En esta entrada os voy a dejar el relato que escribi para el reto que realizo Dulce Cautiva en su blog "El club de las escritoras": Las dos caras de un mismo cuento.
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios.
Acababa de llegar y me había presentado ante todos como el nuevo sabio.
Y ya había tenido que actuar como tal, atendiendo a la joven princesa del reino.
Mientras ella aun se encontraba inconsciente yo hablaba con su doncella de compañía, y amiga Nira y el mozo de cuadra que había ayudado a trasladarla.
Pero creo que debo presentarme, soy Tony un vampiro aunque me presento ante los humanos como un sabio. Me he trasladado a vivir al reino de Granada a pesar de las guerras contra los musulmanes que tienen al Rey fuera del castillo para defender su reino.
-Pero se pondrá bien ¿No? –Me preguntaba Nira notablemente preocupada y con la clara intención de llamara al Rey si no la paraba, mientras el mozo de las cuadras nos miraba atentamente.
-Sí, ha sido un fuerte golpe, pero se recuperará. No hace falta avisar al Rey, dejemos que se concentre en sus batallas –Le dije de forma relajada.- Pronto despertará.
De pronto escuchamos un gemido a nuestras espaldas, haciendo que miráramos a la princesa. Mientras yo me acercaba a ella y me agachaba para mirarle a los ojos.
-Eh, princesa ¿Está bien? –Le dije a la vez que ella se levantaba lo que le permitía la cercanía de mi cuerpo al suyo – Quieta. Debes descansar, señora.
-Nira, ¿qué ha pasado? –Le pregunto a su doncella, demostrando que no confiaba en mi.
-Se cayó del caballo. Afortunadamente este mozo y yo la trajimos al sabio para que la curara –Le decía su doncella, mientras me miraba furtivamente. Debes descansar, como le dicen.
Por lo que estaba viendo se trababan casi como si fueran hermanas. Aunque no se tuteaban ante nosotros.
-Dime tu nombre –Le pregunto la princesa al mozo de pronto. Aunque se sabía que era mozo por sus vestimentas, ya que estaba limpio, no como otros, que se sabían que estaban en las cuadras por la suciedad que llevaban encima.
-Ma... Ma… Marco, señora –Le dijo el muchacho tartamudeando.
-Muy bien, Marco, te doy las gracias por ayudarme. Serás recompensado.- Le dijo la princesa de forma rotunda.
-Ahora la señora no se puede poner a dar recompensas –La corte tajantemente–. Ya se las darás al mozo cuando esté bien. Ahora a descansar.
-Nira, dale una recompensa. Abundante, y luego hablaré con él –Dijo y me miro con una sonrisa en los labios-. Y como princesa del reino de Granada, digo que estoy bien, gracias
-Tengo órdenes de mantenerla aquí hasta que fuera necesario, vuestra tía me lo ordenó –Le digo
-¡Mi tía solo es una furcia que quiere que me muera de una vez para ser la descendiente al trono! –Espeto furiosa- ¿Quién me asegura que usted sea de fiar? ¿Qué no me envenenará? Lucas siempre fue mi médico de confianza.
-Pero Lucas está muerto –Le conteste secamente – Nira, Marco, por favor, marchaos.
-Como usted ordene, señor –Me dijo Nira mientras se marchaba seguida del mozo.
-No me toquéis –Me dijo secamente cuando nos quedamos solos– O os aseguro que gritaré y los guardias os apresarán.
-No os voy a hacer nada, princesa –Le dije riéndome. Ahora le digo que se relaje
-Para mí vos sois un desconocido, nunca os he visto por palacio. Quién sabe si habéis engañado a Nira, es muy crédula –Me dijo, mirándome con desconfianza ya que era verdad, que nunca me había visto. Pero era normal que no me hubiera visto acababa de llegar.
-¿Porqué vos sois tan desconfiadas? –Le pregunto tranquilamente–. Solo quiero ayudaros.
-Y yo solo quiero irme de aquí –Me contesta señalando la puerta–. Ahora me iré por esa puerta y vos no me podréis retener.
Se levanto y se encamino corriendo hacia la puerta, pero sin mucho esfuerzo por mi parte la había detenido y la sostenía de la muñeca.
-Tú no vas a ninguna parte -Le dije secamente. Presionando en el punto justo de su cuello con dos de mis dedos para que perdiera el sentido.
Cuando despertó la primera persona que vio fue a Nira, que estaba deseosa de verla abrir los ojos.
-¡Zaida! –Le dijo tuteándola sin darse cuenta–. Señora, veo que por fin se ha recuperado. El sabio dijo que se desmayó y que era mejor que guardara cama.- Finalizo de decirle como si tal cosa
A la vez que la princesa ponía cara de no estar segura de lo del desmayo, mientras yo me dirigía hacia mi torreón sin que ellas se dieran cuenta de mi marcha.
-Oh, muy amable por su parte, pero estoy bien. Ahora quiero averiguar todo lo que puedas sobre ese sabio, mago o lo que demonios sea.- oí que le decía a su doncella de forma apenas audible para un humano a la distancia que yo me encontraba de ellas.
-Mi señora, recuerde que no debe blasfemar –Le dijo Nira– Pero no sé mucho de ese hombre. Apenas se le ve por el día, solo por la noche. Lo que veo más raro son esos ojos rojos, que a veces están verdes, y otras no. La verdad, es que nunca pasa por la cocina. Debe ser alérgico al algún fruto, al ajo o al perejil…
-Un momento, un momento –La paro bruscamente.- Eso me suena de algo, por algún libro lo he visto yo. Habla de seres sobrenaturales, con poderes de brujos. Enviados del diablo a nuestro mundo
-Señorita, no creo que se trate de eso –Dijo Nira–. Puede que sean coincidencias.
-No lo creo – Le dijo pensativa.- Estoy segura de que vi algo, lo vi en sus ojos. Lo voy a descubrir.
Escuche como subía lentamente las escaleras que llevaban al torreón donde yo me encontraba.
No tenia perdida era una de las pocas puertas que había y la había dejado abierta antes de ocultarme entre las sombras del habitáculo.
Desde estas vi como lentamente se acercaba a mi escritorio, situado en una de las esquinas. Lo tenia lleno de pergaminos y algún que otro libro.
Empezó a rebuscar algo entre ello, hasta que mi voz la sobresalto.
-¿Qué busca, princesa? Será un placer ayudarla –Le dije sobresaltándola de forma notable–. Sé que no hemos empezado con buen pie, pero hagámoslo ahora. Soy Tony, el sabio de la corte.- Termine de decirle haciendo un ademán de darle la mano, aunque ella la aparto rápidamente.
-Venga preciosa –Le dije acercándome a ella. Lo normal es que se hubiera apartado de mí por miedo. Pero mi mirada la absorbió, sin encerrarla, de forma que quedara atrapada en ella y le gustara.
Una vez estuvimos centrados solo el uno en el otro en nuestras miradas, termine de juntar nuestros cuerpos para besarla con dulzura y pasión.
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