarte unas vacaciones en el trópico con un montón de mujeres desnudas y tú me pides un juego de neumáticos… Piensa en todo el tiempo que tendrás libre cuando acabemos con James. No sé qué vas a hacer tú, pero yo pienso irme de luna de miel con Renesmee.

Seth lo miró con una sonrisa de satisfacción.

—Vaya, ¿insinúas que vas a hacer el pacto de sangre con ella?

Jacob se guardó el teléfono móvil, se dirigió al vestíbulo y abrió el armario para sacar una chaqueta de cuero marrón, que se puso. Seth lo siguió. Todavía esperaba una respuesta.

—No necesito hacer el pacto de sangre para casarme con Renesmee —contestó—. E incluso si quisiera, ¿crees de verdad que daría su consentimiento para que le hundiera los colmillos en la garganta? Ya sabes lo que piensa de los licántropos. Probablemente, me daría una bofetada.

Seth movió la cabeza en gesto negativo.

—Amigo, eres increíblemente miedoso. ¿Lo sabías?
—Ten cuidado con lo que dices, Seth. Hay gente más miedosa que yo.
—Sí, sí, ya lo sé —dijo su amigo, frustrado—. Pero sinceramente, creo que deberías confiar más en esa mujer. Si te ama, aceptará el pacto de sangre. Es más… si te ama, hasta le gustará.
—Sí, claro. Y si no le gusta, saldrá corriendo.
—Tú no se lo permitirías —afirmó Seth—. Pero bueno, lárgate de una vez. Y ten cuidado, por favor.

Jacob no quería marcharse, aunque pensó que el aire fresco le vendría bien. Necesitaba aclarar sus ideas, bastante confusas por culpa de una pelirroja tempestuosa y pequeña.

—Cuando veas a Renesmee, dile que volveré pronto.

Jacob alcanzó las llaves del todo terreno, abrió la puerta y se perdió en la oscuridad de la noche.

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