lunes, 28 de mayo de 2012

HAMBRIENTOS DE DESEO CAPITULO 4

Esta historia le pertenece a Maria en su blog “Letras de hielo y fuego”
Espero que os guste y dejéis vuestros comentarios

HAMBRIENTOS DE DESEO
Summary: Cinco segundos antes, Jacob Black habría jurado que no le podía pasar a él... que la mujer perfecta para él no existía. Y entonces, la encontró en un restaurante abarrotado. El olor de la dulce y humana Nessi Cullen desató en su interior una necesidad explosiva que jamás recibiría la aprobación de los miembros de su clan.
Adaptación

CAPÍTULO 4

A Renesmee le pareció una situación de lo más irónica. Para exorcizar los demonios de su pasado, había tenido que descubrir que eran reales. Y sorprendentemente, había sobrevivido.

Em había cerrado pronto la tienda y la habían llevado a su casa para mantenerla a salvo de su peor pesadilla. Renesmee estaba sentada en el borde del canapé, contándoles su fantástica historia. Emily y Quil se habían acomodado delante de ella.

—Al final, abrí el grifo del lavabo para que no oyeran que abría la ventana. Después, salté al callejón y corrí hasta la tienda —concluyó.

Renesmee había hecho un esfuerzo sobrehumano para saltar por la ventana. Cabía la posibilidad de que James la estuviera esperando, pero no podía quedarse allí y permitir que Jacob y Seth se la llevaran.

Mientras corría hacia la tienda, atajando por callejuelas secundarias, se preguntó si debía llamar a la policía. Pero habría sido absurdo. No podía decir que la había atacado un hombre lobo y que otros dos hombres lobo le habían salvado la vida. La habrían tomado por una loca.

Renesmee tomó aire y clavó la vista en la taza de té que tenía entre las manos. Le preocupaba que ni Emily ni Quil la creyeran, pero sus amigos la miraban con inquietud y comprensión.

—Sé que parece imposible —continuó en un susurro—, pero es verdad. Creedme. Me gustaría que fuera una pesadilla, pero no lo es. Todo es absolutamente cierto. Hasta la última palabra.

Em se inclinó hacia delante.

—Hiciste lo correcto al ir a buscarnos, chérie. Y te creemos. A estas alturas, ya deberías saber que no hay nada imposible.

Renesmee se sintió enormemente aliviada.

—¿Me creéis?

Quil asintió y la miró con toda la calidez de sus ojos azules.

—Por supuesto que sí, Nessi. Eres como de la familia. Y las familias tienen que estar juntas, pase lo que pase.

—Sí, pero… ¿hombres lobo? Es como una historia sacada de una película de terror —acertó a decir.

En el exterior, el viento aullaba con tanta furia que la mantenía al borde de un ataque de nervios. Tuvo que apretar los dientes para impedir que le castañearan.

—Nessi, te he hablado muchas veces de nuestro pasado —declaró Em con suavidad—. Los pantanos del sur están llenos de historias de vampiros, hombres lobo y fantasmas… Quil y yo crecimos entre esas historias, así que no nos sorprende en absoluto. Para asumir lo inexplicable, hay que tener una mente abierta.

Renesmee dejó la taza de té en la mesita y se secó las manos, sudorosas, en los vaqueros.

—Ojala fuera tan fácil para mí —confesó—. Ya sabes que soy capaz de enfrentarme a muchas de esas cosas, pero esto… son hombres lobo, Em. Después de lo que me ha pasado, dudo que pueda llevar una vida normal.

Renesmee cruzó los brazos y empezó a oscilar, nerviosa.

—No estás sola, Ness. Ni Quil ni yo te vamos a dejar en la estacada.

El viejo reloj de pared del abuelo de Em dio unas campanadas. Al ver la hora que era, Renesmee miró a Quil y preguntó:

—¿No deberías estar en el trabajo?

Quil sacudió la cabeza y sonrió.

—Ya te dije que me han cambiado el turno. Y me alegro mucho, porque así podré estar con vosotras y echaros un ojo.

—Oh, Dios mío…

Renesmee gimió y cerró los ojos con fuerza. En sus prisas por huir de Jacob y Seth, no se le había ocurrido que estaba poniendo en peligro a Emily y Quil. Si James la había encontrado una vez, podría encontrarla de nuevo.

Em se dio cuenta de que algo andaba mal y preguntó:

—¿Qué ocurre, Nessi?

Renesmee abrió los ojos. Se sentía enferma.

—Que he cometido una estupidez al venir aquí. No podía pensar con claridad… Os he puesto en peligro, Em. ¿Qué pasará si me encuentra?

—Si intenta algo contra ti, lo pagará muy caro —contestó Quil.

Renesmee se quedó asombrada con su respuesta. Quil ya no era un niño; se había convertido en un hombre. En un hombre fuerte, alto y de hombros anchos. En uno perfectamente capaz de cuidar de sí mismo. En uno que ardía en deseos de vérselas con James.

Pero naturalmente, Renesmee no estaba dispuesta a permitirlo. Tenía que marcharse de allí.

Habló con ellos y se lo dijo. Sin embargo, los hermanos no le hicieron el menor caso.

—No quiero oír ni una sola palabra más —declaró Emily, con expresión orgullosa.

Em se levantó, llevó las tazas vacías a la cocina y regresó un momento después con un vaso de agua y dos píldoras pequeñas, de color azul.

—Te quedarás aquí —afirmó—. Ven conmigo y te llevaré a la habitación de invitados. Pareces completamente agotada.

Tras diez minutos de discusión y otros diez de organización, Renesmee se encontró metida en un baño caliente, en la habitación de invitados. El lugar estaba cargado de vaho, y los tranquilizantes de Emily empezaban a surtir efecto.

Mucho más relajada, inclinó la cabeza hacia delante y se echó agua en el pelo y en el cuello. Pero ahora estaba preocupada por otro motivo: sabía que no había huido de su casa por miedo a Jacob, sino porque sentía un deseo irrefrenable de quedarse con él. Y no estaba dispuesta admitirlo.

Era una locura, pero deseaba a Jacob Black con toda su alma. De hecho, su deseo era mucho más fuerte que su miedo a él y a lo que era cuando se transformaba. Había visto sus garras brevemente, durante la pelea con James, y sabía de lo que era capaz.

Alzó la cabeza y pensó que estaba perdiendo el juicio. Pero no se podía engañar a sí misma.

A pesar de todo lo sucedido, a pesar de que Jacob Black fuera un hombre lobo, quería estar con él.

Escondido en las sombras de la noche, Jacob apoyó la espalda en el tronco de un olmo enorme y olisqueó el fresco aire de otoño en busca del rastro de James.

Sus ojos se clavaron en la casa que estaba ante él, la casa que había estado vigilando desde que Dimitri lo llamó y le dio la dirección, después de que siguiera a Renesmee desde la tienda. Era una construcción de dos pisos, típica del centro histórico de Covington; la fachada daba a una calle llena de árboles y la parte trasera al bosque.

Por fuera, Jacob parecía en calma, concentrado en la vigilancia; pero por dentro, estaba furioso.

No podía creer que Renesmee hubiera huido de él por segunda vez.

Cuando descubrió que se había escapado por la ventana del cuarto de baño, salió a la calle y la siguió a pie. Poco después, Dimitri lo llamó por teléfono y le dijo que acababa de llegar a Muse. Al cabo de un rato, sus compañeros la siguieron hasta la casa de Emily Young.

Jacob y Seth aparcaron el todo terreno a un par de manzanas y atajaron por el bosque, donde permanecían ocultos. Se habían preparado para pasar una noche larga y fría. El viento soplaba con fuerza y el cielo estaba tan cubierto que casi no se veía la luna.

Seth, que estaba apoyado en un árbol cercano, miró el piso superior de la casa y vio la silueta de Renesmee contra una de las ventanas.

—Hay que reconocer que es todo un caso —comentó—. Ahí la tienes, disfrutando de la calidez y la comodidad de una casa mientras nosotros pasamos la noche a la intemperie.

—Sigo sin creer que me haya intentado engañar —gruñó su amigo.

Jacob encendió un cigarrillo y dio una calada larga. Estaba muy enfadado con ella, pero sobre todo estaba enfadado consigo mismo, por no haber hecho caso a su instinto. Cuando Renesmee se fue al cuarto de baño, supo que no debía fiarse de ella. Pero quiso concederle el beneficio de la duda. Y una vez más, le había tomado el pelo.

—¿Que te ha intentado engañar? —dijo Seth, sonriendo con ironía—. No lo ha intentado, amigo mío. Lo ha conseguido. Y no una, sino dos veces en el mismo día… Debo admitir que empieza a caerme bien. Siempre me pregunté cómo sería la mujer que te pusiera en tu sitio.

—Sí, bueno… —murmuró Jacob, mirando hacia la ventana—. Me alegra que te estés divirtiendo a mi costa.

—Para eso están los amigos, ¿no?

—Por supuesto que sí. Pero recuerda que el último ríe mejor.

Seth dejó de sonreír.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó.

—Que no te volveré a ayudar con cierta bruja rubita.

Su compañero suspiró.

—Eres un cerdo, Jake… Eso es jugar sucio.

—Lo que tú digas. Pero no lo olvides —dijo Jacob, dando otra calada.

Seth se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra el árbol. Tras unos segundos de silencio, arqueó una ceja y miró a Jacob.

—¿Qué vamos a hacer ahora?

—Esperar. Puede que James vuelva.

—Esto está tan tranquilo que parece un cementerio —murmuró Seth—. No se oye nada, ni los grillos… Si se acerca a la casa, lo sabremos. Aunque no captemos su olor.

Jacob asintió y miró la parte trasera de la casa.

—Si se acerca, morirá. Me aseguraré de ello —dijo.

—¿Has vuelto a hablar con Dimitri?

—Sí, hablé con él mientras tú echabas un vistazo a la calle. Félix y él se han ido a comprobar los bajos fondos de Covington, pero no han visto nada. Me dijo que Charlie y Carlisle siguen en Delaine, investigando el otro asesinato.

Seth frunció el ceño.

—¿Todavía no han atrapado a ese canalla?

—Me temo que no —murmuró.

Jacob se pasó una mano por la mandíbula y pensó que necesitaba afeitarse y darse una buena ducha. Por desgracia, tendría que esperar.

—¿No han encontrado su rastro?

—No han encontrado nada de nada, pero parece ser que notaron un olor raro, ácido. Intentaron seguirlo y sólo consiguieron que les afectara el olfato… se parece demasiado a lo que nos ha pasado con James —comentó.

—Los asesinatos son demasiado rituales… no encajan en los ataques típicos de los licántropos. Este asunto me da mala espina, Jake.

—Y a mí.

Durante las semanas anteriores habían encontrado dos cadáveres de mujeres, los dos en zonas boscosas, cerca del territorio de los hombres lobo de la especie de James, los Crestas Plateadas. Las dos mujeres eran rubias y de ojos azules y a las dos les habían arrancado los corazones para devorarlos.

Hasta el momento, el clan de los Cazadores se las había arreglado para controlar la situación e impedir que mataran a más personas, pero Jacob sabía que las cosas se pondrían feas si no lo solucionaban pronto. No se trataba únicamente de las vidas humanas; debían impedir que la existencia de los hombres lobo se llegara a conocer: un peligro constante que aumentaba año tras año.

Además, ahora sabían algo nuevo, algo potencialmente catastrófico para todos los hombres lobo. James había aprendido a transformarse en pleno día.

Estaba pensando en la gente con quien podía consultar el problema cuando Seth dijo:

—Hay algo que te quería preguntar hace un rato; pero han pasado tantas cosas que no he tenido ocasión.

Jacob lo miró con inquietud.

—Adelante.

—Sólo quería saber si lo llevas bien…

Jacob apagó el cigarrillo y contestó, con voz tensa.

—Por supuesto que sí.

Seth sacudió la cabeza.

—Vamos, Jake… Soy tu compañero, tu mejor amigo, hombre. Puedes confiar en mí.

—No es para tanto —gruñó Jake, incómodo.

—Lo que intento decir es que… demonios, Jake, sé lo que piensas de estas cosas desde lo de Edward, y sé que no querías que te pasara a ti. Pero te ha pasado y necesito saber que te encuentras bien.

—Pues estoy bien —afirmó.

—¿Seguro?

Jacob suspiró, frustrado.

—Por Dios, Seth, ¿qué quieres que te diga?

Seth sonrió, pero mirándolo fijamente, sin dejarse engañar por el farol de su amigo.

—La verdad.

Jacob no habría sido capaz de definir la verdad. Sólo sabía que debía mantener a Renesmee con vida. Después, cuando acabaran con James, podría preguntarse por sus sentimientos y tomar alguna decisión. Pero hasta entonces, su trabajo consistía en esperar, vigilar y asegurarse de que seguía a salvo.

Conocía muy bien a James. Sabía que no se rendiría hasta terminar lo que había empezado. Y cuando volviera a actuar, él estaría allí.

Tanto si le gustaba como si no, Renesmee Claire Cullen tendría que aprender a vivir con ello. Tanto si quería estar con él como si no, la pequeña pelirroja se quedaría a su lado. Porque desde ese mismo momento, él le pertenecía.

—Nessi, despierta… vamos, cariño, despierta. Tienes una pesadilla.

Renesmee oyó las palabras, pero las oyó como si estuviera sumergida en un lago. De hecho, movió los brazos y las piernas como los habría movido para nadar. Distinguía el brillo lejano de la luz del sol, pero las sombras oscuras de la pesadilla la mantenían presa.

—¿Le echo un poco de agua? —oyó decir a Quil.

—No, no, ya se está despertando —contestó su hermana—. Venga, Ness, vamos… Abre los ojos y mírame.

Renesmee respiró hondo y consiguió abrir un ojo. La luz del sol era tan intensa que casi le resultó dolorosa.

Tenía la boca seca y el corazón le latía a toda velocidad. Pero al menos, estaba viva.

Em sonrió.

—Ah, ya estás con nosotros… —dijo su amiga—. Te oímos gritar en sueños y supusimos que sería otra de tus pesadillas. ¿Qué tal estás?

—Bien, bien —gimió.

—Estaré en mi habitación si me necesitáis —comentó Quil.

El chico se pasó una mano por el pelo y salió de la habitación de invitados para que tuvieran más intimidad.

Renesmee miró a Em. Se había vestido y maquillado. Tenía muy buen aspecto, aunque sabía que Quil y ella se habían turnado de noche para vigilarla.

—Siento ser una molestia —se disculpó, sintiéndose culpable y desorientada—. Si pudieras prestarme algo de ropa, me vestiré deprisa y estaré en la tienda en quince minutos.

Emily la miró con cierta sorpresa.

—Por supuesto que te puedo prestar ropa —aseguró—. Pero ¿estás segura de que te sientes con fuerzas?

Renesmee asintió.

—Lo último que necesito es quedarme aquí y dedicarme a darle vueltas a la cabeza —le confesó.

Em cruzó los brazos sobre su camisa negra, de seda.

—Lo comprendo, pero creo que no deberías salir de casa. Quil se quedará contigo. No te preocupes.

Renesmee sonrió, intentando parecer animada.

—No, no, lo digo en serio… si me quedo, me volveré loca de preocupación. Me ducharé rápidamente y me iré contigo. Me sentará bien.

—De acuerdo, como quieras. Si estás segura…

Emily caminó hasta la puerta. Una vez allí, se apoyó en el marco. Sus brazaletes tintinearon como campanillas.

—¿Qué te parece si le digo a Quil que vaya con un amigo a tu casa y traiga tus cosas? —preguntó.

Renesmee sacudió la cabeza. Odiaba la idea de que alguien entrara en aquel lugar. Podía ser peligroso.

—No, todavía no. Esperemos un par de días.

Renesmee supo en ese momento que no podría volver a vivir en esa casa, no después de lo que había sucedido. Tendría que mudarse.

—Muy bien, cariño. Pero te quedarás con nosotros todo el tiempo que sea necesario. Y no quiero oír ni una sola protesta —declaró Emily—. Venga, dúchate; iré a buscarte la ropa. Ah, y si tienes suerte, puede que Quil decida prepararte unas tostadas antes de que nos vayamos…

Emily sonrió, le guiñó un ojo y cerró la puerta.

Cuando Quil abrió la puerta trasera de Muse, Renesmee se dio cuenta de que pasaba algo malo. La alarma sólo se podía desconectar desde dentro, así que saltaba cada vez que abrían la tienda. Pero aquella mañana no saltó.

—¿Qué diablos…? —murmuró Quil.

Emily y Renesmee entraron en el establecimiento y se dirigieron a toda prisa a la parte delantera.

Alguien había destrozado el local durante la noche. El suelo estaba lleno de libros y objetos rotos, y los muebles mostraban unas hendiduras extrañas que parecían zarpazos. Había velas, cristales y cartas del tarot por todas partes. No habían respetado nada. Y entre el aroma de los aceites y los bálsamos, sobresalía un olor almizclado, como de animal salvaje.

Emily derramó una lágrima. Quil maldijo en voz alta. Renesmee cerró los ojos y deseó que aquello fuera un mal sueño; pero no lo era.

—Te lo pagaré todo, Em —dijo, emocionada, con un profundo sentimiento de culpabilidad—. Tengo dinero en el banco… descuida, reemplazaremos todo lo que has perdido.

—Ya estoy bastante enfadada, Nessi; no necesito que me enfades más con tonterías —dijo Emily, mirándola fijamente—. No ha sido culpa tuya. Tú no le has pedido a ese canalla que destroce mi tienda. No voy a permitir que te sientas culpable por eso.

—Pero soy culpable… —dijo, irritada consigo misma—. Esto no habría pasado si no hubiera acudido a vosotros.

Emily se cruzó de brazos y la miró con intensidad.

—¿Lo has hecho tú? —preguntó—. ¿Es responsabilidad tuya?

—No, pero si me hubiera marchado a cualquier otra parte, no habría pasado nada —respondió Renesmee.

Renesmee no podía creer que hubiera sido tan estúpida. Sólo tenía que haber subido a un autobús y haberse alejado de allí. Llevaba la cartera con los documentos y las tarjetas de crédito en el bolsillo de los pantalones, así que el dinero no habría sido ningún problema. Podría haber viajado de noche, hacia el norte, hasta encontrar un hotel en alguna localidad pequeña y desconocida. Nadie la habría encontrado. Y Emily no habría pagado las consecuencias.

—Si te hubieras marchado, ahora estarías muerta —dijo Em—. Te parecerá una idiotez, pero me parece que la vida de mi mejor amiga es mucho más importante que los objetos de una tienda.

—Eh… —dijo Quil en ese momento—. Siento interrumpir vuestra conversación, pero tenéis que echar un vistazo a esto.

Renesmee se giró hacia el hermano de Em. Cuando vio lo que estaba mirando, palideció y se tuvo que apoyar en el mostrador para mantenerse en pie.

—Oh, Dios mío…

Le habían dejado un mensaje en la pared del fondo. Decía así:
Puedes huir, Caperucita. Pero no te puedes esconder.

—Eso es lo que James me llamó —dijo, en voz muy baja—. Caperucita…

Renesmee se puso tan nerviosa que empezó a recoger los restos del destrozo mientras se preguntaba por lo que debía hacer. Podía escapar de la casa en mitad de la noche y dejar una nota a sus amigos. Sabía que se enfadarían mucho con ella, pero al menos estarían a salvo; por lo menos, teóricamente: las cosas se habían complicado mucho. Cabía la posibilidad de que Emily y Quil estuvieran en peligro tanto si se quedaba con ellos como si no.

Justo entonces, miró por el escaparate de la tienda y se llevó tal susto que estuvo a punto de tropezar con la pata de un mueble roto y caerse.

—No es posible… —murmuró.

—¿Qué ocurre? —preguntó Emily, que corrió a su lado.

—Es él. Jacob. El que me salvó la vida… está afuera.

—¿El tipo del que huiste? —preguntó Quil.

—Sí, el mismo.

Jacob la miraba fijamente. Estaba apoyado en un todo terreno negro, con los brazos cruzados sobre el pecho y un cigarrillo en la mano. Al igual que el día anterior, llevaba una camiseta y una camisa de franela.

—Vaya… —intervino Emily—. No exageraste ni un poquito al decir que era una maravilla de hombre.

Renesmee suspiró.

—Lo sé, lo sé. En fin, supongo que será mejor que salga y hable con él.

—Sí, será lo mejor, pero te acompañaré —dijo Em.

Cuando Quil hizo ademán de seguirlas, su hermana se lo impidió.

—No, tú te quedas en la tienda —le ordenó—, vigilando por el escaparate. Ya hay bastante testosterona por aquí. No quiero encontrarme en mitad de una pelea.

Quil la miró con cara de pocos amigos, dispuesto a insistir, pero Emily añadió:

—No te preocupes. No le hará daño.

—¿Estás segura?

—Completamente.

Renesmee abrió la puerta de la tienda. Estaba decidida a mantener la calma, pero sintió una oleada de entusiasmo en cuanto miró a Jacob a los ojos.

Él se apartó del vehículo, tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó con el tacón de una bota. Después, caminó hacia ella.

—Tienes la mala costumbre de seguirme, ¿verdad, Black?

Jacob arqueó la comisura de los labios, pero sin llegar a sonreír.

—Sí, y más tarde o más temprano, me lo agradecerás. Pero llámame Jacob, por favor.

—¿Sabes quién ha hecho esto?

—Por supuesto que sí. Y tú también, Renesmee.

Ella asintió. Él entrecerró los ojos y preguntó, con voz suave:

—¿Te encuentras bien?

Renesmee volvió a asentir, asombrada con el efecto que le producía aquel hombre. Nadie la había mirado nunca de esa forma. Lograba que se estremeciera por dentro, que sintiera algo terriblemente profundo e íntimo.

A pesar del frío de la mañana, tuvo calor. Jacob estaba tan atractivo como siempre, pero parecía cansado. Tenía ojeras, no se había afeitado y ni siquiera se había cambiado de ropa. De repente, Renesmee se preguntó si habría dormido algo desde que ella huyó de la casa.

Casi en respuesta a su pregunta, Jake hizo un gesto con la cabeza, hacia la tienda, y dijo:

—He estado toda la noche frente a la casa de tu amiga, vigilando. Obviamente, James se dio cuenta y decidió pasar por aquí.

—Le ha dejado un mensaje dentro —intervino Emily, que acababa de llegar.

Jacob la miró con desconfianza.

—¿Qué dice el mensaje? —preguntó, metiéndose las manos en los bolsillos.

Renesmee lo miró a la cara y supo que estaba muy enfadado. Por ella. Porque su vida estaba en peligro.

—Dice que Nessi puede huir, pero que no puede esconderse —contestó Em.

Jacob se giró hacia Renesmee y la miró con detenimiento.

—Sabes lo que tenemos que hacer, ¿verdad? —dijo.

Renesmee pensó que Jacob tenía razón. Pero eso no significaba que le agradara.

—¿Es necesario?

—Si quieres que tus amigos sigan con vida, sí. Ahora bien, si su bienestar no te preocupa… —Jacob se encogió de hombros.

Emily arqueó una ceja y dijo:

—Renesmee no se va a ir a ninguna parte. Además, tú…

—Yo soy la única persona que puede salvarle la vida —la interrumpió—. Y estoy dispuesto a hacer lo que sea.

Emily miró a Jacob durante unos segundos, con la intensidad que utilizaba cuando quería adivinar las emociones de alguien. Después, tomó a Renesmee del brazo y la alejó un poco.

—¿Me concedes unos segundos?

Jacob asintió.

—Por supuesto.

Em se llevó a Renesmee. Seis metros más adelante, soltó a su amiga y la miró con una sonrisa enorme.

—Dios mío, Nessi, ese hombre es increíble —afirmó.

Renesmee gimió y miró hacia el todo terreno. Jacob estaba hablando con Seth, al que no había visto hasta ese momento.

—Ya te lo había dicho. ¿Has conseguido adivinar sus pensamientos?

Emily soltó una risita.

—Sí, bueno, algo parecido —respondió—. Sus sentimientos hacia ti son increíblemente poderosos… ese tipo te quiere con locura, Nessi. Y es verdad que hará cualquier cosa por mantenerte a salvo.

Renesmee volvió a mirar a Jacob.

—No me puedo quedar aquí, Em.

Emily le acarició un hombro.

—Ni yo intento librarme de ti, Ness. Sabes que te puedes quedar todo el tiempo que quieras. Lo sabes.

—Sí, lo sé. Pero me preocupa lo que os pueda pasar —le confesó.

—Quil y yo sabemos cuidarnos. Eres tú quien está en peligro.

—Es posible, pero será mejor que me vaya con él.

Emily volvió a sonreír.

—No sé cómo explicártelo, Nessi… tu amigo me da buenas vibraciones. Sé que cuidará de ti. Y creo que te hará mucho bien en otros sentidos.

—Yo no estoy tan segura de eso… —murmuró Renesmee, sin querer confesar sus sentimientos—. Pero marcharme con él es la mejor solución. No quiero que os hagan daño por mi culpa.

Emily la abrazó.

—Prométeme que tendrás cuidado, y que me llamarás todos los días por teléfono. Pero todos los días, muchachita. No de vez en cuando.

Renesmee rió.

—Estás loca, Em…

—Tal vez. Pero como no me llames…

Emily se alejó hacia la tienda. Antes de desaparecer, apuntó a Jacob con una mano y dijo:

—Cuida de ella o me encargaré de ti.

Em entró en Muse. Jacob intercambió unas palabras con Seth y fue al encuentro de Renesmee.

—¿Estarán bien? —preguntó ella.

Jacob se metió las manos en los bolsillos y la miró a los ojos.

—Descuida, ya me he encargado de que los vigilen.

—Conozco a Em y a Quil y sé que no les hará ninguna gracia…

Él asintió. La brisa llevó su aroma a Renesmee, que estuvo a punto de gemir.

—No tienen por qué saberlo. Dimitri y Félix son muy buenos en su trabajo. Ni siquiera los verán.

—¿Ah, sí? ¿Y dónde estaban anoche? —preguntó, en tono acusador.

—Cuando Seth y yo empezamos a vigilar la casa de tu amiga, les pedí que intentaran seguir el rastro de James —contestó.

—¿Han encontrado algo?

Jacob soltó un gruñido.

—No, todavía no, pero lo encontraremos —le aseguró—. Ahora debemos llevarte a un lugar seguro.

Renesmee cruzó los brazos, nerviosa.

—No puedo creer que me esté pasando esto…

—Te prometo que estarás a salvo, Ness.

Jacob se sacó una mano del bolsillo y se frotó la nuca. La visión de sus fuertes músculos y de su mirada directa, fuerte y hambrienta, le pareció tan masculina a Renesmee que se estremeció.

—No permitiré que te hagan daño —añadió él.

—Si te refieres a James, te creo —murmuró ella—. Pero ¿qué me dices de ti?

Jacob tardó un momento en responder.

—Yo no te haría daño nunca, Renesmee. Siento muchísimo que te hayamos metido en este lío.

—Bueno, tampoco es que tuvierais intención… —lo justificó.

Él entrecerró los ojos.

—Debería haberme mantenido lejos de ti y haberme marchado de ese maldito restaurante. Pero no pude.

Como Renesmee no supo qué decir, no dijo nada.

Se había levantado viento y tuvo frío. Se frotó las manos para calentárselas, y se llevó una sorpresa cuando él extendió un brazo y la tocó. Sin embargo, no hizo otra cosa que cerrar los dedos sobre los de ella para que entrara en calor.

Desconcertada y asombrada por su contacto, Renesmee miró su pecho poderoso y sintió el impulso de hundir la cabeza bajo su cuello. Tenía la piel más caliente que había tocado en su vida; era como si tuviera fuego en las venas.

Suspiró, sin poder evitarlo. Él le acarició una mano de forma inocente, con intención de tranquilizarla un poco. Pero lo que Renesmee sintió no fue inocente en absoluto.

—Tendrás que venir conmigo, Renesmee.

Renesmee tuvo miedo. Pero no podía negar que se sentía atraída por él.

—No tengo elección, ¿verdad?

—No si quieres seguir con vida —respondió, con voz profunda y ronca.

Ella tragó saliva y preguntó:

—¿Adónde me llevas?

La mirada poderosa y cálida de sus ojos marrones la recorrió de la cabeza a los pies y, a continuación, por el camino inverso.

—A casa —respondió él—. A las montañas. A mi cabaña.
 
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