Esta historia le pertenece a María del blog “Letras de hielo y fuego”
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios
ADAPTACIÓN
HAMBRIENTOS DE DESEO
Summary: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él.. que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan.
CAPÍTULO 6:
Seth pisó el acelerador a fondo, pero no conseguían alejarse de los gritos guturales, demoníacos. Los salvajes sonidos mantenían la distancia con el todo terreno, siguiéndolo entre los bosques que flanqueaban el camino privado que ascendía por la montaña entre curvas y más curvas.
Renesmee cayó hacia un lado y se golpeó contra la portezuela cuando Seth tomó una curva a gran velocidad. Jacob maldijo en voz alta, extendió un brazo y la ayudó a incorporarse. Aún intentaba recobrar el equilibrio cuando Seth frenó en seco, de un modo tan brusco que el cinturón de seguridad se le clavó a Renesmee en el hombro y la dejó sin aliento.
—¡Hay un tronco en el camino! —murmuró.
Seth dio un golpe al volante, miró hacia atrás y añadió:
—Y han puesto otro por detrás, a varios metros de aquí. Me temo que tendremos que luchar si queremos salir con vida.
—Sí, eso parece —dijo Jacob.
En el bosque sonó otro aullido. Demasiado cerca para que Renesmee se tranquilizara.
De repente, Jacob la atrajo hacia sí y le dio un beso en la boca.
—Quiero que te tumbes en el suelo, Ren. Y por favor, oigas lo que oigas, no salgas del todo terreno.
El contacto de sus labios la había dejado anonada, pero sacó fuerzas de flaqueza y consiguió preguntar:
—¿Qué…? ¿Qué son esas cosas de fuera?
Renesmee ni siquiera supo por qué lo preguntó. Conocía la respuesta.
Sin embargo, la parte menos racional de su mente tenía la remota esperanza de que los aullidos no fueran de hombres lobo, sino de bestias relativamente débiles y pequeñas, de monstruos de los que se pudieran librar con cierta facilidad.
Incluso en ese momento, después de todo lo que había pasado, se negaba a aceptar que estuvieran rodeados por una manada de hombres lobo asesinos, sacados de la peor de sus pesadillas.
Jacob le apartó un mechón de la cara y suspiró lentamente.
—Descuida, no es nada que Seth y yo no podamos solventar. Te lo prometo, Renesmee. Te acabo de encontrar y no voy a permitir que te hagan daño.
Ella intentó sonreír, pero no lo consiguió.
—¿Qué puedo hacer?
Los ojos oscuros de Jacob escudriñaron los alrededores.
—Exactamente lo que te he dicho. Túmbate y no hagas ruido.
—¿No puedes llamar a nadie para que nos venga a ayudar?
—No hay tiempo para eso.
—¿Podrías darme una pistola?
—Nunca llevo pistola cuando voy a una ciudad. Además, no te serviría de nada —respondió mirándola con detenimiento—. Las balas nos pueden retrasar un poco, pero no nos matan. Sangramos, desde luego, pero nuestras heridas se curan solas. La única forma de acabar con un hombre lobo es romperle la columna vertebral o arrancarle la cabeza… si alguna vez te quieres librar de mí, ya sabes lo que tienes que hacer.
Ella soltó una carcajada nerviosa.
—Lo recordaré…
—No lo dudo.
—¿Jake?
—¿Sí?
—¿Es tarde para volver?
—¿A casa? —preguntó él, frunciendo el ceño.
Renesmee sacudió la cabeza e intentó mantener la calma. Estaba muerta de miedo, dominada por el pánico; pero curiosamente, no tenía miedo por ella sino por él, por el hombre que estaba a punto de abandonar la seguridad del todo terreno para arriesgar su vida en el combate con unos monstruos.
Seguía sin entender la relación que se había establecido entre ellos y la mezcla de terror y deseo que Jacob le provocaba, pero sabía, sin la menor sombra de duda, que no quería perderlo.
—No, de vuelta al principio —dijo con voz trémula—. Antes de todo esto.
Él gruñó.
—Nos habríamos conocido más tarde o más temprano, Ness. La naturaleza nos habría unido de todas formas, por mucho que intentáramos evitarlo.
Ella apretó los dedos sobre los músculos duros de su brazo.
—No es nuestro encuentro lo que me preocupa. Es la idea de que te pase algo… de que salgas de aquí y no regreses —le confesó.
—No me vas a perder. Pero si quieres que sigamos con vida, tengo que salir —dijo él—. Más tarde, te demostraré que en todo este asunto hay cosas buenas, que mi presencia en tu vida no va a ser únicamente una fuente de sangre y de dolor.
Ella asintió.
Él le puso una mano debajo de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
—Recuérdalo. Quédate en el suelo del todo terreno, fuera de la vista. ¿Lo has comprendido?
—Sí, sí, es que…
—¿Lo has comprendido? —insistió.
—Sí, pero no tardes demasiado.
Él sonrió, salió del vehículo y cerró la puerta con fuerza. Renesmee sintió un escalofrío, y el escalofrío se convirtió poco a poco en un frío intenso, interior, que le hizo rechinar los dientes.
El bosque se había quedado en un silencio sepulcral, pero Renesmee sabía que los monstruos seguían allí, agazapados como víboras en la espesura, esperando su oportunidad.
Al otro lado de las oscuras ventanillas, distinguía los tonos rojos, morados y naranjas del cielo. Le pareció asombroso que en un momento tan terrible pudiera haber tanta belleza, que una semana que había empezado de forma tan rutinaria y normal terminara por ofrecerle las horas más increíbles de su vida.
No entendía nada. No tenía las respuestas. Pero ardía en deseos de descubrir la verdad y de comprender su significado.
Si salían con vida de aquella situación, intentaría superar sus temores y averiguaría qué esperaba Jacob Black, realmente, de ella.
Jacob se obligó a mantener la calma y miró al interior del todo terreno para asegurarse de que Renesmee seguía sus instrucciones. Después, Seth y él repitieron la rutina de siempre: estiraron los brazos, colocándolos a los lados del cuerpo, para permitir que sus manos se transformaran en garras. Los huesos crujieron y adoptaron su nueva posición al alargarse. La piel se estiró y adoptó la forma de la estructura nueva.
Unas uñas largas y afiladas surgieron por la punta de sus dedos con un sonido rápido y sibilante.
Estaba preparado. Preparado para matar. Preparado para proteger lo que era suyo.
Sabía que debía mantener la sangre fría, pero tenía miedo por Renesmee y estaba más alterado de lo normal. Hasta entonces, siempre había actuado según las normas, aplicando la formación recibida y dejándose llevar por el instinto. Las emociones no formaban parte del juego. Las emociones, de hecho, no formaban parte de su vida. Pero ahora estaba furioso.
Si no se calmaba, las cosas podían terminar mal.
Pero un segundo después, al oír que unas ramas se movían a su izquierda, supo que le estaban ofreciendo la vía de escape perfecta para su ira.
—Vamos, cerdos —murmuró—. Acabemos con esto de una vez.
Su boca se curvó con una sonrisa de anticipación cuando el primer enemigo surgió de entre los árboles y se abalanzó sobre él. El cuerpo de Jacob se relajó un poco y su instinto se agudizó. Sólo tuvo que soltar el primer zarpazo para saber que los licántropos de James no habían recibido la formación adecuada. Además, eran muy jóvenes.
Aquella falta de experiencia y de formación los convertía en presas fáciles. Hasta con su forma humana, los Cazadores poseían una fuerza sobrenatural y estaban bien entrenados en las artes del combate. En esas circunstancias, ni un hombre lobo completamente transformado, con toda su altura y su masa muscular, tenía la menor oportunidad contra ellos.
Se libró del primer hombre lobo con suma facilidad. Le dio una patada en la entrepierna y, cuando cayó de rodillas al suelo, le agarró la cabeza, la giró con un movimiento seco y se la arrancó de cuajo.
Antes de que el cadáver se derrumbara, le atacó un segundo por la derecha. La criatura se lanzó a su garganta y Jacob le dio una patada que le destrozó los genitales. Tal vez fuera juego sucio, pero también lo era que los licántropos atacaran con plena forma de lobo cuando aún no se había puesto el sol. Por lo visto, James no era el único que se podía transformar enteramente de día. Un hecho de lo más preocupante.
—Estos idiotas me están empezando a molestar —gruñó Seth desde el otro lado del todo terreno.
Sus atacantes los superaban claramente en número. En otro momento, Jacob lo habría encontrado excitante porque le encantaban los desafíos; pero aquel día no podía correr riesgos innecesarios: en el interior del todo terreno había una humana.
Se giró hacia los árboles, esperando el ataque siguiente, cuando distinguió una cara familiar. Era Laurent, uno de los más viejos amigos y compañeros en el crimen de James.
—Vaya por Dios…
Laurent era duro. Librarse de él no iba a resultar fácil.
El hombre lobo se arrojó sobre Jacob y lo aplastó contra la portezuela delantera del vehículo. Jacob tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para quitárselo de encima. Después, Laurent lo golpeó en el pecho y él le dio una patada que lo derribó, aunque enseguida se puso en pie.
Jacob pasó a la ofensiva, lanzando zarpazos. Laurent retrocedió hasta la parte trasera del vehículo, respondiendo del mismo modo. Una de sus garras arañó la portezuela trasera con un chirrido terrible.
—¡Acabemos con esto, Clerwater! —rugió Jacob.
La situación no le gustaba nada en absoluto. Con Seth delante, ocupado con sus propios hombres lobo, y él detrás, las puertas del todo terreno habían quedado sin protección.
Laurent intentó golpearlo y él contestó con otra patada.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Jugando al parchís?
Seth apareció a su lado.
—Acabo de terminar con el último de los míos, aunque dos de ellos se han dado a la fuga —explicó—. Pero qué veo aquí… si es el recadero de James… Caramba, Laurent, debería haber imaginado que ese hedor era tuyo. ¿Qué haces? ¿Te bañas en vinagre para disimular la peste?
El hombre lobo, de color rojizo, gruñó en respuesta. Jacob avanzó lentamente hacia él; sabían que Laurent se pasaría al lado oscuro más tarde o más temprano, y por fin lo había hecho.
—¿Has acabado con James? —preguntó a Laurent.
—¿Con James? Ni siquiera lo he visto —contestó.
En ese momento, otro hombre lobo saltó desde el bosque y estampó a Seth contra el vehículo. Al mismo tiempo, Laurent cargó contra Jacob y lo tiró al suelo. Jacob miró a su compañero y vio que ya no tenía un enemigo, sino dos; otro hombre lobo, de pelo dorado, se había sumado al ataque.
Lleno de furia, empujó a Laurent con todas sus fuerzas y el hombre lobo salió volando. Al cabo de un par de segundos, se oyó un ruido procedente del interior del todo terreno. Laurent, que ya se había levantado, olfateó el aire y dijo, con una sonrisa sádica:
—¿Escondes a esa zorra en el coche, Black? James me ha dicho que, si le encuentro, es toda mía… y voy a disfrutar con ella. Hasta el último bocado.
—Vamos, Laurent, déjate de estupideces y ataca de una vez. Hace años que deseo arrancarte la cabeza.
El hombro lobo lo atacó con tanta energía que volvió a derribarlo. Jacob se maldijo a sí mismo por haberle permitido un golpe tan fácil. Pero ya no tenía tiempo. Si quería echar una mano a Seth, tenía que eliminar inmediatamente a Laurent.
En ese preciso instante, el motor del todo terreno rugió y el vehículo dio marcha atrás. Las ruedas giraron con violencia sobre la arena del camino. El impacto fue tan violento que Laurent salió disparado y cayó con un golpe seco a varios metros de distancia.
—¿Qué demonios…?
Jacob no podía creer que Renesmee lo hubiera desobedecido. De haber podido, la habría sacado del vehículo y le habría dicho unas cuantas cosas. Pero antes, tenía que acabar con Laurent. Aunque los enemigos de Seth eran lo primero: lo habían acorralado y su camiseta ya estaba empapada en sangre.
Se puso en pie y se lanzó sobre uno de ellos, al que destrozó la columna vertebral. Seth aprovechó la ocasión para librarse del hombre lobo de color dorado, al que arrojó contra un árbol. Entonces, oyeron un ruido de metal. Cuando se giraron hacia el todo terreno, vieron que un hombre lobo de color gris se había encaramado al techo y estaba destrozando el parabrisas.
—Renesmee…
El parabrisas saltó en pedazos en el mismo instante en que Renesmee abría la portezuela y salía al exterior, tropezando con uno de los cadáveres. Jacob corrió hacia ella, pero Seth estaba más cerca.
Ya estaban a pocos metros de alcanzarla cuando Laurent apareció por detrás y atacó a Jacob. Entre tanto, el hombre lobo gris saltó sobre Seth.
—¡Renesmee! —bramó Jake—. ¡Vuelve al maldito todo terreno!
Renesmee no hizo caso alguno. Miró al hombre lobo que estaba sobre Seth, alcanzó una rama gruesa, se acercó a él y lo golpeó en la cabeza con la fuerza de un bateador. Jacob no podía creer lo que estaba viendo.
Se quitó de encima a Laurent y soltó un aullido de furia al ver que el hombre lobo gris dejaba a Seth, al que había herido, y avanzaba hacia Renesmee, que gritó de terror.
—¡No!
Sin perder tiempo, Jacob soltó un zarpazo al cuello de Laurent, cuya cabeza cayó hacia un lado. Ya corría hacia Renesmee cuando el hombre lobo dorado se acercó al gris e hizo algo completamente inesperado para todos: lo agarró de un brazo y se arrojó con él por un terraplén. La pendiente era tan grande que el salvador de Renesmee se dio un golpe y quedó inconsciente.
—¿Qué diablos estabas haciendo? —preguntó Jacob.
—Intentaba ayudar —dijo Renesmee, aterrorizada.
Jacob estaba furioso, pero se contuvo. Se suponía que debía protegerla, no asustarla. Aunque por otra parte, Renesmee tendría que aprender a obedecer si quería sobrevivir en aquel mundo de garras y colmillos.
La abrazó un momento, con fuerza, y la puso a un lado al ver que el hombre lobo gris huía.
—¡Vuelve al todo terreno y no salgas! —ordenó.
Moviéndose con toda la fuerza y la velocidad obtenidas durante sus años de entrenamiento, Jacob pegó un salto enorme y se plantó a un par de metros del hombre lobo gris.
—Te voy a destrozar, Black…
El hombre lobo lo atacó; pero esta vez, Jacob no se anduvo con contemplaciones: lanzó un golpe directo a sus fauces y oyó el chasquido de los huesos que se rompían. El hombre lobo soltó un aullido de terror. Acto seguido, Jacob se acercó y le arrancó la cabeza.
Después caminó hacia Seth, que estaba en el suelo, y se acuclilló a su lado.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, estoy más enfadado que otra cosa —murmuró Seth—. He permitido que ese canalla me mordiera.
—Te debo una, Seth…
—¿Una? Me debes bastante más que una.
Jacob alzó la cabeza, olfateó el aire y dijo:
—Parece que nuestros amigos se han marchado. Pero será mejor que nos vayamos de aquí enseguida.
Seth se quitó la camiseta y la apretó contra la herida, para contener la hemorragia. En el lado derecho tenía un zarpazo profundo.
—Sí, vámonos a casa —dijo—. Me parece que necesito un trago de brebaje secreto de Lagavulin. Creo que me lo he ganado.
Mason lo miró con detenimiento.
—No debes de estar tan mal como pareces si estás pensando en beberte mi mejor whisky —comentó.
—Oh, vamos, sólo es una herida superficial…
Jacob soltó una carcajada. Seth había pronunciado la frase con un acento típicamente británico, imitando una conocida escena de una de las películas de los Monthy Python.
Si su humor era una buena medida de su estado físico, su amigo se recuperaría pronto. Pero con Renesmee no estaba tan seguro.
Caminó hacia el todo terreno y se preguntó qué podía hacer para animar a su frágil compañera humana.
Jacob sólo había dado un par de pasos cuando ella abrió la portezuela y salió a su encuentro. Renesmee miró los cadáveres desnudos de los hombres lobo con horror, porque recobraban su forma humana después de muertos.
Corrió hacia ellos y gritó. Jacob abrió los brazos para recibirla, pero se llevó un buen chasco cuando Renesmee pasó de largo y se arrodilló junto a Seth.
—Oh, Dios mío… ¿Estás bien?
—Estoy perfectamente, preciosa —contestó el rubio, sonriendo.
Jacob alzó los ojos al cielo.
—¿Seguro?
—Si tiene fuerzas para coquetear contigo, me juego cualquier cosa a que se recuperará, Renesmee —murmuró Jacob.
—¿Siempre está de mal humor después de una pelea? —preguntó ella.
Seth la miró con ironía y respondió:
—Creo que está un poco celoso, Nessi. Ten paciencia con él.
Renesmee miró a Jacob y se sintió muy aliviada al ver que sus garras habían desaparecido y volvía a tener manos humanas.
—Sí, puede que tengas razón —murmuró—. Y por cierto… gracias por lo que habéis hecho.
Jacob se secó el sudor de la cara y carraspeó.
—¿Ese canalla te ha hecho algo?
—No, ni un arañazo —respondió Renesmee—. Ya puedes dejar de preocuparte… no creo que me salgan pelos por todo el cuerpo.
Jacob sonrió a su pesar.
—Eso sólo pasa cuando te muerden, Ness.
—¿En serio? —preguntó, sorprendida.
—En serio. No todo lo que sale en las películas es cierto, cariño.
—Pues aunque no lo sea, me ha dado un susto de muerte —confesó ella—. Y ahora que lo pienso, es increíble… no pareces tener ni una simple magulladura.
Jacob suspiró.
—Pero mañana me dolerá todo el cuerpo, créeme —dijo.
Seth y ella se levantaron.
—Parece que James ha reunido un pequeño ejército —afirmó Seth, sin dejar de apretarse la camiseta contra la herida—. Supongo que los que nos han atacado sólo eran una partida de reconocimiento.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó Jacob, contemplando la sangre que empapaba a su amigo—. ¿Quieres que llame a los médicos de Shadow Peak?
Jacob sabía perfectamente que la pérdida de sangre no los podía matar; pero podía enfermarlos y dejarlos sin fuerzas.
—No, no… sobreviviré. Venga, subamos al todo terreno y vayámonos de aquí.
En cuando mencionó el todo terreno, Jacob tuvo consciencia plena de lo que había sucedido y se giró para mirar a la mujer que había dado un vuelco a su vida y había estado a punto de causarle un infarto en menos de veinticuatro horas. Si había logrado tanto en tan poco tiempo, cualquiera sabía lo que lograría en una semana o a lo largo de los años que estuvieran juntos.
—Si no recuerdo mal, te había dicho que te quedaras dentro.
—Pero no me prohibiste conducir, Jacob —observó ella, mirándolo con aquellos ojos verdes y grandes.
Él tomó aire, súbitamente irritado por la posibilidad de que Renesmee hubiera resultado herida durante la pelea.
—Ya. Y dime una cosa, Renesmee, ¿ahora estás dentro o estás fuera del todo terreno? —preguntó.
A pesar de su miedo, que todavía era evidente, Renesmee se cruzó de brazos y lo miró con cara de pocos amigos.
—Oh, vamos… sólo he salido cuando uno de ellos estaba a punto de entrar. ¿Habrías preferido que me quedara dentro y que dejara que me comiera?
Jacob dio un paso adelante, invadiendo el espacio de Renesmee, para ponerla en su sitio. Ella se mantuvo en el sitio, orgullosa. Él admiró su valentía, pero seguía enfadado.
—Si te hubieras quedado en el suelo, como te dije, habría llegado a ti antes de que te alcanzaran —afirmó.
Renesmee soltó un suspiró profundamente femenino y enojado a la vez.
—Podrías dejar de comportarte como un idiota y darme las gracias por haber ayudado. Incluso podrías decir que, de no haber sido por mí, ese monstruo te habría arrancado la cabeza.
Seth tuvo que hacer esfuerzo para no estallar en carcajadas.
—No habría sido yo quien terminara sin cabeza —declaró Jacob, molesto.
—Eso no es lo que me ha parecido a mí. Cuando he mirado hacia atrás, he visto que…
—Bueno, bueno, niños, dejad vuestras diferencias, para más tarde —los interrumpió el rubio—. Ahora tenemos que marcharnos, llamar por teléfono para que recojan todos estos cadáveres y llegar a casa.
—Yo llamaré a Charlie —dijo Jacob.
Unos minutos después, cuando terminó de hablar por teléfono, Jacob vio que Renesmee caminaba en círculos, despacio, mientras contemplaba el panorama con una tranquilidad digna de admiración.
Cuando llegó ante el cuerpo del joven hombre lobo dorado que le había salvado la vida al huir con el gris, se detuvo y lo miró.
—Dios mío, sigue vivo… ¡Todavía respira! —exclamó.
—¿Qué hacemos con él, Jake? —preguntó Seth.
—No lo sé. No podemos…
—Me ha salvado la vida —intervino Renesmee—. Tenemos que llevárnoslo y asegurarnos de que se recupere.
—Aléjate ahora mismo de él, Renesmee —bramó Jake.
Renesmee lo miró con mal humor.
—Sólo es un niño, Jacob.
—Y también es un asesino y un monstruo, ¿recuerdas? Dos cosas que odias.
—Yo no odio a nadie. Tener miedo no es lo mismo que odiar —argumentó—. Además, no es un asesino… me ha salvado. Tienes que ayudarlo.
Jacob soltó un gruñido de disgusto.
—¿Por qué?
—Porque lo digo yo —respondió la pelirroja.
Él arqueó las cejas y la miró con interés, preguntándose cómo era posible que fuera tan contradictoria y tan fascinante.
—¿Y si no quiero?
—Entonces, lo ayudaré yo misma.
Jacob entrecerró los ojos y puso los brazos en jarras.
—Lo sabía. Sabía que serías una fuente interminable de problemas. En cuanto te vi en el restaurante, supe que lo complicarías todo.
—¿Quién? ¿Yo? —preguntó, indignada—. ¡Eres un idiota integral! Desde que nos conocemos, me han atacado dos veces, han destrozado mi piso y la tienda donde trabajo, han aterrorizado a mis amigos y me he visto sometida a tus espantosos cambios de humor.
Seth rió. Jacob la miró con más enfado que nunca.
—¡Yo no tengo cambios de humor!
Renesmee hizo un ruido de desdén.
—¡Ja! ¡Pregúntaselo a cualquiera que te conozca!
—Tiene algo de razón, Jake —dijo Seth.
—Tú cierra la bocaza. ¿O quieres que te deje aquí hasta que te desangres?
—No le hagas caso, Seth —dijo Renesmee—. Está de los nervios.
Seth rompió a reír otra vez, pero su risa se transformó inmediatamente en un gemido de dolor.
—Maldita sea, mujer, no me hagas reír tanto…
—¿Queréis hacerme el favor de callaros? —rugió Jacob—. Eres condenadamente insolente para tener tanto miedo de mí, Renesmee.
—Porque estoy tan enfadada contigo que ya no te tengo miedo —afirmó ella, mirándolo a los ojos.
Jacob ya iba replicar cuando sonó su teléfono móvil.
—¿Dígame?
—Hola, Jacob…
La conexión telefónica era bastante mala, pero reconoció su voz al instante. Era James.
—¿Tú novia se está divirtiendo con el paseo por las montañas? —le preguntó.
—Sí, se está divirtiendo mucho.
Jacob murmuró a Renesmee y a Seth el nombre de quien llamaba.
—Sólo quería asegurarme de que sepa que se ha metido en un buen lío al acompañarte, Jacob. Además, me encanta ponerte en mi lugar… ¿cómo te sientes ahora que eres la presa y no el cazador?
—Las presas huyen, James, y yo no huyo. Si quieres encontrarme, sabes dónde estoy. A diferencia de ti, no me escondo como un cobarde.
James rió.
—Si me enfadas, Jacob, haré algo más que matar a esa pelirroja la próxima vez que le ponga las manos encima. Le daré ocasión de gozar de los placeres de un hombre de verdad… y luego, cuando todavía sienta el calor del orgasmo, la devoraré.
Jacob apretó el móvil con tanta fuerza que estuvo a punto de romperlo.
—Me temo que tu pequeña banda de cretinos se ha visto algo menguada tras nuestro encuentro —le informó—. Veo que últimamente has estado ocupado, James… ¿Qué pasa? ¿Por qué te ha dado ahora por jugar a ser un líder? ¿Acaso no encuentras a ninguna mujer que te quiera lamer esa cosa minúscula que tienes entre las piernas?
James lo maldijo en voz alta y añadió:
—Mis seguidores luchan por la verdad, Black.
—¿Por la verdad? ¿Y qué verdad es ésa? ¿La de un canalla patético que sólo se siente un hombre cuando aterroriza a los más débiles? Sí, claro, eres todo un héroe, James —se burló.
—No se trata de mí, Black. Los míos creen que deben asumir lo que son.
—¿Monstruos?
—¡No! ¡Dioses! —puntualizó James con voz de loco—. Los mensajeros de la muerte, amigo mío.
—¿Dioses? Sólo somos hombres, pedazo de ignorante. Pero te crees tan listo que la arrogancia se te ha subido a la cabeza.
—Somos bestias —dijo James, intentando recobrar la calma—. Somos los reyes de la creación y tenemos todo un mundo lleno de comida. Los humanos son débiles, Black. ¿Cuánto tiempo crees que podrás detenernos? Al final triunfaremos y no podrás hacer nada por impedirlo.
—Al final, acabarás como el perro que eres —declaró Jacob con tranquilidad absoluta—. Y por si no has entendido bien lo que eso significa, te lo diré bien clarito: voy a por ti, James. Ya estás muerto.
—Puede que te hayas librado de mis soldados, Black, pero ni Clerwater ni tú, juntos, lograsteis acabar conmigo. No tengo miedo de ti.
Jacob sonrió de un modo casi cruel. El odio que sentía por James era tan intenso que podía sentirlo en lo más profundo de su ser. Era de la clase de odio que podía emponzoñar su alma.
—Ese es tu segundo error —afirmó.
James volvió a reír.
—¿Y cuál ha sido el primero?
—Tocar a mi mujer.
Dicho esto, Jacob cortó la comunicación.
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Seth pisó el acelerador a fondo, pero no conseguían alejarse de los gritos guturales, demoníacos. Los salvajes sonidos mantenían la distancia con el todo terreno, siguiéndolo entre los bosques que flanqueaban el camino privado que ascendía por la montaña entre curvas y más curvas.
Renesmee cayó hacia un lado y se golpeó contra la portezuela cuando Seth tomó una curva a gran velocidad. Jacob maldijo en voz alta, extendió un brazo y la ayudó a incorporarse. Aún intentaba recobrar el equilibrio cuando Seth frenó en seco, de un modo tan brusco que el cinturón de seguridad se le clavó a Renesmee en el hombro y la dejó sin aliento.
—¡Hay un tronco en el camino! —murmuró.
Seth dio un golpe al volante, miró hacia atrás y añadió:
—Y han puesto otro por detrás, a varios metros de aquí. Me temo que tendremos que luchar si queremos salir con vida.
—Sí, eso parece —dijo Jacob.
En el bosque sonó otro aullido. Demasiado cerca para que Renesmee se tranquilizara.
De repente, Jacob la atrajo hacia sí y le dio un beso en la boca.
—Quiero que te tumbes en el suelo, Ren. Y por favor, oigas lo que oigas, no salgas del todo terreno.
El contacto de sus labios la había dejado anonada, pero sacó fuerzas de flaqueza y consiguió preguntar:
—¿Qué…? ¿Qué son esas cosas de fuera?
Renesmee ni siquiera supo por qué lo preguntó. Conocía la respuesta.
Sin embargo, la parte menos racional de su mente tenía la remota esperanza de que los aullidos no fueran de hombres lobo, sino de bestias relativamente débiles y pequeñas, de monstruos de los que se pudieran librar con cierta facilidad.
Incluso en ese momento, después de todo lo que había pasado, se negaba a aceptar que estuvieran rodeados por una manada de hombres lobo asesinos, sacados de la peor de sus pesadillas.
Jacob le apartó un mechón de la cara y suspiró lentamente.
—Descuida, no es nada que Seth y yo no podamos solventar. Te lo prometo, Renesmee. Te acabo de encontrar y no voy a permitir que te hagan daño.
Ella intentó sonreír, pero no lo consiguió.
—¿Qué puedo hacer?
Los ojos oscuros de Jacob escudriñaron los alrededores.
—Exactamente lo que te he dicho. Túmbate y no hagas ruido.
—¿No puedes llamar a nadie para que nos venga a ayudar?
—No hay tiempo para eso.
—¿Podrías darme una pistola?
—Nunca llevo pistola cuando voy a una ciudad. Además, no te serviría de nada —respondió mirándola con detenimiento—. Las balas nos pueden retrasar un poco, pero no nos matan. Sangramos, desde luego, pero nuestras heridas se curan solas. La única forma de acabar con un hombre lobo es romperle la columna vertebral o arrancarle la cabeza… si alguna vez te quieres librar de mí, ya sabes lo que tienes que hacer.
Ella soltó una carcajada nerviosa.
—Lo recordaré…
—No lo dudo.
—¿Jake?
—¿Sí?
—¿Es tarde para volver?
—¿A casa? —preguntó él, frunciendo el ceño.
Renesmee sacudió la cabeza e intentó mantener la calma. Estaba muerta de miedo, dominada por el pánico; pero curiosamente, no tenía miedo por ella sino por él, por el hombre que estaba a punto de abandonar la seguridad del todo terreno para arriesgar su vida en el combate con unos monstruos.
Seguía sin entender la relación que se había establecido entre ellos y la mezcla de terror y deseo que Jacob le provocaba, pero sabía, sin la menor sombra de duda, que no quería perderlo.
—No, de vuelta al principio —dijo con voz trémula—. Antes de todo esto.
Él gruñó.
—Nos habríamos conocido más tarde o más temprano, Ness. La naturaleza nos habría unido de todas formas, por mucho que intentáramos evitarlo.
Ella apretó los dedos sobre los músculos duros de su brazo.
—No es nuestro encuentro lo que me preocupa. Es la idea de que te pase algo… de que salgas de aquí y no regreses —le confesó.
—No me vas a perder. Pero si quieres que sigamos con vida, tengo que salir —dijo él—. Más tarde, te demostraré que en todo este asunto hay cosas buenas, que mi presencia en tu vida no va a ser únicamente una fuente de sangre y de dolor.
Ella asintió.
Él le puso una mano debajo de la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
—Recuérdalo. Quédate en el suelo del todo terreno, fuera de la vista. ¿Lo has comprendido?
—Sí, sí, es que…
—¿Lo has comprendido? —insistió.
—Sí, pero no tardes demasiado.
Él sonrió, salió del vehículo y cerró la puerta con fuerza. Renesmee sintió un escalofrío, y el escalofrío se convirtió poco a poco en un frío intenso, interior, que le hizo rechinar los dientes.
El bosque se había quedado en un silencio sepulcral, pero Renesmee sabía que los monstruos seguían allí, agazapados como víboras en la espesura, esperando su oportunidad.
Al otro lado de las oscuras ventanillas, distinguía los tonos rojos, morados y naranjas del cielo. Le pareció asombroso que en un momento tan terrible pudiera haber tanta belleza, que una semana que había empezado de forma tan rutinaria y normal terminara por ofrecerle las horas más increíbles de su vida.
No entendía nada. No tenía las respuestas. Pero ardía en deseos de descubrir la verdad y de comprender su significado.
Si salían con vida de aquella situación, intentaría superar sus temores y averiguaría qué esperaba Jacob Black, realmente, de ella.
Jacob se obligó a mantener la calma y miró al interior del todo terreno para asegurarse de que Renesmee seguía sus instrucciones. Después, Seth y él repitieron la rutina de siempre: estiraron los brazos, colocándolos a los lados del cuerpo, para permitir que sus manos se transformaran en garras. Los huesos crujieron y adoptaron su nueva posición al alargarse. La piel se estiró y adoptó la forma de la estructura nueva.
Unas uñas largas y afiladas surgieron por la punta de sus dedos con un sonido rápido y sibilante.
Estaba preparado. Preparado para matar. Preparado para proteger lo que era suyo.
Sabía que debía mantener la sangre fría, pero tenía miedo por Renesmee y estaba más alterado de lo normal. Hasta entonces, siempre había actuado según las normas, aplicando la formación recibida y dejándose llevar por el instinto. Las emociones no formaban parte del juego. Las emociones, de hecho, no formaban parte de su vida. Pero ahora estaba furioso.
Si no se calmaba, las cosas podían terminar mal.
Pero un segundo después, al oír que unas ramas se movían a su izquierda, supo que le estaban ofreciendo la vía de escape perfecta para su ira.
—Vamos, cerdos —murmuró—. Acabemos con esto de una vez.
Su boca se curvó con una sonrisa de anticipación cuando el primer enemigo surgió de entre los árboles y se abalanzó sobre él. El cuerpo de Jacob se relajó un poco y su instinto se agudizó. Sólo tuvo que soltar el primer zarpazo para saber que los licántropos de James no habían recibido la formación adecuada. Además, eran muy jóvenes.
Aquella falta de experiencia y de formación los convertía en presas fáciles. Hasta con su forma humana, los Cazadores poseían una fuerza sobrenatural y estaban bien entrenados en las artes del combate. En esas circunstancias, ni un hombre lobo completamente transformado, con toda su altura y su masa muscular, tenía la menor oportunidad contra ellos.
Se libró del primer hombre lobo con suma facilidad. Le dio una patada en la entrepierna y, cuando cayó de rodillas al suelo, le agarró la cabeza, la giró con un movimiento seco y se la arrancó de cuajo.
Antes de que el cadáver se derrumbara, le atacó un segundo por la derecha. La criatura se lanzó a su garganta y Jacob le dio una patada que le destrozó los genitales. Tal vez fuera juego sucio, pero también lo era que los licántropos atacaran con plena forma de lobo cuando aún no se había puesto el sol. Por lo visto, James no era el único que se podía transformar enteramente de día. Un hecho de lo más preocupante.
—Estos idiotas me están empezando a molestar —gruñó Seth desde el otro lado del todo terreno.
Sus atacantes los superaban claramente en número. En otro momento, Jacob lo habría encontrado excitante porque le encantaban los desafíos; pero aquel día no podía correr riesgos innecesarios: en el interior del todo terreno había una humana.
Se giró hacia los árboles, esperando el ataque siguiente, cuando distinguió una cara familiar. Era Laurent, uno de los más viejos amigos y compañeros en el crimen de James.
—Vaya por Dios…
Laurent era duro. Librarse de él no iba a resultar fácil.
El hombre lobo se arrojó sobre Jacob y lo aplastó contra la portezuela delantera del vehículo. Jacob tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para quitárselo de encima. Después, Laurent lo golpeó en el pecho y él le dio una patada que lo derribó, aunque enseguida se puso en pie.
Jacob pasó a la ofensiva, lanzando zarpazos. Laurent retrocedió hasta la parte trasera del vehículo, respondiendo del mismo modo. Una de sus garras arañó la portezuela trasera con un chirrido terrible.
—¡Acabemos con esto, Clerwater! —rugió Jacob.
La situación no le gustaba nada en absoluto. Con Seth delante, ocupado con sus propios hombres lobo, y él detrás, las puertas del todo terreno habían quedado sin protección.
Laurent intentó golpearlo y él contestó con otra patada.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Jugando al parchís?
Seth apareció a su lado.
—Acabo de terminar con el último de los míos, aunque dos de ellos se han dado a la fuga —explicó—. Pero qué veo aquí… si es el recadero de James… Caramba, Laurent, debería haber imaginado que ese hedor era tuyo. ¿Qué haces? ¿Te bañas en vinagre para disimular la peste?
El hombre lobo, de color rojizo, gruñó en respuesta. Jacob avanzó lentamente hacia él; sabían que Laurent se pasaría al lado oscuro más tarde o más temprano, y por fin lo había hecho.
—¿Has acabado con James? —preguntó a Laurent.
—¿Con James? Ni siquiera lo he visto —contestó.
En ese momento, otro hombre lobo saltó desde el bosque y estampó a Seth contra el vehículo. Al mismo tiempo, Laurent cargó contra Jacob y lo tiró al suelo. Jacob miró a su compañero y vio que ya no tenía un enemigo, sino dos; otro hombre lobo, de pelo dorado, se había sumado al ataque.
Lleno de furia, empujó a Laurent con todas sus fuerzas y el hombre lobo salió volando. Al cabo de un par de segundos, se oyó un ruido procedente del interior del todo terreno. Laurent, que ya se había levantado, olfateó el aire y dijo, con una sonrisa sádica:
—¿Escondes a esa zorra en el coche, Black? James me ha dicho que, si le encuentro, es toda mía… y voy a disfrutar con ella. Hasta el último bocado.
—Vamos, Laurent, déjate de estupideces y ataca de una vez. Hace años que deseo arrancarte la cabeza.
El hombro lobo lo atacó con tanta energía que volvió a derribarlo. Jacob se maldijo a sí mismo por haberle permitido un golpe tan fácil. Pero ya no tenía tiempo. Si quería echar una mano a Seth, tenía que eliminar inmediatamente a Laurent.
En ese preciso instante, el motor del todo terreno rugió y el vehículo dio marcha atrás. Las ruedas giraron con violencia sobre la arena del camino. El impacto fue tan violento que Laurent salió disparado y cayó con un golpe seco a varios metros de distancia.
—¿Qué demonios…?
Jacob no podía creer que Renesmee lo hubiera desobedecido. De haber podido, la habría sacado del vehículo y le habría dicho unas cuantas cosas. Pero antes, tenía que acabar con Laurent. Aunque los enemigos de Seth eran lo primero: lo habían acorralado y su camiseta ya estaba empapada en sangre.
Se puso en pie y se lanzó sobre uno de ellos, al que destrozó la columna vertebral. Seth aprovechó la ocasión para librarse del hombre lobo de color dorado, al que arrojó contra un árbol. Entonces, oyeron un ruido de metal. Cuando se giraron hacia el todo terreno, vieron que un hombre lobo de color gris se había encaramado al techo y estaba destrozando el parabrisas.
—Renesmee…
El parabrisas saltó en pedazos en el mismo instante en que Renesmee abría la portezuela y salía al exterior, tropezando con uno de los cadáveres. Jacob corrió hacia ella, pero Seth estaba más cerca.
Ya estaban a pocos metros de alcanzarla cuando Laurent apareció por detrás y atacó a Jacob. Entre tanto, el hombre lobo gris saltó sobre Seth.
—¡Renesmee! —bramó Jake—. ¡Vuelve al maldito todo terreno!
Renesmee no hizo caso alguno. Miró al hombre lobo que estaba sobre Seth, alcanzó una rama gruesa, se acercó a él y lo golpeó en la cabeza con la fuerza de un bateador. Jacob no podía creer lo que estaba viendo.
Se quitó de encima a Laurent y soltó un aullido de furia al ver que el hombre lobo gris dejaba a Seth, al que había herido, y avanzaba hacia Renesmee, que gritó de terror.
—¡No!
Sin perder tiempo, Jacob soltó un zarpazo al cuello de Laurent, cuya cabeza cayó hacia un lado. Ya corría hacia Renesmee cuando el hombre lobo dorado se acercó al gris e hizo algo completamente inesperado para todos: lo agarró de un brazo y se arrojó con él por un terraplén. La pendiente era tan grande que el salvador de Renesmee se dio un golpe y quedó inconsciente.
—¿Qué diablos estabas haciendo? —preguntó Jacob.
—Intentaba ayudar —dijo Renesmee, aterrorizada.
Jacob estaba furioso, pero se contuvo. Se suponía que debía protegerla, no asustarla. Aunque por otra parte, Renesmee tendría que aprender a obedecer si quería sobrevivir en aquel mundo de garras y colmillos.
La abrazó un momento, con fuerza, y la puso a un lado al ver que el hombre lobo gris huía.
—¡Vuelve al todo terreno y no salgas! —ordenó.
Moviéndose con toda la fuerza y la velocidad obtenidas durante sus años de entrenamiento, Jacob pegó un salto enorme y se plantó a un par de metros del hombre lobo gris.
—Te voy a destrozar, Black…
El hombre lobo lo atacó; pero esta vez, Jacob no se anduvo con contemplaciones: lanzó un golpe directo a sus fauces y oyó el chasquido de los huesos que se rompían. El hombre lobo soltó un aullido de terror. Acto seguido, Jacob se acercó y le arrancó la cabeza.
Después caminó hacia Seth, que estaba en el suelo, y se acuclilló a su lado.
—¿Te encuentras bien?
—Sí, estoy más enfadado que otra cosa —murmuró Seth—. He permitido que ese canalla me mordiera.
—Te debo una, Seth…
—¿Una? Me debes bastante más que una.
Jacob alzó la cabeza, olfateó el aire y dijo:
—Parece que nuestros amigos se han marchado. Pero será mejor que nos vayamos de aquí enseguida.
Seth se quitó la camiseta y la apretó contra la herida, para contener la hemorragia. En el lado derecho tenía un zarpazo profundo.
—Sí, vámonos a casa —dijo—. Me parece que necesito un trago de brebaje secreto de Lagavulin. Creo que me lo he ganado.
Mason lo miró con detenimiento.
—No debes de estar tan mal como pareces si estás pensando en beberte mi mejor whisky —comentó.
—Oh, vamos, sólo es una herida superficial…
Jacob soltó una carcajada. Seth había pronunciado la frase con un acento típicamente británico, imitando una conocida escena de una de las películas de los Monthy Python.
Si su humor era una buena medida de su estado físico, su amigo se recuperaría pronto. Pero con Renesmee no estaba tan seguro.
Caminó hacia el todo terreno y se preguntó qué podía hacer para animar a su frágil compañera humana.
Jacob sólo había dado un par de pasos cuando ella abrió la portezuela y salió a su encuentro. Renesmee miró los cadáveres desnudos de los hombres lobo con horror, porque recobraban su forma humana después de muertos.
Corrió hacia ellos y gritó. Jacob abrió los brazos para recibirla, pero se llevó un buen chasco cuando Renesmee pasó de largo y se arrodilló junto a Seth.
—Oh, Dios mío… ¿Estás bien?
—Estoy perfectamente, preciosa —contestó el rubio, sonriendo.
Jacob alzó los ojos al cielo.
—¿Seguro?
—Si tiene fuerzas para coquetear contigo, me juego cualquier cosa a que se recuperará, Renesmee —murmuró Jacob.
—¿Siempre está de mal humor después de una pelea? —preguntó ella.
Seth la miró con ironía y respondió:
—Creo que está un poco celoso, Nessi. Ten paciencia con él.
Renesmee miró a Jacob y se sintió muy aliviada al ver que sus garras habían desaparecido y volvía a tener manos humanas.
—Sí, puede que tengas razón —murmuró—. Y por cierto… gracias por lo que habéis hecho.
Jacob se secó el sudor de la cara y carraspeó.
—¿Ese canalla te ha hecho algo?
—No, ni un arañazo —respondió Renesmee—. Ya puedes dejar de preocuparte… no creo que me salgan pelos por todo el cuerpo.
Jacob sonrió a su pesar.
—Eso sólo pasa cuando te muerden, Ness.
—¿En serio? —preguntó, sorprendida.
—En serio. No todo lo que sale en las películas es cierto, cariño.
—Pues aunque no lo sea, me ha dado un susto de muerte —confesó ella—. Y ahora que lo pienso, es increíble… no pareces tener ni una simple magulladura.
Jacob suspiró.
—Pero mañana me dolerá todo el cuerpo, créeme —dijo.
Seth y ella se levantaron.
—Parece que James ha reunido un pequeño ejército —afirmó Seth, sin dejar de apretarse la camiseta contra la herida—. Supongo que los que nos han atacado sólo eran una partida de reconocimiento.
—¿Seguro que estás bien? —preguntó Jacob, contemplando la sangre que empapaba a su amigo—. ¿Quieres que llame a los médicos de Shadow Peak?
Jacob sabía perfectamente que la pérdida de sangre no los podía matar; pero podía enfermarlos y dejarlos sin fuerzas.
—No, no… sobreviviré. Venga, subamos al todo terreno y vayámonos de aquí.
En cuando mencionó el todo terreno, Jacob tuvo consciencia plena de lo que había sucedido y se giró para mirar a la mujer que había dado un vuelco a su vida y había estado a punto de causarle un infarto en menos de veinticuatro horas. Si había logrado tanto en tan poco tiempo, cualquiera sabía lo que lograría en una semana o a lo largo de los años que estuvieran juntos.
—Si no recuerdo mal, te había dicho que te quedaras dentro.
—Pero no me prohibiste conducir, Jacob —observó ella, mirándolo con aquellos ojos verdes y grandes.
Él tomó aire, súbitamente irritado por la posibilidad de que Renesmee hubiera resultado herida durante la pelea.
—Ya. Y dime una cosa, Renesmee, ¿ahora estás dentro o estás fuera del todo terreno? —preguntó.
A pesar de su miedo, que todavía era evidente, Renesmee se cruzó de brazos y lo miró con cara de pocos amigos.
—Oh, vamos… sólo he salido cuando uno de ellos estaba a punto de entrar. ¿Habrías preferido que me quedara dentro y que dejara que me comiera?
Jacob dio un paso adelante, invadiendo el espacio de Renesmee, para ponerla en su sitio. Ella se mantuvo en el sitio, orgullosa. Él admiró su valentía, pero seguía enfadado.
—Si te hubieras quedado en el suelo, como te dije, habría llegado a ti antes de que te alcanzaran —afirmó.
Renesmee soltó un suspiró profundamente femenino y enojado a la vez.
—Podrías dejar de comportarte como un idiota y darme las gracias por haber ayudado. Incluso podrías decir que, de no haber sido por mí, ese monstruo te habría arrancado la cabeza.
Seth tuvo que hacer esfuerzo para no estallar en carcajadas.
—No habría sido yo quien terminara sin cabeza —declaró Jacob, molesto.
—Eso no es lo que me ha parecido a mí. Cuando he mirado hacia atrás, he visto que…
—Bueno, bueno, niños, dejad vuestras diferencias, para más tarde —los interrumpió el rubio—. Ahora tenemos que marcharnos, llamar por teléfono para que recojan todos estos cadáveres y llegar a casa.
—Yo llamaré a Charlie —dijo Jacob.
Unos minutos después, cuando terminó de hablar por teléfono, Jacob vio que Renesmee caminaba en círculos, despacio, mientras contemplaba el panorama con una tranquilidad digna de admiración.
Cuando llegó ante el cuerpo del joven hombre lobo dorado que le había salvado la vida al huir con el gris, se detuvo y lo miró.
—Dios mío, sigue vivo… ¡Todavía respira! —exclamó.
—¿Qué hacemos con él, Jake? —preguntó Seth.
—No lo sé. No podemos…
—Me ha salvado la vida —intervino Renesmee—. Tenemos que llevárnoslo y asegurarnos de que se recupere.
—Aléjate ahora mismo de él, Renesmee —bramó Jake.
Renesmee lo miró con mal humor.
—Sólo es un niño, Jacob.
—Y también es un asesino y un monstruo, ¿recuerdas? Dos cosas que odias.
—Yo no odio a nadie. Tener miedo no es lo mismo que odiar —argumentó—. Además, no es un asesino… me ha salvado. Tienes que ayudarlo.
Jacob soltó un gruñido de disgusto.
—¿Por qué?
—Porque lo digo yo —respondió la pelirroja.
Él arqueó las cejas y la miró con interés, preguntándose cómo era posible que fuera tan contradictoria y tan fascinante.
—¿Y si no quiero?
—Entonces, lo ayudaré yo misma.
Jacob entrecerró los ojos y puso los brazos en jarras.
—Lo sabía. Sabía que serías una fuente interminable de problemas. En cuanto te vi en el restaurante, supe que lo complicarías todo.
—¿Quién? ¿Yo? —preguntó, indignada—. ¡Eres un idiota integral! Desde que nos conocemos, me han atacado dos veces, han destrozado mi piso y la tienda donde trabajo, han aterrorizado a mis amigos y me he visto sometida a tus espantosos cambios de humor.
Seth rió. Jacob la miró con más enfado que nunca.
—¡Yo no tengo cambios de humor!
Renesmee hizo un ruido de desdén.
—¡Ja! ¡Pregúntaselo a cualquiera que te conozca!
—Tiene algo de razón, Jake —dijo Seth.
—Tú cierra la bocaza. ¿O quieres que te deje aquí hasta que te desangres?
—No le hagas caso, Seth —dijo Renesmee—. Está de los nervios.
Seth rompió a reír otra vez, pero su risa se transformó inmediatamente en un gemido de dolor.
—Maldita sea, mujer, no me hagas reír tanto…
—¿Queréis hacerme el favor de callaros? —rugió Jacob—. Eres condenadamente insolente para tener tanto miedo de mí, Renesmee.
—Porque estoy tan enfadada contigo que ya no te tengo miedo —afirmó ella, mirándolo a los ojos.
Jacob ya iba replicar cuando sonó su teléfono móvil.
—¿Dígame?
—Hola, Jacob…
La conexión telefónica era bastante mala, pero reconoció su voz al instante. Era James.
—¿Tú novia se está divirtiendo con el paseo por las montañas? —le preguntó.
—Sí, se está divirtiendo mucho.
Jacob murmuró a Renesmee y a Seth el nombre de quien llamaba.
—Sólo quería asegurarme de que sepa que se ha metido en un buen lío al acompañarte, Jacob. Además, me encanta ponerte en mi lugar… ¿cómo te sientes ahora que eres la presa y no el cazador?
—Las presas huyen, James, y yo no huyo. Si quieres encontrarme, sabes dónde estoy. A diferencia de ti, no me escondo como un cobarde.
James rió.
—Si me enfadas, Jacob, haré algo más que matar a esa pelirroja la próxima vez que le ponga las manos encima. Le daré ocasión de gozar de los placeres de un hombre de verdad… y luego, cuando todavía sienta el calor del orgasmo, la devoraré.
Jacob apretó el móvil con tanta fuerza que estuvo a punto de romperlo.
—Me temo que tu pequeña banda de cretinos se ha visto algo menguada tras nuestro encuentro —le informó—. Veo que últimamente has estado ocupado, James… ¿Qué pasa? ¿Por qué te ha dado ahora por jugar a ser un líder? ¿Acaso no encuentras a ninguna mujer que te quiera lamer esa cosa minúscula que tienes entre las piernas?
James lo maldijo en voz alta y añadió:
—Mis seguidores luchan por la verdad, Black.
—¿Por la verdad? ¿Y qué verdad es ésa? ¿La de un canalla patético que sólo se siente un hombre cuando aterroriza a los más débiles? Sí, claro, eres todo un héroe, James —se burló.
—No se trata de mí, Black. Los míos creen que deben asumir lo que son.
—¿Monstruos?
—¡No! ¡Dioses! —puntualizó James con voz de loco—. Los mensajeros de la muerte, amigo mío.
—¿Dioses? Sólo somos hombres, pedazo de ignorante. Pero te crees tan listo que la arrogancia se te ha subido a la cabeza.
—Somos bestias —dijo James, intentando recobrar la calma—. Somos los reyes de la creación y tenemos todo un mundo lleno de comida. Los humanos son débiles, Black. ¿Cuánto tiempo crees que podrás detenernos? Al final triunfaremos y no podrás hacer nada por impedirlo.
—Al final, acabarás como el perro que eres —declaró Jacob con tranquilidad absoluta—. Y por si no has entendido bien lo que eso significa, te lo diré bien clarito: voy a por ti, James. Ya estás muerto.
—Puede que te hayas librado de mis soldados, Black, pero ni Clerwater ni tú, juntos, lograsteis acabar conmigo. No tengo miedo de ti.
Jacob sonrió de un modo casi cruel. El odio que sentía por James era tan intenso que podía sentirlo en lo más profundo de su ser. Era de la clase de odio que podía emponzoñar su alma.
—Ese es tu segundo error —afirmó.
James volvió a reír.
—¿Y cuál ha sido el primero?
—Tocar a mi mujer.
Dicho esto, Jacob cortó la comunicación.
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