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ADAPTACIÓN
HAMBRIENTOS DE DESEO
Summary: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él... que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan.
CAPÍTULO 5:
Renesmee tardó un poco en reaccionar, pero al final, asintió.
Jacob había estado conteniendo la respiración, y exhaló con un suspiro bajo y estremecido que se mezcló con un sentimiento de anticipación. La deseaba; la deseaba con toda su alma. Pero había algo más que eso; algo que le ponía extremadamente nervioso.
Le soltó la mano, sacó las gafas que llevaba en el bolsillo y se las dio.
—Toma. Las recogí en tu piso.
—Gracias.
Ella aceptó las gafas y se ruborizó; después, limpió los cristales con el borde del jersey gris que Emily le había prestado y se las puso.
—¿Qué pasará cuando lleguemos? —preguntó.
Jacob intentó contenerse, pero supo que la expresión de su sonrisa fue más lobuna de lo que pretendía.
—Primero tenemos que llegar. Ya veremos lo que hacemos después, Nessi.
—Me encanta que me llames así. Nessi. Nadie me había llamado de esa forma —murmuró.
—¿En serio?
Jacob contempló el cabello de Renesmee. El día anterior lo llevaba recogido en una trenza, pero aquella mañana se lo había dejado suelto y formaba una cortina de aspecto sedoso y color rojizo.
Se la imaginó debajo de él, desnuda, tumbada en una cama, con el cabello desparramado sobre el almohadón. Fue una imagen tan terriblemente erótica que dijo:
—Sabes que esto va a ser muy difícil para mí, ¿verdad?
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—A estar contigo.
—Oh…
Jacob notó su miedo y su desconfianza, pero también su interés y cierta satisfacción.
Pensó que tendría que hacer un esfuerzo por controlar sus apetitos. Renesmee era mucho más pequeña que él, y le hacía sentirse una especie de gigante. Además, Jacob siempre había evitado a las mujeres pequeñas porque no se encontraba muy cómodo en su compañía; la diferencia física era tan grande que tenía miedo de hacerles daño.
Sin embargo, con ella era diferente. Cada vez que la miraba, se sentía dominado por un deseo irrefrenable que le hacía imaginar todo tipo de escenas salvajes, primitivas y ferozmente apasionadas.
Ya estaba a punto de hacer algún comentario tranquilizador cuando Seth se acercó a ellos y miró la hora.
—Se está haciendo tarde. Si estáis preparados, deberíamos marcharnos.
Jacob asintió. Tenían que llegar a las montañas antes de que se hiciera de noche.
—Sí, es verdad —dijo—. Vámonos.
Un minuto después, el todo terreno negro se puso en marcha y se dirigieron a la cabaña que Jacob había mencionado. El interior del vehículo olía a cuero, a bosque y a hombre; a Renesmee le encantó el olor, aunque no se parecía a nada de lo que había conocido.
Seth iba al volante. Se había ofrecido a conducir y había soltado una risa irónica cuando Jacob aceptó el ofrecimiento y se sentó en el asiento de atrás, junto a ella. Era tan grande que ocupaba casi todo el espacio. Y su energía y su calor llenaban el lugar.
—¿Cuánto tiempo tardaremos? —preguntó.
Seth había tomado el camino del este, el que llevaba a la cadena montañosa que separaba Maryland y Virginia.
—Deberíamos estar en un par de horas, pero depende del tráfico —contestó Jacob, que pasó un brazo sobre el respaldo del asiento.
Renesmee lo miró y pensó que tenía aspecto de poder superar cualquier obstáculo. En eso no podían ser más diferentes. Pero a pesar de ello y del miedo que sentía, se encontraba maravillosamente bien a su lado. Se encontraba a salvo.
Observó sus ojeras durante un momento y dijo:
—Pareces cansado.
Él sonrió.
—Llevo dos días sin dormir. Por tu culpa.
—¿Has estado despierto toda la noche?
—Sí —respondió.
Jacob no dio más explicaciones. De hecho, cambió de conversación.
—¿Tienes familia? ¿Alguien a quien debamos avisar de tu paradero?
—No, mi madre murió cuando yo tenía veinte años. Tengo unos tíos en alguna parte, pero no los he visto desde hace una década.
—¿Amigos?
—Sólo los del trabajo, pero Em les dirá que… que me he ido del pueblo —contestó—. ¿Qué va a pasar con mi casa?
—Hemos enviado un equipo para que la limpie. Les he pedido que recojan algunas de tus pertenencias… supongo que las tendrás mañana.
—Magnífico. Emily me ha prestado la ropa que llevo, pero no tengo nada más —explicó.
En realidad, Renesmee no estaba tan preocupada por eso como por otra cuestión: la ropa de Emily no era de su talla. Su amiga tenía una figura preciosa, pero las caderas y los pechos de Renesmee no eran, ni mucho menos, tan exuberantes.
—Descuida, seguro que tendrás tus cosas al mediodía.
Ella asintió.
Estuvieron un buen rato en silencio, manteniendo las distancias en el asiento de atrás. Seth encendió la radio y puso música. Renesmee hacía verdaderos esfuerzos por no mirar a su acompañante, pero le gustaba tanto que no podía evitarlo.
—Deberías descansar un poco —murmuró él en determinado momento—. Has tenido unos días algo… complicados.
Ella apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos con intención de relajarse, pero fracasó miserablemente; notaba el olor de Jacob y sabía que la estaba observando. Minutos después, llegó a la conclusión de que no lograría dormir y abrió los ojos de nuevo.
—¿Te importa que os haga unas cuantas preguntas?
Jacob arqueó las cejas, pero no dijo nada. Fue Seth quien contestó.
—Adelante, muñeca —dijo—. Dispara.
Renesmee sonrió al oír lo de «muñeca».
—Ayer dijisteis que no sois como James, y ya he podido comprobar lo más obvio, es decir, que sois razonablemente decentes. Pero ¿os referíais a eso? ¿O a otra cosa?
Jacob apoyó el codo en la portezuela, contempló el paisaje por la ventanilla y respondió sin mirarla.
—Somos lobos; hombres lobo, como él. Pero no somos de los suyos. Antes de que James se pasara al lado oscuro, era un miembro perfectamente normal de los licántropos de pura raza, del clan de los Crestas Plateadas.
Renesmee notó algo raro en el fondo de su voz. Sin embargo, decidió insistir. Necesitaba saber más.
—¿Por qué no sois de los suyos?
Seth cambió de carril y respondió por Jacob.
—Porque Jacob y yo somos mestizos, hijos de humano y de hombre lobo. Él y yo estamos en el mismo caso… nuestras madres eran humanas y nuestros padres, licántropos.
—Comprendo. Así que vuestros padres se enamoraron de mujeres humanas…
—En efecto —dijo Jacob.
Renesmee lo miró durante un momento, sorprendida.
—Vaya… vuestras madres debían de ser muy especiales.
—Lo eran y lo son —dijo Seth, sonriéndole por el retrovisor.
Renesmee se giró hacia Jacob y preguntó:
—¿Qué tal se llevan tus padres?
—Oh, se llevan maravillosamente bien —respondió con humor—. Están tan enamorados y se quieren tanto que casi dan asco.
Seth soltó una carcajada.
—¿Por qué dices eso? —preguntó ella—. ¿Crees que el amor da asco?
—No, en absoluto —respondió Jacob—. No me refería a eso.
—Entonces, ¿es que tus padres te hacen sentir…?
—Me hacen sentir muy bien —la interrumpió—. Los adoro. Son dos personas magníficas, los mejores padres que se pueden tener. Aunque supongo que les he dado unos cuantos disgustos…
Renesmee miró a Jacob con detenimiento, intentando adivinar lo que había querido decir.
—Comprendo. Los adoras, pero hay algo en ellos que te hace sentir incómodo —afirmó—, ¿verdad?
—Sí, supongo que es algo así. Tengo miedo de que si alguna vez le pasa algo a uno de ellos, el otro lo siga a la tumba en cuestión de días. Se quieren tanto que no se separan ni un momento.
Ella asintió.
—Bueno, crecer con unos padres que se quieren tanto sólo puede tener dos consecuencias en un hijo —declaró.
—¿Ah, sí?
—Sí —respondió ella—. Desear el mismo tipo de relación… o huir de las relaciones por miedo a ser tan vulnerable como ellos.
Jacob gruñó, se cruzó de brazos y volvió a mirar por la ventanilla del todo terreno. Renesmee lo imitó, sin saber qué decir. Un momento después, Seth salió de la autopista y tomó una carretera secundaria.
—Me temo que tendremos que parar en una gasolinera —anunció el rubio.
Seth paró en la primera que encontraron y Jacob abrió la portezuela a toda prisa, como si quisiera escapar de Renesmee.
—Voy a buscar unos cafés. Quédate aquí —ordenó.
Renesmee se mordió el labio inferior, pensando en la conversación que habían mantenido, y lo siguió con la mirada hasta la tienda, disfrutando de sus movimientos masculinos y de la visión de su trasero, precioso.
No había nada en él que le disgustara. Adoraba los músculos de sus brazos, los mechones de cabello oscuro que le caían sobre la frente, las líneas recias de su cara y la rectitud de su nariz.
—Si no fueras tan asustadiza, te aferrarías a él y disfrutaría tanto como te fuera posible —murmuró.
Sabía que era verdad, y se odiaba por no ser capaz de relajarse. Jacob era tan atractivo que probablemente podía estar con cualquier mujer que deseara, en cualquier momento y todo el tiempo que quisiera, disfrutando de ellas día y noche. Y sin embargo, estaba allí, con ella.
En su opinión, aquello no tenía ningún sentido. Por su escasa experiencia, y por lo que había visto en el caso de su madre, las caras bonitas no duraban demasiado. Se acordó de Aro, uno de los pocos novios de su madre que le habían gustado. Era un hombre divertido, dulce y atento. Pero al final se marchó. Al final, todos se marchaban.
Pensó que, si se dejaba llevar por sus instintos, acabaría con el corazón partido. Estaba segura. En algún momento, Jacob Black se aburriría de ella y la abandonaría. Lo había visto tantas veces durante su infancia y su juventud que no consideraba otra posibilidad.
Se maldijo a sí misma por preocuparse por eso e intentó convencerse de que, en el fondo, no le interesaba. Pero la atracción que sentía era tan evidente que no se pudo engañar.
Seth, que estaba echando gasolina en el depósito, le dio un buen susto cuando dio un golpecito en la ventanilla.
—¿Te ocurre algo?
Renesmee soltó un gemido de frustración. Estaba tan preocupada que Seth lo había notado en su expresión.
—Dime una cosa, Seth… ¿todas las mujeres se vuelven locas por él?
Seth rió.
—Sí, pero no le des muchas vueltas, Nessi. Ninguna se ha casado con él. Y Jacob no es de la clase de hombres que se enamora de cualquiera y luego desaparece —explicó.
—Maldita sea, Seth… —protestó—. ¿Quién ha dicho nada de enamorarse? Yo no creo en el amor a primera vista. Además, casi no me conoce.
—Oh, en eso te equivocas. Te conoce muy bien —dijo con una sonrisa maliciosa—. Pero si no crees en el amor a primera vista, tal vez deberías creer en el viejo y tradicional deseo a primera vista… Pero lo suyo es más que eso. Encontrar una compañera para toda la vida no es una simple cuestión de deseo, aunque esté presente. Es algo mucho más intenso.
—No sé si te entiendo…
—Mira, ahora que te ha encontrado, puedes estar segura de que no buscará la compañía de otras mujeres. Podría tomar a otra, por supuesto, pero no sería porque lo deseara. Tendría que obligarse… y al hacerlo, sería consciente de estar destruyendo los lazos que os unen. Le rompería el corazón.
Seth habló con una intensidad muy particular, como si le estuviera confesando una experiencia propia; pero no dio más explicaciones y Renesmee tuvo la sensatez de no preguntar.
—¿Qué has querido decir con eso de encontrar a una compañera?
Él la miró y se frotó la barbilla.
—Suponía que Jacob te lo habría explicado esta mañana, cuando estabais delante de la tienda de tu amiga.
Ella sacudió la cabeza.
—No. Se le habrá olvidado.
El rubio sonrió.
—Pues verás… en nuestro mundo, los machos y las hembras forman parejas que no se rompen nunca. Están hechos el uno para el otro; se complementan —explicó Seth—. Todavía hay quien cree que los humanos y los lobos no hacen buenas parejas, pero eso es una estupidez. He visto demasiadas relaciones felices como para creer lo contrario. Además, lo importante es lo que se lleva dentro.
—¿Y crees que Jacob me considera… su compañera? —preguntó, verdaderamente sorprendida.
—No lo creo, Renesmee, lo sé. Eres suya… por eso le interesas tanto a James. Ese canalla se ha dado cuenta de que eres especial para él, porque Jacob no se arriesgaría nunca a meter a una mujer en uno de nuestros asuntos si tuviera otra opción. Y en este caso, no la tiene.
Renesmee soltó una risa nerviosa.
—Bueno, eso habrá que verlo…
—Confía en mí, preciosa. Jake no te habría metido en esto si no estuviera completamente convencido. Acabaréis juntos; es inevitable. Entretanto, respira hondo y ve paso a paso.
—Eso es fácil de decir, pero difícil de hacer —murmuró.
—Yo no estoy tan seguro de eso. Sospecho que eres de la clase de personas que pueden hacer lo que se propongan.
Renesmee estuvo a punto de reír de nuevo; pero esta vez, con ironía. Era evidente que Seth no la conocía bien. Era tan miedosa que llevaba veinte años tapándose la cabeza con las mantas. Y en ese momento se había metido en medio de una trifulca entre hombres lobo, uno de los cuales la quería asesinar.
—¿Puedes contarme algo más sobre vosotros, sobre el clan de los Cazadores?
Seth asintió.
—Claro. Como te dijo Jacob, nos dedicamos a cazar a los descontrolados, los hombres lobo que deciden estar fuera de la ley. Para formar parte de los Crestas Plateadas tenemos que matar una cantidad determinada de descontrolados. Quien lo consigue, puede dejar la caza y convertirse en miembro de pleno derecho.
Ella frunció el ceño.
—Y todavía no lo habéis conseguido, claro…
—Te equivocas —dijo Seth, sonriendo—. Alcanzamos nuestro número hace mucho tiempo. Pero esto es lo que hacemos y lo que somos. Además, los licántropos del clan de los Crestas Plateadas nos trataron desde la infancia como si fuéramos inferiores a ellos… ya no queremos formar parte del grupo.
Renesmee lo sintió mucho por ellos. Aunque no eran personas, sino hombres lobo, imaginó lo que habrían sufrido por culpa de un prejuicio absurdo y estúpido.
Estaba a punto de pedir más explicaciones a Seth cuando Jacob regresó con una bolsa de papel y tres cafés.
—No es nada del otro mundo —anunció con su voz de barítono—, pero he traído unos cuantos bollos. Todavía no hemos comido nada…
Jacob le dio uno de los bollos a Renesmee, que pegó un bocado.
—Gracias. Estaba hambrienta.
—Y yo.
Comieron en silencio, mientras Seth cerraba el depósito de gasolina. Renesmee no sabía qué decir, así que preguntó:
—¿Tu cabaña está lejos de tu grupo?
—Los Crestas Plateadas no son mi grupo.
Jacob intentó disimularlo, pero su voz sonó con un fondo evidente de amargura.
—No te caen bien, ¿verdad?
—Ni bien ni mal. No me preocupan.
—Entonces, ¿por qué cazas para ellos?
Él arqueó una ceja y la miró.
—¿Cómo sabes que cazo para ellos?
Renesmee pegó otro bocado a su bollo.
—Acabo de tener una conversación muy interesante con Seth —respondió.
—Sí, no lo dudo en absoluto —gruñó.
—Seguro que tu amigo tiene mala reputación en lo relativo a las mujeres, pero conmigo ha sido un perfecto caballero.
Seth entró en ese momento en el vehículo y se sentó al volante.
—Por supuesto que he sido un perfecto caballero, Nessi. Mi querido amigo Jake no nos ha quitado el ojo de encima en ningún momento —explicó con humor—. Por lo visto, no confía tanto en mí como yo en él.
—Cierra la boca y tómate el café, cretino.
El rubio soltó una risita, pero echó un trago de café y encendió otra vez la radio. En los altavoces empezó a sonar Sweet Home Alabama.
Terminaron de comer y se pusieron en marcha. Ya llevaban un buen rato en silencio cuando Renesmee se sintió incómoda. No sabía si Jacob era un hombre callado o si estaba enfadado con ella por las preguntas que le había hecho sobre sus padres. Pero en cualquier caso, no estaba dispuesta a permitir que su actitud le inquietara tanto.
—Bueno, y ese James… —dijo, en voz más alta de lo que pretendía—. ¿Te odia tanto como parece?
—Sí, pero el sentimiento es mutuo —contestó Jacob.
—Lógico. Sois enemigos. Tú eres el cazador y él la presa —dijo ella—. Creo que ya he entendido cómo funciona la cosa, pero…
—¿Pero qué?
Ella se encogió de hombros.
—No sé, tuve la impresión de que su odio es más personal.
—La muerte es un asunto de lo más personal, Ness. James sabe que Seth y yo le seguimos la pista. Su tiempo se está acabando. Si ayer no hubiera estado tan preocupado por ti, lo habríamos seguido y le habríamos dado muerte.
—Aun así, estoy segura de que te odia por algo más.
Jacob ladeó un poco la cabeza y le dedicó una mirada muy sexy.
—¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?
Ella lo pensó un momento antes de contestar.
—Ya te odiaba cuando empezó la cacería, ¿verdad?
Él asintió. Seth giró en una desviación y tomó un camino que se internó en el bosque, ya en plena montaña.
Renesmee se mordió el labio.
—Me dijo que tú le habías quitado algo y que pensaba pagarte con la misma moneda —contestó al fin.
Jacob apartó la mirada.
—Hace cinco años, maté a su hermano pequeño.
—Oh…
La reacción de Renesmee fue algo estúpida, pero se había llevado una buena sorpresa. Hasta entonces, creía que James odiaba a Jacob porque éste le había robado un trabajo, una propiedad o, quizá, una novia. No se le había ocurrido que pudiera ser algo más grave.
Jacob suspiró con pesadez y explicó:
—Nuestro principal cometido como Cazadores consiste en librar al mundo de los licántropos descontrolados, que se empiezan a alimentar de carne humana. Pero también luchamos por mantener el secreto de nuestra existencia… El hermano pequeño de James tenía gustos bastante extremos. No estaba descontrolado, pero el muy cerdo se dedicaba a capturar menores y a transformarse delante de ellos.
—¿Y qué pasó?
—Que seguimos su rastro y lo encontramos con las manos en la masa. Pero se resistió. No quiso volver con nosotros para recibir su castigo.
—El muy imbécil no estaba dispuesto a asumir sus responsabilidades —intervino Seth—, así que atacó a Jacob.
—Y lo mataste —dijo Renesmee—. En defensa propia.
—Por supuesto que lo maté, y disfruté de cada segundo. Era un sádico que disfrutaba torturando a los niños.
—Claro —murmuró ella—, ahora lo entiendo. Seguramente fue eso lo que provocó que James se pasara al lado oscuro.
Jacob estaba echando un trago de café. Al oírla, se sobresaltó tanto que se derramó un poco en la pierna.
—¿Cómo?
Renesmee se giró en el asiento para mirarlo.
—James no te odia sólo a ti por la muerte de su hermano. Seguramente odia a todos los humanos por la debilidad de su hermano… por haber causado el problema que lo llevó a la muerte. Con el tiempo, perdió el control de su odio y terminó siendo lo que es —dijo ella—. Por no mencionar el asunto de sus padres, claro.
—¿Cómo sabes lo de sus padres?
—Lo sé porque me lo contó él. No me extraña que su hermano terminara de esa manera. Menuda familia.
Jacob no dijo nada. Se limitó a mirarla con extrañeza, como si intentara resolver un enigma.
—¿Nunca te has preguntado por qué cambian los de tu especie, por qué se vuelven malignos? —continuó.
—¿Por qué me lo iba a preguntar? —dijo Jacob, encogiéndose de hombros—. Eso es irrelevante. Si cambian, mueren.
—Pero conocer sus motivos podría ser de ayuda. Aunque sean verdaderos demonios como James, o enfermos como… como James.
—Sí, podría ser de ayuda. Pero el final sería el mismo —insistió él.
—Este asunto no puede ser tan normal y tan sencillo como lo planteas, Jacob —afirmó Renesmee—. Estoy segura de que al cabo de un tiempo, las cacerías os afectan.
Jacob tomó un poco más de café.
—No es para tanto. Suelen ser rápidas.
—Estoy segura de ello. Pareces muy… centrado en tu trabajo.
Él se frotó la barbilla y la miró con una mezcla de humor y de deseo, ofreciéndole su mejor pose de ángel caído.
—Yo me centro en todo lo que hago —declaró con malicia.
Acto seguido, extendió un brazo, la tomó de la mano y se la acarició.
Renesmee se quedó sin respiración y tuvo la impresión de que se derretía por dentro. No había creído ni una sola palabra de lo que Jeremy le había contado sobre las parejas de los hombres lobo, pero estaba dispuesta a seguir adelante hasta descubrir la verdad. Sólo tenía que encontrar el valor necesario.
—Te preocupas demasiado. Y miras demasiado fijamente —le advirtió él, con una sonrisa juvenil.
Jacob respiró hondo, lentamente, y Renesmee supo que se estaba empapando de su aroma. Le pareció tan erótico que sintió un escalofrío por toda la columna.
—Todo saldrá bien, Renesmee. No permitiré que te hagan daño. Y por supuesto, tampoco te lo haré yo.
—No, no es eso. Es que… aunque estoy verdaderamente asustada, no puedo negar que me encanta mirarte.
Jacob la miró con sorpresa; era obvio que no esperaba esa declaración. Después, le dedicó una mirada tan intensa y tan llena de deseo que Renesmee pensó que tenía buenos motivos para estar asustada. Pero no se asustó. Al contrario, estaba cautivada por él.
—Tienes unas manos preciosas —murmuró ella.
Eran unas manos fuertes y duras que terminaban en unas muñecas poderosas. Jacob se había remangado la camisa y Renesmee pudo ver que hasta sus brazos eran bellos, de piel bronceada y venas anchas y saludables.
—Están llenas de cicatrices —murmuró él.
Renesmee notó su incomodidad y sonrió. De hecho, Jacob se había ruborizado de un modo encantador.
—Eso es parte de su belleza —dijo ella.
Dejó su café a un lado, pasó un dedo por el índice de Jacob, siguiendo una cicatriz que terminaba en el dorso de la mano, y le dio la vuelta para admirar la palma, que acarició suavemente.
Él se puso tenso, como si estuviera haciendo esfuerzos por controlarse.
Renesmee lo miró a los ojos y supo que lo había excitado. Con una simple caricia.
Se sintió fascinada y maravillada por su reacción. Fue como si un cometa atravesara el firmamento e iluminara la oscuridad del vacío.
Jacob intentó decir algo, pero entonces oyeron una especie de grito gutural, casi un aullido, aterrador y descarnado a la vez. La clase de sonido que habría puesto los pelos de punta a cualquiera. La clase de sonido que despertaba todos los terrores de la infancia.
Al oír el grito, Seth pronunció una palabra malsonante, que Jake repitió.
Asustada, Renesmee le apretó la mano con fuerza y dijo:
—¿Qué ha sido eso, Jacob?
De repente, el bosque se llenó de aullidos similares.
—Parece que nuestro querido James tiene intención de hacernos otra visita —respondió—. Y esta vez, ha venido con sus amigos.
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Renesmee tardó un poco en reaccionar, pero al final, asintió.
Jacob había estado conteniendo la respiración, y exhaló con un suspiro bajo y estremecido que se mezcló con un sentimiento de anticipación. La deseaba; la deseaba con toda su alma. Pero había algo más que eso; algo que le ponía extremadamente nervioso.
Le soltó la mano, sacó las gafas que llevaba en el bolsillo y se las dio.
—Toma. Las recogí en tu piso.
—Gracias.
Ella aceptó las gafas y se ruborizó; después, limpió los cristales con el borde del jersey gris que Emily le había prestado y se las puso.
—¿Qué pasará cuando lleguemos? —preguntó.
Jacob intentó contenerse, pero supo que la expresión de su sonrisa fue más lobuna de lo que pretendía.
—Primero tenemos que llegar. Ya veremos lo que hacemos después, Nessi.
—Me encanta que me llames así. Nessi. Nadie me había llamado de esa forma —murmuró.
—¿En serio?
Jacob contempló el cabello de Renesmee. El día anterior lo llevaba recogido en una trenza, pero aquella mañana se lo había dejado suelto y formaba una cortina de aspecto sedoso y color rojizo.
Se la imaginó debajo de él, desnuda, tumbada en una cama, con el cabello desparramado sobre el almohadón. Fue una imagen tan terriblemente erótica que dijo:
—Sabes que esto va a ser muy difícil para mí, ¿verdad?
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—A estar contigo.
—Oh…
Jacob notó su miedo y su desconfianza, pero también su interés y cierta satisfacción.
Pensó que tendría que hacer un esfuerzo por controlar sus apetitos. Renesmee era mucho más pequeña que él, y le hacía sentirse una especie de gigante. Además, Jacob siempre había evitado a las mujeres pequeñas porque no se encontraba muy cómodo en su compañía; la diferencia física era tan grande que tenía miedo de hacerles daño.
Sin embargo, con ella era diferente. Cada vez que la miraba, se sentía dominado por un deseo irrefrenable que le hacía imaginar todo tipo de escenas salvajes, primitivas y ferozmente apasionadas.
Ya estaba a punto de hacer algún comentario tranquilizador cuando Seth se acercó a ellos y miró la hora.
—Se está haciendo tarde. Si estáis preparados, deberíamos marcharnos.
Jacob asintió. Tenían que llegar a las montañas antes de que se hiciera de noche.
—Sí, es verdad —dijo—. Vámonos.
Un minuto después, el todo terreno negro se puso en marcha y se dirigieron a la cabaña que Jacob había mencionado. El interior del vehículo olía a cuero, a bosque y a hombre; a Renesmee le encantó el olor, aunque no se parecía a nada de lo que había conocido.
Seth iba al volante. Se había ofrecido a conducir y había soltado una risa irónica cuando Jacob aceptó el ofrecimiento y se sentó en el asiento de atrás, junto a ella. Era tan grande que ocupaba casi todo el espacio. Y su energía y su calor llenaban el lugar.
—¿Cuánto tiempo tardaremos? —preguntó.
Seth había tomado el camino del este, el que llevaba a la cadena montañosa que separaba Maryland y Virginia.
—Deberíamos estar en un par de horas, pero depende del tráfico —contestó Jacob, que pasó un brazo sobre el respaldo del asiento.
Renesmee lo miró y pensó que tenía aspecto de poder superar cualquier obstáculo. En eso no podían ser más diferentes. Pero a pesar de ello y del miedo que sentía, se encontraba maravillosamente bien a su lado. Se encontraba a salvo.
Observó sus ojeras durante un momento y dijo:
—Pareces cansado.
Él sonrió.
—Llevo dos días sin dormir. Por tu culpa.
—¿Has estado despierto toda la noche?
—Sí —respondió.
Jacob no dio más explicaciones. De hecho, cambió de conversación.
—¿Tienes familia? ¿Alguien a quien debamos avisar de tu paradero?
—No, mi madre murió cuando yo tenía veinte años. Tengo unos tíos en alguna parte, pero no los he visto desde hace una década.
—¿Amigos?
—Sólo los del trabajo, pero Em les dirá que… que me he ido del pueblo —contestó—. ¿Qué va a pasar con mi casa?
—Hemos enviado un equipo para que la limpie. Les he pedido que recojan algunas de tus pertenencias… supongo que las tendrás mañana.
—Magnífico. Emily me ha prestado la ropa que llevo, pero no tengo nada más —explicó.
En realidad, Renesmee no estaba tan preocupada por eso como por otra cuestión: la ropa de Emily no era de su talla. Su amiga tenía una figura preciosa, pero las caderas y los pechos de Renesmee no eran, ni mucho menos, tan exuberantes.
—Descuida, seguro que tendrás tus cosas al mediodía.
Ella asintió.
Estuvieron un buen rato en silencio, manteniendo las distancias en el asiento de atrás. Seth encendió la radio y puso música. Renesmee hacía verdaderos esfuerzos por no mirar a su acompañante, pero le gustaba tanto que no podía evitarlo.
—Deberías descansar un poco —murmuró él en determinado momento—. Has tenido unos días algo… complicados.
Ella apoyó la cabeza en el asiento y cerró los ojos con intención de relajarse, pero fracasó miserablemente; notaba el olor de Jacob y sabía que la estaba observando. Minutos después, llegó a la conclusión de que no lograría dormir y abrió los ojos de nuevo.
—¿Te importa que os haga unas cuantas preguntas?
Jacob arqueó las cejas, pero no dijo nada. Fue Seth quien contestó.
—Adelante, muñeca —dijo—. Dispara.
Renesmee sonrió al oír lo de «muñeca».
—Ayer dijisteis que no sois como James, y ya he podido comprobar lo más obvio, es decir, que sois razonablemente decentes. Pero ¿os referíais a eso? ¿O a otra cosa?
Jacob apoyó el codo en la portezuela, contempló el paisaje por la ventanilla y respondió sin mirarla.
—Somos lobos; hombres lobo, como él. Pero no somos de los suyos. Antes de que James se pasara al lado oscuro, era un miembro perfectamente normal de los licántropos de pura raza, del clan de los Crestas Plateadas.
Renesmee notó algo raro en el fondo de su voz. Sin embargo, decidió insistir. Necesitaba saber más.
—¿Por qué no sois de los suyos?
Seth cambió de carril y respondió por Jacob.
—Porque Jacob y yo somos mestizos, hijos de humano y de hombre lobo. Él y yo estamos en el mismo caso… nuestras madres eran humanas y nuestros padres, licántropos.
—Comprendo. Así que vuestros padres se enamoraron de mujeres humanas…
—En efecto —dijo Jacob.
Renesmee lo miró durante un momento, sorprendida.
—Vaya… vuestras madres debían de ser muy especiales.
—Lo eran y lo son —dijo Seth, sonriéndole por el retrovisor.
Renesmee se giró hacia Jacob y preguntó:
—¿Qué tal se llevan tus padres?
—Oh, se llevan maravillosamente bien —respondió con humor—. Están tan enamorados y se quieren tanto que casi dan asco.
Seth soltó una carcajada.
—¿Por qué dices eso? —preguntó ella—. ¿Crees que el amor da asco?
—No, en absoluto —respondió Jacob—. No me refería a eso.
—Entonces, ¿es que tus padres te hacen sentir…?
—Me hacen sentir muy bien —la interrumpió—. Los adoro. Son dos personas magníficas, los mejores padres que se pueden tener. Aunque supongo que les he dado unos cuantos disgustos…
Renesmee miró a Jacob con detenimiento, intentando adivinar lo que había querido decir.
—Comprendo. Los adoras, pero hay algo en ellos que te hace sentir incómodo —afirmó—, ¿verdad?
—Sí, supongo que es algo así. Tengo miedo de que si alguna vez le pasa algo a uno de ellos, el otro lo siga a la tumba en cuestión de días. Se quieren tanto que no se separan ni un momento.
Ella asintió.
—Bueno, crecer con unos padres que se quieren tanto sólo puede tener dos consecuencias en un hijo —declaró.
—¿Ah, sí?
—Sí —respondió ella—. Desear el mismo tipo de relación… o huir de las relaciones por miedo a ser tan vulnerable como ellos.
Jacob gruñó, se cruzó de brazos y volvió a mirar por la ventanilla del todo terreno. Renesmee lo imitó, sin saber qué decir. Un momento después, Seth salió de la autopista y tomó una carretera secundaria.
—Me temo que tendremos que parar en una gasolinera —anunció el rubio.
Seth paró en la primera que encontraron y Jacob abrió la portezuela a toda prisa, como si quisiera escapar de Renesmee.
—Voy a buscar unos cafés. Quédate aquí —ordenó.
Renesmee se mordió el labio inferior, pensando en la conversación que habían mantenido, y lo siguió con la mirada hasta la tienda, disfrutando de sus movimientos masculinos y de la visión de su trasero, precioso.
No había nada en él que le disgustara. Adoraba los músculos de sus brazos, los mechones de cabello oscuro que le caían sobre la frente, las líneas recias de su cara y la rectitud de su nariz.
—Si no fueras tan asustadiza, te aferrarías a él y disfrutaría tanto como te fuera posible —murmuró.
Sabía que era verdad, y se odiaba por no ser capaz de relajarse. Jacob era tan atractivo que probablemente podía estar con cualquier mujer que deseara, en cualquier momento y todo el tiempo que quisiera, disfrutando de ellas día y noche. Y sin embargo, estaba allí, con ella.
En su opinión, aquello no tenía ningún sentido. Por su escasa experiencia, y por lo que había visto en el caso de su madre, las caras bonitas no duraban demasiado. Se acordó de Aro, uno de los pocos novios de su madre que le habían gustado. Era un hombre divertido, dulce y atento. Pero al final se marchó. Al final, todos se marchaban.
Pensó que, si se dejaba llevar por sus instintos, acabaría con el corazón partido. Estaba segura. En algún momento, Jacob Black se aburriría de ella y la abandonaría. Lo había visto tantas veces durante su infancia y su juventud que no consideraba otra posibilidad.
Se maldijo a sí misma por preocuparse por eso e intentó convencerse de que, en el fondo, no le interesaba. Pero la atracción que sentía era tan evidente que no se pudo engañar.
Seth, que estaba echando gasolina en el depósito, le dio un buen susto cuando dio un golpecito en la ventanilla.
—¿Te ocurre algo?
Renesmee soltó un gemido de frustración. Estaba tan preocupada que Seth lo había notado en su expresión.
—Dime una cosa, Seth… ¿todas las mujeres se vuelven locas por él?
Seth rió.
—Sí, pero no le des muchas vueltas, Nessi. Ninguna se ha casado con él. Y Jacob no es de la clase de hombres que se enamora de cualquiera y luego desaparece —explicó.
—Maldita sea, Seth… —protestó—. ¿Quién ha dicho nada de enamorarse? Yo no creo en el amor a primera vista. Además, casi no me conoce.
—Oh, en eso te equivocas. Te conoce muy bien —dijo con una sonrisa maliciosa—. Pero si no crees en el amor a primera vista, tal vez deberías creer en el viejo y tradicional deseo a primera vista… Pero lo suyo es más que eso. Encontrar una compañera para toda la vida no es una simple cuestión de deseo, aunque esté presente. Es algo mucho más intenso.
—No sé si te entiendo…
—Mira, ahora que te ha encontrado, puedes estar segura de que no buscará la compañía de otras mujeres. Podría tomar a otra, por supuesto, pero no sería porque lo deseara. Tendría que obligarse… y al hacerlo, sería consciente de estar destruyendo los lazos que os unen. Le rompería el corazón.
Seth habló con una intensidad muy particular, como si le estuviera confesando una experiencia propia; pero no dio más explicaciones y Renesmee tuvo la sensatez de no preguntar.
—¿Qué has querido decir con eso de encontrar a una compañera?
Él la miró y se frotó la barbilla.
—Suponía que Jacob te lo habría explicado esta mañana, cuando estabais delante de la tienda de tu amiga.
Ella sacudió la cabeza.
—No. Se le habrá olvidado.
El rubio sonrió.
—Pues verás… en nuestro mundo, los machos y las hembras forman parejas que no se rompen nunca. Están hechos el uno para el otro; se complementan —explicó Seth—. Todavía hay quien cree que los humanos y los lobos no hacen buenas parejas, pero eso es una estupidez. He visto demasiadas relaciones felices como para creer lo contrario. Además, lo importante es lo que se lleva dentro.
—¿Y crees que Jacob me considera… su compañera? —preguntó, verdaderamente sorprendida.
—No lo creo, Renesmee, lo sé. Eres suya… por eso le interesas tanto a James. Ese canalla se ha dado cuenta de que eres especial para él, porque Jacob no se arriesgaría nunca a meter a una mujer en uno de nuestros asuntos si tuviera otra opción. Y en este caso, no la tiene.
Renesmee soltó una risa nerviosa.
—Bueno, eso habrá que verlo…
—Confía en mí, preciosa. Jake no te habría metido en esto si no estuviera completamente convencido. Acabaréis juntos; es inevitable. Entretanto, respira hondo y ve paso a paso.
—Eso es fácil de decir, pero difícil de hacer —murmuró.
—Yo no estoy tan seguro de eso. Sospecho que eres de la clase de personas que pueden hacer lo que se propongan.
Renesmee estuvo a punto de reír de nuevo; pero esta vez, con ironía. Era evidente que Seth no la conocía bien. Era tan miedosa que llevaba veinte años tapándose la cabeza con las mantas. Y en ese momento se había metido en medio de una trifulca entre hombres lobo, uno de los cuales la quería asesinar.
—¿Puedes contarme algo más sobre vosotros, sobre el clan de los Cazadores?
Seth asintió.
—Claro. Como te dijo Jacob, nos dedicamos a cazar a los descontrolados, los hombres lobo que deciden estar fuera de la ley. Para formar parte de los Crestas Plateadas tenemos que matar una cantidad determinada de descontrolados. Quien lo consigue, puede dejar la caza y convertirse en miembro de pleno derecho.
Ella frunció el ceño.
—Y todavía no lo habéis conseguido, claro…
—Te equivocas —dijo Seth, sonriendo—. Alcanzamos nuestro número hace mucho tiempo. Pero esto es lo que hacemos y lo que somos. Además, los licántropos del clan de los Crestas Plateadas nos trataron desde la infancia como si fuéramos inferiores a ellos… ya no queremos formar parte del grupo.
Renesmee lo sintió mucho por ellos. Aunque no eran personas, sino hombres lobo, imaginó lo que habrían sufrido por culpa de un prejuicio absurdo y estúpido.
Estaba a punto de pedir más explicaciones a Seth cuando Jacob regresó con una bolsa de papel y tres cafés.
—No es nada del otro mundo —anunció con su voz de barítono—, pero he traído unos cuantos bollos. Todavía no hemos comido nada…
Jacob le dio uno de los bollos a Renesmee, que pegó un bocado.
—Gracias. Estaba hambrienta.
—Y yo.
Comieron en silencio, mientras Seth cerraba el depósito de gasolina. Renesmee no sabía qué decir, así que preguntó:
—¿Tu cabaña está lejos de tu grupo?
—Los Crestas Plateadas no son mi grupo.
Jacob intentó disimularlo, pero su voz sonó con un fondo evidente de amargura.
—No te caen bien, ¿verdad?
—Ni bien ni mal. No me preocupan.
—Entonces, ¿por qué cazas para ellos?
Él arqueó una ceja y la miró.
—¿Cómo sabes que cazo para ellos?
Renesmee pegó otro bocado a su bollo.
—Acabo de tener una conversación muy interesante con Seth —respondió.
—Sí, no lo dudo en absoluto —gruñó.
—Seguro que tu amigo tiene mala reputación en lo relativo a las mujeres, pero conmigo ha sido un perfecto caballero.
Seth entró en ese momento en el vehículo y se sentó al volante.
—Por supuesto que he sido un perfecto caballero, Nessi. Mi querido amigo Jake no nos ha quitado el ojo de encima en ningún momento —explicó con humor—. Por lo visto, no confía tanto en mí como yo en él.
—Cierra la boca y tómate el café, cretino.
El rubio soltó una risita, pero echó un trago de café y encendió otra vez la radio. En los altavoces empezó a sonar Sweet Home Alabama.
Terminaron de comer y se pusieron en marcha. Ya llevaban un buen rato en silencio cuando Renesmee se sintió incómoda. No sabía si Jacob era un hombre callado o si estaba enfadado con ella por las preguntas que le había hecho sobre sus padres. Pero en cualquier caso, no estaba dispuesta a permitir que su actitud le inquietara tanto.
—Bueno, y ese James… —dijo, en voz más alta de lo que pretendía—. ¿Te odia tanto como parece?
—Sí, pero el sentimiento es mutuo —contestó Jacob.
—Lógico. Sois enemigos. Tú eres el cazador y él la presa —dijo ella—. Creo que ya he entendido cómo funciona la cosa, pero…
—¿Pero qué?
Ella se encogió de hombros.
—No sé, tuve la impresión de que su odio es más personal.
—La muerte es un asunto de lo más personal, Ness. James sabe que Seth y yo le seguimos la pista. Su tiempo se está acabando. Si ayer no hubiera estado tan preocupado por ti, lo habríamos seguido y le habríamos dado muerte.
—Aun así, estoy segura de que te odia por algo más.
Jacob ladeó un poco la cabeza y le dedicó una mirada muy sexy.
—¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?
Ella lo pensó un momento antes de contestar.
—Ya te odiaba cuando empezó la cacería, ¿verdad?
Él asintió. Seth giró en una desviación y tomó un camino que se internó en el bosque, ya en plena montaña.
Renesmee se mordió el labio.
—Me dijo que tú le habías quitado algo y que pensaba pagarte con la misma moneda —contestó al fin.
Jacob apartó la mirada.
—Hace cinco años, maté a su hermano pequeño.
—Oh…
La reacción de Renesmee fue algo estúpida, pero se había llevado una buena sorpresa. Hasta entonces, creía que James odiaba a Jacob porque éste le había robado un trabajo, una propiedad o, quizá, una novia. No se le había ocurrido que pudiera ser algo más grave.
Jacob suspiró con pesadez y explicó:
—Nuestro principal cometido como Cazadores consiste en librar al mundo de los licántropos descontrolados, que se empiezan a alimentar de carne humana. Pero también luchamos por mantener el secreto de nuestra existencia… El hermano pequeño de James tenía gustos bastante extremos. No estaba descontrolado, pero el muy cerdo se dedicaba a capturar menores y a transformarse delante de ellos.
—¿Y qué pasó?
—Que seguimos su rastro y lo encontramos con las manos en la masa. Pero se resistió. No quiso volver con nosotros para recibir su castigo.
—El muy imbécil no estaba dispuesto a asumir sus responsabilidades —intervino Seth—, así que atacó a Jacob.
—Y lo mataste —dijo Renesmee—. En defensa propia.
—Por supuesto que lo maté, y disfruté de cada segundo. Era un sádico que disfrutaba torturando a los niños.
—Claro —murmuró ella—, ahora lo entiendo. Seguramente fue eso lo que provocó que James se pasara al lado oscuro.
Jacob estaba echando un trago de café. Al oírla, se sobresaltó tanto que se derramó un poco en la pierna.
—¿Cómo?
Renesmee se giró en el asiento para mirarlo.
—James no te odia sólo a ti por la muerte de su hermano. Seguramente odia a todos los humanos por la debilidad de su hermano… por haber causado el problema que lo llevó a la muerte. Con el tiempo, perdió el control de su odio y terminó siendo lo que es —dijo ella—. Por no mencionar el asunto de sus padres, claro.
—¿Cómo sabes lo de sus padres?
—Lo sé porque me lo contó él. No me extraña que su hermano terminara de esa manera. Menuda familia.
Jacob no dijo nada. Se limitó a mirarla con extrañeza, como si intentara resolver un enigma.
—¿Nunca te has preguntado por qué cambian los de tu especie, por qué se vuelven malignos? —continuó.
—¿Por qué me lo iba a preguntar? —dijo Jacob, encogiéndose de hombros—. Eso es irrelevante. Si cambian, mueren.
—Pero conocer sus motivos podría ser de ayuda. Aunque sean verdaderos demonios como James, o enfermos como… como James.
—Sí, podría ser de ayuda. Pero el final sería el mismo —insistió él.
—Este asunto no puede ser tan normal y tan sencillo como lo planteas, Jacob —afirmó Renesmee—. Estoy segura de que al cabo de un tiempo, las cacerías os afectan.
Jacob tomó un poco más de café.
—No es para tanto. Suelen ser rápidas.
—Estoy segura de ello. Pareces muy… centrado en tu trabajo.
Él se frotó la barbilla y la miró con una mezcla de humor y de deseo, ofreciéndole su mejor pose de ángel caído.
—Yo me centro en todo lo que hago —declaró con malicia.
Acto seguido, extendió un brazo, la tomó de la mano y se la acarició.
Renesmee se quedó sin respiración y tuvo la impresión de que se derretía por dentro. No había creído ni una sola palabra de lo que Jeremy le había contado sobre las parejas de los hombres lobo, pero estaba dispuesta a seguir adelante hasta descubrir la verdad. Sólo tenía que encontrar el valor necesario.
—Te preocupas demasiado. Y miras demasiado fijamente —le advirtió él, con una sonrisa juvenil.
Jacob respiró hondo, lentamente, y Renesmee supo que se estaba empapando de su aroma. Le pareció tan erótico que sintió un escalofrío por toda la columna.
—Todo saldrá bien, Renesmee. No permitiré que te hagan daño. Y por supuesto, tampoco te lo haré yo.
—No, no es eso. Es que… aunque estoy verdaderamente asustada, no puedo negar que me encanta mirarte.
Jacob la miró con sorpresa; era obvio que no esperaba esa declaración. Después, le dedicó una mirada tan intensa y tan llena de deseo que Renesmee pensó que tenía buenos motivos para estar asustada. Pero no se asustó. Al contrario, estaba cautivada por él.
—Tienes unas manos preciosas —murmuró ella.
Eran unas manos fuertes y duras que terminaban en unas muñecas poderosas. Jacob se había remangado la camisa y Renesmee pudo ver que hasta sus brazos eran bellos, de piel bronceada y venas anchas y saludables.
—Están llenas de cicatrices —murmuró él.
Renesmee notó su incomodidad y sonrió. De hecho, Jacob se había ruborizado de un modo encantador.
—Eso es parte de su belleza —dijo ella.
Dejó su café a un lado, pasó un dedo por el índice de Jacob, siguiendo una cicatriz que terminaba en el dorso de la mano, y le dio la vuelta para admirar la palma, que acarició suavemente.
Él se puso tenso, como si estuviera haciendo esfuerzos por controlarse.
Renesmee lo miró a los ojos y supo que lo había excitado. Con una simple caricia.
Se sintió fascinada y maravillada por su reacción. Fue como si un cometa atravesara el firmamento e iluminara la oscuridad del vacío.
Jacob intentó decir algo, pero entonces oyeron una especie de grito gutural, casi un aullido, aterrador y descarnado a la vez. La clase de sonido que habría puesto los pelos de punta a cualquiera. La clase de sonido que despertaba todos los terrores de la infancia.
Al oír el grito, Seth pronunció una palabra malsonante, que Jake repitió.
Asustada, Renesmee le apretó la mano con fuerza y dijo:
—¿Qué ha sido eso, Jacob?
De repente, el bosque se llenó de aullidos similares.
—Parece que nuestro querido James tiene intención de hacernos otra visita —respondió—. Y esta vez, ha venido con sus amigos.
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